martes, 21 de septiembre de 2021

Apuntes sobre las últimas lluvias en vendimia y el fuego de las islas


Septiembre huele a uvas en las grandes bodegas de las cooperativas. En las madrugadas pasan por mi calle los tractores camino del viñedo o del lagar. Las maquinas vendimiadoras, si es preciso, trabajan por la noche y por los caminos pasan los tractores sonando los remoques vacíos rápidos y veloces asustando a las aves nocturnas y despertando a los planetas cercanos a la tierra. Pero aquella voz del mosto pegajoso y dulce del pasado siglo XX en Tomelloso se ha perdido y con ello el alma del vino artesano.

Reincido en los recuerdos porque mi vida, toda ella, está marcada en mi sangre con el vino. El vino fruto de los viñedos que plantaron desde mis tatarabuelos y aquellos otros, que anterior a ellos, ya no sé cómo llamarlos. Fui engendrada con sangre de tierra de viñedos y ascienden en mi sangre con ese dolor agreste de quien depende del fruto de la tierra para subsistir y vivir asumiendo todos los sinsabores que el cielo nos depara. Por eso cuando llueve en septiembre, yo que amo la lluvia porque nací envuelta en ella, se me abren las carnes al comprobar que  puedan pudrirse los racimos si perdurara el agua, tan deseada en otras fechas, jamás reclamada en la vendimia. Y es que los calores últimos del verano nos dejaron fermento de nubes cargadas de tormentas que arruinaron la economía de muchos agricultores y viticultores.

Tronó y cayó hielo del cielo, una vez más sobre los campos. La piedra helada corto astiles y embarró surcos y esa uva al llegar al lagar gigante de las cooperativas perdió calidad y grado. De esa realidad nadie habla. El vino y los lagares son temas propicios  para la poesía. Lo fueron desde la Grecia antigua y clásica. También ese vino trasportado en ánforas a Roma desde la Hispania…Historia escrita y repetida desde el cáliz bendito de la misa y, el cáliz amargo de las cosechas perdidas y mal pagadas de las familias campesinas. Se nos dice, desde antaño, que siempre el agricultor llora y se queja, y es cierto porque el campo carece de paredes y techo. Cada vez quedan menos familias campesinas porque bregar la tierra es duro y miserable. Más, detrás de la derrota el corazón se yergue y no pide limosna quienes trabajan la tierra. En ese orgullo de casta hay dignidad  callada que solo se borra con la muerte.

Ahora después de tantos artículos y poemas escritor sobre el vino y la tierra se me cuaja el cansancio en el alma clavándoseme un estilete en mi ánimo después de haber apostado por mi tierra y sus gentes. No tengo lágrimas ni hoy, ni en la escala de lustros que he vivido muriendo y resucitando hasta el infinito porque he aprendido a callar. El silencio de tantos miles de seres humanos a través del tiempo apostando por esa búsqueda de la felicidad junto a la tierra. Utopía improbable porque el conflicto existe dando al traste con los sueños de los labradores frente a diferentes dictadores de época y lugar. 


 

Lugar hoy en la Palma de la isla de Canarias, sus pueblos y todas las plantaciones perdidas, viviendas, enseres personales que dudo serán retribuidos como debieran. No veremos el equipaje de llanto de sus gentes, la desazón de sus campesinos con las manos vacías y ese peregrinar hasta la piel de la nueva tierra, si es que la hay. Escribo del viento del dolor de las palmeras arrasadas, de los viñedos tragados por la serpiente de fuego, de los recuerdos tragados por las bocas del volcán; fuego devorador de esperanzas. Mansedumbre con gratitud porque la vida continua y se continuará cuando se apague el fuego, juntos sus gentes estrujando los días en la vuelta al quehacer. Después cuando nos hayamos olvidado de todos ellos resucitaran las plantas brotando gracias a sus manos y a su esfuerzo en la mañana y en la tarde las laderas y valles mostraran sus collares de verdor   meciéndose al viento atlántico  volviendo el campo a dar el pan de cada día…

Septiembre ahora arde allá en las islas. Islas estremecidas en ese parto ardiente de la tierra. Fuego y ceniza, niebla que nos impide respirar y nos ciega esas lágrimas de los isleños sin su vino nuevo para brindar cuando termine la vendimia de hogaño.

 

                                                                               Natividad Cepeda

 

 

 

 

jueves, 9 de septiembre de 2021

Girasoles de septiembre

                               

 


Han pasado las lluvias tormentosas arremetiendo contra todo en pueblos y ciudades. Han dejado espanto con sueños rotos engullidos por el barro y el lodo. Y a pesar de esas muchas tragedias que solo serán recordadas por los que tienen que recuperar paredes y enseres de sus casas y cosechas perdidas los demás nos olvidamos cuando el sol luce en lo alto y nada de aquello nos afecta. El 9 de septiembre es el Día Mundial de la Agricultura y a pesar de que esta conmemoración pasa inadvertida para la mayoría de los medios de información, hay que recordar que sin el sector primario, agricultura, pesca y ganadería, la población no podría existir sin esos alimentos.

Se calcula que la superficie dedicada a la agricultura en España es aproximadamente de 25 millones de hectáreas dedicados a diferentes cultivos, ya que España es el  cuarto país  de la Comunidad Europea con empleo laboral en éste sector. Informando e impulsando una agricultura sostenible y ecológica. A la luz de la agricultura se halla la cultura arraigada en familias labradoras que han dejado sobre el mantel de la tierra un gran manojo de enseñanzas. Y es por eso que  me sigue doliendo bajo la luminosa luz solar, no ver abejas volando sobre melonares y girasoles. Tampoco hay demasiadas avispas, ni tábanos, ni mariposas y escasos cantos de grillo en las noches.

 Las que se van dando la vuelta con parsimonia a lo largo del día son las tortas de sol. Así las llamábamos por aquí cuando los huertanos y agricultores meloneros las sembraban para venderlas en el mercado y regalarlas a vecinos y amigos en los días del mes de septiembre. Las tortas de girasol, grandes como harneros de cerner trigo, se troceaban en triángulos y así, repartideras, se ponían a la venta para niños y mayores. El ritual de comer pipas era casi sagrado, nos sentábamos en poyetes y en el suelo limpio y empedrados de las casas y, una a una, se sacaban de sus celdillas amarillas verdosas, semejantes a las celdillas de los panales de las abejas, hasta terminar con el trozo de torta. La novedad ocurría en los primeros días de septiembre, después saciados de comer pipas se dejaban secar y cuando  estaban secas se guardaban en talegas de algodón blanco  para comerlas a lo largo del otoño.

Los que ayer  me enseñaron a comer pipas de girasol pronunciaron consejos reveladores de vida en mi alma infantil que han sido, y son, principios de valores irrebatibles.  Escucha, niña mía -me decían- las personas, son semejantes a estas pipas, todas nacen en celdillas iguales pero cuando se van granando unas son grandes de jugosa pipa, otras más pequeñas se comen después por su tamaño,  y las vanas y  desiguales debido  a que al girar la torta el sol se nubló o calentó en demasía, se comprimieron y se quedaron secas.

Cuando las desgranamos, las vanas las dejamos que ardan en el fuego cuando llega el invierno. Pues igual somos las personas, giramos alrededor de los años, duramos como el ocaso de una tarde y antes de extinguirnos, algunas personas son vanas porque la avaricia secó sus almas, a otras las envileció la envidia con su macilento hedor y, a otras el odio y  la soberbia les mató el amor y les hizo olvidar lo que es justo.

Aquél rosario de enseñanzas procuro no olvidarlo entre los días anaranjados de septiembre por la certeza y la reciedumbre de su continua actualidad.

Desteñidos de silencio rojizo septiembre redime con su melancolía  la fiebre del estío despidiendo al verano dejando  playas desiertas y campos de cepas vendimiadas. Los melonares sin hojas dejan al descubierto melones que nadie compra. En los atardeceres giran los girasoles abandonados hasta caer a la tierra y allí quedan esperando al arado, muertos, como esas personas que quieren brillar ocultando el fulgor verdadero de otras.

Girasoles de septiembre identidad pasajera de profecía ignorada en el silencio infinito de los anocheceres.

 

                                                              Natividad Cepeda

 

 

 

lunes, 6 de septiembre de 2021

EL CONCURSO LITERARIO MOLINO DE LA BELLA QUITERIA DE MUNERA ENTREGÓ SUS GALARDONES EL PASADO 4 DE SEPTIEMBRE A LA SOMBRA DEL EMBLEMATICO MOLINO

En la fotografia la escultora Inmaculada Lara Cepeda "Maku" junto a su obra de la Bella Quiteria, el ceramista Rubén Navarro, la periodista Sonia Varea y Julia Gacía Carrizo nieta de los fundadores del singular molino.

Tras la realización de la entrega en versión digital el año pasado, el célebre Molino de la Bella Quiteria ha vuelto a acoger la tradicional entrega de galardones de su certamen literario. Ha sido su cuadragésimo sexta convocatoria. Así, en un acto marcado por las restricciones COVID, los galardonados tanto de la edición 2020 como de la 2021 participaron en lo que volvió a ser la demostración del  tesón de la familia García Solana Gavidia  que sigue creyendo en la belleza y mensaje de la palabra escrita.

Comenzó con la presentación de Julia García-Solana Carrizo, nieta de los fundadores y coordinadora del Concurso, que dio la bienvenida a los asistentes. Al no haberse podido celebrar “in situ” la edición anterior, este año la organización del Concurso estimó la idoneidad de reunir a los ganadores de ambas ediciones y de esta manera poder disfrutar de la lectura de sus trabajos.

De la edición 2020 y en la modalidad de prosa, tercer premio fue para José Roales, segundo Ramón Sánchez García, primero a Julia Flores Arenas. En la modalidad de verso tercer premio Antonio Gutiérrez González de Mendoza, segundo Restituto Núñez Cobos, primero Vicente Rodríguez Manchado.

Los ganadores de esta edición fueron obsequiados con una pieza cerámica elaborada por el artista Adrián Navarro, siendo ésta la última serie que él realiza como obsequios del Concurso Literario. Recordemos que una de las características de este concurso es que no cuenta con dotación presupuestaria, sino que los ganadores reciben piezas artesanales de incalculable valor y una pieza de cuchillería típica albaceteña. 

 El acto literario continuó con los trabajos ganadores de la edición 2021 comenzando con la lectura del Acta del Jurado de la mano de Sonia Varea Ruiz y dando paso a la lectura de los trabajos de la modalidad de prosa. El tercer premio de la edición 2021  Esteban Torres de Sagra,  segundo Julia Flores Arenas, primero a Félix Herraíz García.

En los trabajos de verso, el tercer premio  a Mª Pilar Geraldo Denia, segundo Eugenio Arce Lérida, primero Isabel del Rey Reguillo. Los ganadores de esta edición recibieron como obsequio una pieza de cerámica elaborada para la ocasión por Rubén Navarro y una pieza de cuchillería tradicional albacteña. 

 

A lo largo de cuarenta y seis años el magnífico ceramista y académico  Adrían Navarro ha sido el que generosamente ha donado sus valiosas piezas al certamen, se ha despedido con las piezas del año 2020 y toma el relevo generosamente su hijo, Rubén Navarro, ceramista galardonado también por sus hallazgos en este campo. Una familia de artistas con valores admirables y generosidad demostrada por sus donaciones artísticas diseñadas exclusivamente para éste certamen literario.

Doña Amparo Gavidia Murcia, siguió la celebración sentada en su silla de ruedas, al mirarla sentí la enorme tristeza de ver a una gran señora en su ancianidad, respetable y admirada por todas las personas que a lo largo de ese casi medio siglo ha continuado, a pesar de las pérdidas familiares, celebrando ese certamen manchego, único, en su marco de un paraje adquirido por la familia para acoger la prosa y la poesía exclusivamente por su amor y dedicación a la palabra creadora de belleza literaria. Merecedora de reconocimiento regional mucho más que otros galardones entregados a personas con menos merecimientos que esta Dama Manchega.

Al final del acto las jóvenes generaciones que han cogido el testigo de ese maravilloso legado se hicieron una fotografía junto a los bustos de los personajes de don Quijote y Sancho Panza del desaparecido escultor Cayetano Hilario de Argamasilla de Alba; junto a la escultora nacida en Tomelloso Inmaculada Lara Cepeda ”Maku”, de la Bella Quiteria, residente en Berlín. Mirándolos posar con su sonrisa impregnada de juventud pensé, que a pesar de las injusticias y solapadas ayudas a creadores desconocidos fuera de los panoramas cercanos el arte y la hidalguía de los habitantes de nuestra tierra, ellos representan la fuerza de los artistas que sin mecenazgo alguno continúan creyendo en el arte  a pesar del olvido de su existencia, en demasiadas ocasiones, como hijos de Castilla-La Mancha.

El certamen de La Bella Quiteria de Munera es todo un referente dentro de los certámenes por su continuidad y por su permanencia en el tiempo gracias a la voluntad de los creadores y de los participantes, por enviar sus trabajos desde cualquier punto geográfico de España, sin elevada dotación económica, pero valorando todos ellos, la valía de las piezas de cerámica que se ganan, únicas por ser diseñadas excesivamente para ese acto. Alma de pueblo la de tantos artistas sin otro jubón que el de su esperanza y fe en sí mismos.

 

                                                       Natividad Cepeda