martes, 21 de febrero de 2012

A mi hija número 1


 

    Verano en San Francisco

                                                                            
              
                                                                          Alas de águila necesitaría
                                                                          prontas al vuelo.
                                                                                               Yehuda Haleví



Te llevé al aeropuerto con mi risa pintada. Era verano en Madrid.
Dentro de los autobuses se exhibía la piel morena de piscinas.

En los ancares, esperaban los pájaros  de alas de metal con su vientre
civilizado de ballena, inmóviles, en sus pistas de asfalto  como espadas.

Tú, eras una espiga granada bajo el sol de Castilla, de tacto frágil
como amapola flotando al vaivén del solano, emergiendo en su sombra.

Fuimos hasta la ventanilla de cambio de moneda y el fajo de pesetas
lo cambiamos por dólares. América  era un eslabón de siglos anteriores.

Se movía tu pelo, suave, y negro por tu espalda, surcando el primitivo
andar de tus caderas. Como el sol en la cal, eras tú cruzando toda erguida.

Se estiraba  recién nacido julio con sus dedos de brasas, contraído
su volcán, detrás de Somosierra, como rosa de invierno impoluta.

Madrid, era el embarque, para dejar los miedos en la diosa Cibeles.
Llegar con escribano y, pactar, desde la Puerta de Europa con Colón.

Seguramente en el yunque oxidado de lo que creemos finito, retornaba
en tu instinto, el ansia de volver a ser conquistadora de las viejas ciudades.

Supe que tu ausencia se convertiría en mi oración, callada y sin triunfos.
Tu partida, era el adiós de una niña, para descubrir su dimensión de mujer.

No me podía engañar, todo el rumor del día era el preludio del tiempo,
su llamada, utilizando la informática, el piloto automático y el radar.

Pero daba lo mismo partir en carabelas que en pegasos veloces.
Yo soltaba tus manos, asidas hasta hoy,  a las mías, quedándome vacía.

Me guardé mi renuncia, y tu perfil se fue en una escalera deslizante.
Yo era un árbol desgajado con un bolígrafo triste para anotar tu vuelo.

Era una sombra desorientada por las salas, el aparcamiento y los taxis
sin saber que hacer con un llanto sin lágrimas, clavada en una cruz de aire.


Volví a pasear por Castellana, me senté en una terraza de Cuzco,
y terminé a la noche, tomando una copa de cava en el Café de Oriente

Ignoraba dónde se encontraba la calle para doblar  esa esquina
donde no me atacara el miedo de fiera al perder mi cachorro.

Después de no sé cuantos días sin memoria el aire olía a amanecer.
Había por los tejados un aroma de trigos y  de paja empacada.

Por la noche el viento vendaba mis ojos, y tu risa salpicaba el teléfono.
Aprendí a que tu voz me enseñara una vigente y renovada geografía.

Supe que tú eras mi donación y mi comienzo, mis alas y mi aliento,
mi universal materia cósmica. Comprendí que del amor nace la libertad.

Detrás de mi ventana, desde un lejano noviembre hay una estrella
de seis puntas. Un prisma de cristal que nació en San Francisco.

La estrella es un zafiro de treinta vidrieras. Mi hija la hizo para mí
en una ciudad de California. Volvió con ella y la puso en mis manos.

La estrella y yo, nunca decimos nada, cuando detrás de la ventana
se suceden las mieses, y el otoño se  desnuda en incontados árboles.


Mirándola, recuerdo, que hace tiempo fui escandalosamente ingenua,
maravillosamente joven, tanto, que quería volver a San Francisco.

...Volver a donde nunca estuve... La vieja ciudad y yo nos pertenecemos
románticamente, desde un verano que acogió a mi hija y me dio su estrella.


                                                                                       Natividad Cepeda



Diploma Otorgado Ilmo. Ayuntamiento de Villanueva de los Infantes
Marzo 2003

carnaval


                         La mejor mascarada del carnaval 2012


    *            Cuando estamos al borde mismo del precipicio de una crisis inhumana y procaz llega el carnaval con su careta de chabacano júbilo. Sin duda alguna que en el crepúsculo de los ídolos de barro, no otra cosa son los amorales gestores, que han permitido que las clases sociales menos favorecidas por la diosa fortuna, sean los que paguen el despilfarro de otros.

De momento los que tienen que renunciar a la seguridad de vivir cada día con lo meramente necesario son los que menos sueldos han tenido y tienen, autónomos, obreros de cualquier oficio y jóvenes con empleo de mala calidad, si lo tienen, y los que buscan desesperadamente encontrarlo en España y en el extranjero.
Las estructuras donde todos nos apoyábamos nos han fallado, y en este carnaval de febrero de 2012, las caretas se caen en juzgados y denuncias escuchadas en medios de comunicación, sin que los casos descubiertos de los muchos corruptos nos solucionen la problemática en la que estamos hundidos.

    *            Asistimos al esperpento del carnaval y las murgas como única vía de escape para nuestra rabia e impotencia ante la débacle de la realidad cotidiana. Emulamos al cisne en su último canto al ponernos el disfraz del carnaval, intentando tapar las muchas heridas y cicatrices que nos deja el día a día.

Nos convoca el carnaval a sacar de los baúles, que ya no tenemos, porque en la propiedad horizontal de los pisos no caben, y sí son ostentados en tiendas de anticuarios, para decorar mansiones de nuevos millonarios, que pagan sus facturas con la piel sin botox ni estiramiento de bisturí de todos lo que ahora, acuden a oficinas de empleo sin esperanza de trabajo, solicitando ayuda en las Caritas parroquiales de las iglesias católicas. Iglesias donde se pide donativos  para este fin, y donde silenciosamente los creyentes que acuden a misa, depositan en silencio su donativo, amén, de otros muchos, tener cuota anual y ser voluntarios sin paga ni fotos en las revistas amarillas o rosas, de las mal llamadas revistas del corazón, y de las que se ocupan de la economía financiera y de cómo baja y sube los valores en bolsa.


El pueblo llano, se burlará de nuevo, embutidos en disfraces procaces y a veces soeces, de monjas, frailes, obispos, curas y beatas con la disculpa, por parte de todos, de que no se hace con mala intención.

*    Pero en esa quimera  no deja de sorprenderme, que no se haga burla y se disfracen, con atavíos de otras religiones menos respetuosas con los derechos humanos y por supuesto, nada generosas con los mendigos actuales.  Porque mendicidad es ir a pedir comida, vestido y euros para pagar la luz, el agua… realidades actuales disfrazadas  en el carnaval de la vida con la sinrazón de la crisis  que padecemos los más débiles.

En las tramoya de los carnavales entre gasas y confeti, se arropa la escasez y la miseria de muchos, junto con el temor de perder los servicios de una sanidad que hemos pagado con nuestro aporte personal, sin permitirnos el lujo de lucir modelos exclusivos de modistos, ni comer en restaurantes, donde los restauradores saben muy bien quienes pueden pagar estupideces culinarias diseñadas para ricos sin pudor y sin conciencia.
El ocaso de nuestro entorno nos estremece al imaginar que peligran  las jubilaciones: Jubilaciones de 1200, 600, 400 euros sin esperanza de ayuda por parte de los estados autonómicos, tan generosos con eventos donde ha corrido el dinero, sin el mínimo escrúpulo  de culpa por disponer de lo que no era suyo. Y ante esta fea realidad el que esté libre de culpa que tire de la verdad tan escandalosa y miserable.

*    El despliegue del carnaval enmudece ante esta carnavalada social en la que estamos inmersos. Al filo de la angustia la mejor mascarada es escuchar a los políticos, sin lumbre que encender y sin disfraz que oculte la marginalidad adonde estamos abocados.  Pero sobre la gleba, que no otra cosa somos frente a los abusos de los poderosos banqueros, y la consecuencia del mercado que nos esclaviza, nadie rompe una lanza a nuestro  favor, por lo que los próximos carnavales seguramente que ni tendremos traje con el que disfrazar  nuestras derrotas. 

                                                                                       Natividad Cepeda