Este veinticinco de diciembre hay silencio en parques y plazuelas pareciera
que en esos lugares la Providencia no quisiera que el nacimiento de Jesús,
aquél niño nacido de una virgen, según está escrito en las escrituras sagradas,
no quisiera hacer partícipe a esta naturaleza reglada por las leyes locales de los ayuntamientos de esa
noticia difundida por altavoces y
televisiones. Los miro solos en mitad de una ciudad dormida con su silencio
místico que de nada alardea y a mí alrededor creo escuchar la humanidad
sufriente.
Aquí junto al corazón de la tierra sometida por manos humanas de jardineros especialistas en jardines de diseño, siento
detenerse la vida de todos los que han marchado a esa otra dimensión que no
comprendo. Vuelan las nubes y al
mirarlas intento seguirlas y con ellas, seguir volando al infinito adonde
quisiera encontrar a todos los que ya no veo.
El alma de los árboles, las hojas
esparcidas y las semillas muertas me traen el rostro de otros diciembres que ya
pasaron. Que no regresarán con los que en esos días pasaban por este pueblo
mío, tan amado por ellos y por mí.
Ando sin prisa
por entre la anónima paz que me rodea dejando que en mis zapatos el barro
humedo de la tierra se plegue a las
suelas. Y de nuevo recuerdo a los que se marcharon en Berlín en medio de las
luces navideñas. Se quedaron con el impulso de la vida roto, sin otro mérito
para perecer que vivir en medio de una ciudad de paz. Una ciudad acogedora para
los que creen en la Navidad y para todos aquellos que tienen otras creencias
diferentes. Berlineses de otras latitudes y lugares lejanos; berlineses porque
pisan sus calles y los cubre su cielo. Sigo andando y en el silencio escucho
esos pasos que se quedaron sin ser dados. Miro a la altura y el cielo tormasolado hace figitiva a la niebla.
Es Navidad en
Tomelloso y en todos los lugares donde la llegada del invierno la unimos con el
nacimiento de Dios entre nsotros y, de nada vale que nieguen los ateos su
existencia y con soberbia iracional, sostengan que Dios no existe, sin poder demostrarlo,
porque a pesar de su negación también
celebran la navidad.
Arrastramos
dudas y convencimientos en temas filosoficos desde épocas tan lejanas que no
han sido acuñadas en escritura y sí, trasmitidas oralmente. Sabiduría inmemorial
o ignorancia, la una y la otra son aplicables en el transcurrir humano. Ante
esta verdad para todos es Navidad, exceptuando a todo aquél que no respeta la
convivencia pácifica. Diciembre ha vuelto a encender velas en Berlín y a dejar
flores en el suelo que de nada sirven, cuando ninguno de esos gestos hará
volver a los que se quedaron sin vida como flores muertas sobre el asfalto. Recuperar
sus vidas es imposible, tan imposible como tocar la nubes con mis manos.
Natividad Cepeda
Arte digital: N Cepeda
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