jueves, 16 de agosto de 2012

EL CAMINO ANDADO DE JOSÉ FERNÁNDEZ-ARROYO


       

         JOSÉ FERNÁNDEZ-ARROYO FERNÁNDEZ DE SIMÓN, nació en Manzanares (Ciudad Real) en 1928. En el año 1952 se traslada a  Madrid. Madrid ha sido y es su ventana abierta a otra forma de vivir. Desde esa ciudad que ha visto crecer y transformarse ha crecido la fuerza creadora de un artista inteligente e intuitivo al que le faltó siempre el padrinazgo de un grupo que lo hiciera conocido en los círculos que manejan el poder del reconocimiento, que es a la postre el que suele conceder las distinciones y abrir a su vez la puerta de las publicaciones a escala nacional. Es en Madrid donde se incorpora al grupo Postista de los poetas Ángel Crespo, Chicharro y Gabino Alejandro Carriedo, Antonio Fernández Molina, Arrabal y al pintor valdepeñero Gregorio Prieto

         El movimiento conocido como  Postismo nació en el Café Castilla de Madrid a principio de 1945. Para su presentación se repartieron unas tarjetas que llevaban el nombre de sus fundadores: Eduardo Chicharro Briones, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi (italiano)En el nº 1 de la revista Postimo ellos definieron el postismo como el resultado de un movimiento profundo y semiconfuso de resortes del subconsciente tocados por sus creadores en sincronía directa o indirecta con elementos sensoriales del mundo exterior. A este primer manifiesto siguieron otros dos más, que fue una forma de canalizar la rebeldía y el rechazo a unas normas impuestas por la sociedad dominante de ese momento. En un ambiente donde la libertad era un bien extinguido el Postismo inventa una fórmula para evadir las normas por lo que a sus seguidores se les tildó de locos y poco serios. Es la forja donde José Fernández-Arroyo empieza a canalizar su rebelde espíritu de búsqueda y autocrítica que le impulsa a buscar la belleza de la palabra, el color y la forma en las disciplinas artísticas de la pintura, la escultura y  el arduo oficio de escribir. La poesía ha sido y es su río fecundo. Es en ella donde el hombre se descubre como creador, y es posible que quede un tanto silenciada sus otras creaciones, no porque sean menos interesantes, sino más bien porque al no formar parte de galerías de arte  su obra pictórica y escultórica pase en la actualidad un tanto desapercibida.

La posguerra ha dejado su huella en los que la vivieron, de los postista se ha escrito que fueron secundarios, aunque trataron de ser vanguardistas al experimentar con el lenguaje el surrealismo dando paso después de los novísimos y a las corrientes generacionales donde se encuentra la generación de los años 50. Generación que no solo marca la literatura del siglo XX, incluso me atrevo a afirmar que sigue marcando pautas al siglo XXI. A esa generación pertenece Fernández-Arroyo, "el último postista" llamado así, por el escritor Emilio Ruiz Parra. Escribe Matías Barchino de José Fernández-Arroyo: y dice que "es quizá el momento de leer y redescubrir a este destacado poeta y artista plástico manchego". Y asegura que "Su poesía no es en modo alguno circunstancial y no se acaba en el juego bárbaro de los postistas, sino que es y seguirá siendo la obra valiosa y coherente de uno de los más vocacionales y dotados artistas que hemos tenido en esta tierra" Hay que  añadir lo que en ocasiones le he escuchado a José Fernández-Arroyo con un deje amargo de tristeza y es una frase que define una certera realidad cuando asegura que "la Mancha, en ocasiones es una madrastra para con sus hijos".

         Porque José Fernández-Arroyo es un batallador nato; al escucharlo se capta en su palabra un ser profundo que viene de vivir la vida con verdadera hambre de conocimiento y de saber. Todo en él es batalla. Ha crecido sorbiendo la música de lo que le rodea sin dar tregua al descanso. Viajero infatigable, ha explorado la universalidad del ser humano intentando dar a conocer un idioma universal que comunicara fácilmente a los unos con los otros, por lo que fue un abanderado del Esperanto. Y aunque empezó a escribir desde muy joven colaborando en revistas del grupo: Deucalión, El pájaro de paja, Doña Endrina y Trilce, además de mantener correspondencia con numerosos poetas y artistas plásticos que fueron amigos personales como el pintor Antonio Iniesta, Guijarro, Gregorio Prieto, Agustín Übeda y el escultor Martínez Bueno y muchos otros hasta hoy. 

Ser poeta es escribir con el corazón y el alma, romper a veces con la lógica y denunciar lo que otros no ven o callan. Esos poetas son fundamentales piedras maestras de la vida, sin ellos la vida estaría condicionada a la vulgaridad y nuestras vivencias más puras olvidadas. Porque si careciese de poetas la palabra ignoraría la música de lo que nos rodea, y la creación literaria no existiría.
José Fernández-Arroyo es uno de esos poetas puros a los que admiro. Es sin cuestionarlo un poeta de la trascendencia y la meditación. Es un poeta que al leerlo nos trastoca  y estremece. Es un arriesgado romántico por su generosidad sin límites,  por su espiritualidad urbana y ascética, y por seguir soñando y creyendo en la vida y en las personas a pesar de los muchos desencuentros y desencantos en el mundo del arte. Como los sabios ancianos, sabe que todo es relativo y que nada es para siempre.
Cuando me encuentro con su mirada aún se la veo repleta de rebeldía y con esa chispa de ingenio vivo que tienen la mirada de los creadores. Es un viejo poeta maravilloso y fiel con el que es posible justificar la existencia.                                                                                                   

       De él, se ha dicho que es un hombre del renacimiento; lo aseguraba el admirado y entrañable  Francisco Creis Córdoba. Es un bohemio capaz de regalar su obra pictórica, escultórica y poética con la sonrisa más amplia y la humildad, más humilde y franciscana. Prueba de ello es la revista KÁSKARA MARGA publicada durante ocho años en colaboración con la también poeta Lolita  Juan Merino, esposa y compañera inseparable, que han hecho posible su existencia, dando cabida a los poetas actuales, además de volver a publicar parte de las revistas literarias de la segunda mitad del siglo XX, junto a la colección Paramigos de Ediciones Cantahueso donde ha publicado la mayor parte de su obra y la de su esposa, brindando su desinteresada colaboración  a otros escritores. Jaula de alambre, la ha llamado Matías Barchino,  por ser esta una colección que no ha salido de su círculo de amigos, pero no es menos cierto que muchos de los libros publicados por instituciones públicas son menos leídos y seguidos que los editados por esta colección. Y es justo reconocer que no es usual que unas personas dediquen su tiempo y su esfuerzo a los demás sin pedir nada a cambio. Queda la obra altruista recogida en estas iniciativas donde está presente la calidad literaria y el conocimiento y el manejo del lenguaje que otorga prestigio y respeto a quienes lo han hecho posible: José Fernández-Arroyo y Lolita  Juan Merino.

         La obra "Poesía Completa" publicada en la  "Colección Mirador" Edición de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles recoge la totalidad de su obra poética lo que permite al lector conocer la evolución de la poesía española en los últimos cincuenta o sesenta años desde la poesía social al postismo y, en los momentos actuales, a esta última e innominada etapa de  la poesía en absoluta libertad.  El autor dedica la obra  "A los poetas Leopoldo de Luis y Antonio Fernández Molina como póstumo y afectuoso homenaje." siendo el prólogo de Leopoldo de Luis premonitorio en todo su contenido, desde su comienzo en el que escribe:"Desde los años cincuenta José Fernández-Arroyo viene concibiendo la Poesía como una "voz inevitable", y afirmando que en Fernández -Arroyo hay un poeta hondo, autor de poemas como los de sus libros, donde su verdad lírica y su comprensión ética fluyen por un discurso emocionado, a veces de impresionante brío. Termina diciendo que "en lugar del prólogo, él hubiera querido escribirle una carta como la que él escribió a sus amigos, agradeciéndole ese gran poema en que ve como

 
                                      Se llenaron los campos de muertos
                                       y las ciudades se llenaron
                                       de pañuelos tendidos a secar.

porque los muertos no se levantan ya nunca, pero pueden abonar los campos y alertar el recuerdo, y los pañuelos de la sangre y de la pena, aunque se sequen, tremolarán siempre en las ventanas de la mejor poesía." Y efectivamente de Leopoldo de Luis nos queda su poesía y el testimonio de su gran humanidad.
La obra narrativa y en prosa de Fernández-Arroyo todavía no es suficientemente conocida y, por consiguiente requiere hablar de ella y ayudar a difundirla para que otros lectores tengan el privilegio de saborear ese placer de leer buenos creadores. Porque no siempre los cauces de las editoriales seleccionan a los mejores. Y no es esta una opinión sin fundamento, ya que si revisamos las publicaciones de décadas anteriores, incluso de siglos, se comprueba que muchos autores en un tiempo famosos hoy, apenas son mencionados.

 José Fernández-Arroyo es un poeta de realismo mágico porque en toda su obra prevalece lo intemporal, junto con las imágenes que trascienden donde las fechas carecen de importancia. Y eso es primordial para un autor.

                                                                                                       Natividad Cepeda









Arte Digital: N.Cepeda