Recordando a Paco Creis
poeta y mecenas de la poesía,
a su fiesta de la primavera
en su casa de la Cárcel Vieja
de Valdepeñas. Con mi gratitud
En la
Mancha la primavera es una pasión de luz y de color. Es cuando el nacimiento de
la vida se afirma y la creación vuelve a resurgir ante nosotros con toda su
seducción. Para esta aprendiz de la palabra y la escritura, la lengua materna y
su expresión es una pasión constante y única. Sin la palabra la poesía no tendría
cabida en las artes; y sin la poesía jamás hubiera conocido a Francisco Creis
Córdoba.
Durante años, invariablemente a los poetas
nos llegaba una invitación del Presidente de la Asociación Amigos de Juan
Alcaide, Julián Creis Córdoba, a participar en La Semana de la Poesía y de la
Primavera., lugar: sede de la Asociación, calle Cárcel Vieja, 12, en
Valdepeñas. Y allí nos recibía Paco Creis con su voz de tierra, y su ágil
pensamiento, que sin esfuerzo nos dedicaba frases a la medida de los que íbamos
llenando el patio señorial de su casa.
La primavera desde hace años tenía ese
pórtico entrañable de la casa de Paco Creis y cuando por causas mayores no me
era posible asistir, sentía que algún ropaje floral me faltaba de la primavera.
Este año de 2003 a la casa emblemática de Valdepeñas le ha faltado su dueño. Fuimos llegando los
poetas y los amigos, entramos al zaguán, nos sentamos en el patio y todo estaba igual; la galería, los
cuadros, las macetas con sus plantas, el sol que se colaba desde arriba a través
de la cúpula de cristal, la mesa con el mantel y el micrófono, el atril al lado
dispuesto para los que nos atreviésemos a leer... La puerta de la calle
abriéndose y cerrándose en pequeños espacios de tiempo, los saludos a los
amigos, Maruja, Julián, Matías Barchino, Emilio Ruiz Parra y Franca, Aurora Gómez Campos, Jerónimo
Calero, Antonio García de Dionisio, María Luisa Menchón, Pilar Martín de
Pozuelo, Nieves Fernández, Eugenio Arce Lérida, Esteban Rodríguez, Isabel
Villalta, Teresa Sánchez Laguna, Nicolás Del Hierro con Ana, su esposa. Isabel del Rey, Jesús Lara Serrano,
Victoriano González de la Aleja, los amigos de los componentes de la Tertulia A
7,-los que quedan- Manuel Velasco, Pepita... y muchos otros amigos valdepeñeros y de otros pueblos que fieles a la cita con
la primavera fuimos ocupando las butacas en el patio.
No se
leyó como es habitual en esa celebración un poema de Juan Alcaide. Esa mañana
Julián Creis Córdoba explicó que la IX Semana de la Poesía y La Primavera era
un Álbum Poético en Homenaje al desaparecido Francisco Creis Córdoba. En su
memoria se leyó uno de sus impecables y bellos sonetos. La mañana entonces, se
quedó inútil, porque el sol no derramaba suficiente luz sobre la Mancha y Valdepeñas.
Nicolás
del Hierro fue el primero en leer y en denunciar que allí, en aquella casa y en
aquél día, faltaban muchos amigos que, ingratamente, no habían acudido a la
cita. Se acurrucó la mañana entre las
columnas de piedra del patio mientras los minutos se fueron muriendo sin sonrisa y algo
irreparable, parecido a un dogal me oprimió el espíritu. Sentí a mí alrededor
una tristeza geográfica, como si en cada sitio de aquella casa faltara el aire.
Fue como si en aquella mañana las
semillas que germinaban se desvanecieran y la máquina del tiempo, injusta, me
restara el tiempo que ya nunca más volvería.
Leímos. Leíamos poemas en recuerdo de
Paco Creis, y las palabras eran húmedas, y los ojos estaban turbios porque en
el horizonte de la mañana y en el mapa del pueblo, ya no veíamos al amigo entre
nosotros.
Terminó
la lectura y con ella la consumación de la mañana. Nos fuimos unos pocos a
comer, como en otros años, al Mesón del Cojo. Ninguno dijimos nada de lo que
allá dentro del alma, escondida como una mortal herida teníamos. Luego nos
despedimos y salimos por diferentes carreteras de regreso a nuestros puntos de destino. La tarde con su
cántico de primavera fue dejando su signo en el paisaje, y en ese territorio
inmaterial del sentimiento volvió Francisco Creis Córdoba abriendo los postigos del
recuerdo.
Volvió
con todo su equipaje humano a borbotones, con sus repuestas rápidas y
contundentes, con su generosidad de singular mecenas, con su pasión de amor por
la poesía, con la apertura de su persona y de su casa, de su pueblo, de su
vida, de su muerte en enero y de su renuncia a descansar en suelo manchego por
amor a un amor más fuerte que la simbiosis de la muerte y la vida; su esposa, su amor de toda su vida...
Sé que
hoy es primavera y que en ella, aunque marque el número de un teléfono ya jamás
volverá a contestarme la voz peculiar y fraterna de Paco. Su voz vital de
tierra fuerte y dura como la tierra manchega. Su voz invitadora que acercó a
Valdepeñas a tantos hombres y mujeres con la palabra y el lenguaje como único
equipaje. Su voz que hablaba de Juan Alcaide y que lo mantuvo vivo a pesar de
que alguien escribiera de él, que era un poeta de pueblo, en tono despectivo.
Como si los poetas de los pueblos no cupieran dentro del circular devenir del
milagro del lenguaje y la creación.
Paco y
su voz varonil que se había vuelto
débil, porque batalló con la muerte en favor de la vida hasta que no
pudo más.
Paco,
disculpador, cuando yo me disculpaba por llamarlo en los últimos meses de su
vida. No, no me molestas, al contrario
llámame, repetía siempre, y me decía que
la mía, era una voz muy querida, y que cuando él, ya no pudiera seguir hablando por causa de su enfermedad, apagaría el teléfono.
Esa voz
que es ahora silencio, punto final de una etapa, de la vida de un gran hombre
poeta y soñador, quijote de esta tierra que sentimos cerca a pesar de la lejanía de la muerte.
Lo
sentimos, lo siento, de la misma manera que se siente crecer la siembra y nacer los tallos
en las viñas; viñas que él tanto amó. Amor del mismo modo y manera que se crea un
verso para alojarlo en un libro, así sentimos la marcha del amigo. Un libro al que acudiremos, cuando
hayan pasado muchas primaveras, para que así Paco, resurja y vuelva consumado en ella
y en sus versos.
Y por
ella, la palabra regrese a otros labios, a otros ojos, a otros corazones...
Paco Creis, llamarte amigo y conocerte
ha sido y es, un privilegio, un regalo que la vida me dio. Perderte, es como tú
muy bien has dejado escrito, "es la hora final de la verdad". Esa verdad que se llamó Valdepeñas, y a la que nos llevaste hasta
después de tu muerte a vivir la primavera sin ti, pero contigo en la poesía.
hoy casi igual que ayer.
Mañana
cuando regresen otras primaveras y en el transcurrir de los años estas palabras
sean sólo olvido. Mañana, yo deseo que tu palabra hermosa y verdadera con la
que compusiste tus sonetos, vuelva a ser
leída en Valdepeñas. Mañana, cuando
tu existir sea perfil del día y cáliz
del los estambres de la flor del almendro.
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Hoy
nueve años después de tu partida sigo
sintiendo que a esta primavera de 2012 le falta tu presencia y tu ímpetu de
generar amistad alrededor de la poesía. Pero, sabes, Paco, los almendros siguen
floreciendo y al verlos en todo su esplendor te evoco porque siempre seguirás
unido a los brotes nuevos de cada primavera de mi vida.
Natividad
Cepeda
Dibujo: Natividad Cepeda