sábado, 24 de agosto de 2013

La reina de la feria de Tomelloso


                              
Amanece dejando en el cielo el último resplandor del lucero del alba. Por la calle se escuchan pasos y trajín de ir y venir de gente y de coches. En verano, sobre todo en los fines de semana, al amanecer, rezagados y con aire de cansados los grupos de jóvenes regresan de vivir la noche. Las chicas, muchas de ellas andan descalzas llevando en sus manos los altos zapatos de tacón. Con zapatos y sin ellos son bellas mujeres a pesar de las ojeras y el aleteo del sueño meciéndose en sus parpados. Pero esta madrugada los pasos de los callejeros suenan diferentes. Son pasos alegres, ligeros y diáfanos como queriendo llegar cuanto antes a su destino. En la calle algunas golondrinas que aún no han emigrado pasan veloces por la franja del cielo azul de la calle. Es 15 de agosto y Tomelloso se remueve al son de las fiestas anuales de la feria. Las vacaciones de los tomelloseros, mayoritariamente se cogen para la feria. Es un descanso deseado. Los más atareados son los agricultores con la premisa del melón y la preparación de la vendimia, pero también la festejan a pesar de madrugones por la faena y en muchos casos, demasiados, por los robos en pozos y motores, melonares y aperos de labranza que para los dueños de lo ajeno de todo lo robado se saca euros. 

A lo lejos se empieza a escuchar rumor de voces: voces en gorjeo humano, sin estridencias y al son de las voces tintineo suave de campanas mecidas al donaire del un suave balanceo. Luego, de pronto, rompiendo la fresca mañana suenan  trompetas  y tambores anunciando la entrada de alguien importante por las calles del pueblo. La comitiva se adentra rápida por la calle Socuéllamos, y a la mitad de la calle un hombre se adelanta con paso rápido a los demás… Se apresura, con gesto embriagado y satisfecho prosigue hasta llegar a la iglesia de la plaza. El templo de la Asunción de Nuestra Señora  ya está repleto de fieles, repican las campanas de la torre mientras vuelan los gorriones por árboles y el redondel exagerado de la fuente, acercándose poco a poco el murmullo de voces de la comitiva. A lo lejos se divisa la Señora portada por sus hijos. 
Las andas plateadas relucen con la luz de la mañana. En el templo iluminado espera el sacerdote la entrada de la Señora, ha caminado con ella desde el Santuario de Pinilla y por si acaso le fuera a faltar tiempo se ha ido adelantado para esperarla dentro del templo; don Matías Rubio Noblejas la conoce desde siempre, argamasillero de nacimiento con raíces tomelloseras, por aquello de tener abuelos comunes y por la cercanía de ambos pueblos. Apenas en sus labios se esboza  una leve sonrisa, aunque sí son sus ojos los que le delatan el amor a la Madre de Dios en cualquiera de sus advocaciones. 

Repican las campanas. A gloria dirían los de antaño, los que nos la trajeron al pueblo y nos la legaron llenos de esperanza en su milagro de fe. Los años transcurridos no han impedido que nadie le arrebate ser la Reina de la Feria. En su honor se hacen los festejos programados, y puntual, la primera autoridad del pueblo renueva su voto en nombre de todos los tomelloseros. Año tras año don Carlos Manuel Cotillas López, alcalde Presidente de Tomelloso lee su voto en medio de un calor sofocante a causa de estar el templo abarrotado de fieles. El alcalde la conoce desde niño, no ha necesitado ser político para pasar al templo, lo traían sus padres como algo natural, igual que lo llevaban al ferial y a la romería, y él, como todos los tomelloseros sabe, sin dudarlo, que la reina de la feria es la Virgen de las Viñas. Siempre lo ha sido en tiempos de bonanza y en tiempos de crisis.
La feria se sustenta en Ella, al margen de la corona y el manto, lo importante es verla con el niño chiquito y chatejo, sosteniendo, cada uno de ellos, en sus manos los racimos de uvas blancas y  negras. Dios es así, cercano y sencillo  y por eso nos acogemos a su misericordia cuando nos quedamos sin puerto ni barcos donde anclar nuestros anhelos. Lo demás se ha ido cambiando, el ferial de lugar, los alcaldes de signo político se suceden, las modas en elegir reina y damas posaron a llamarse madrinas y se quitan cenas de gala o se vuelven a programar con pretextos diferentes porque no es fundamental para que se celebre la feria.
La miro pasar delante de mi casa y pienso, que al margen de la historia escrita hay otra historia que subyace en el alma por encima del tiempo.
La fe es intangible, es una emoción inenarrable, es la confianza que nos signa cuando imploramos ayuda y protección, incluso cuando la fe nos falta.
Miramos al cielo y nos sentimos pequeños. Virgen de las Viñas: Virgen de  Agosto, patrona de mi pueblo y de otros muchos pueblos, puestos bajo el cobijo de tu manto y de tu hijo; Reina de la Feria con corona y cetro que no necesitas, que te coronemos para verte hermosa, bella y soberana, madre y compañera de todas las madres del mundo; Señora del cielo, protege los campos y que la cosecha de la vid, llegue a los lagares por eso celebramos feria, lo demás son modismos, traca de un momento. Polvo del recuerdo.
             

                                                                                                                 Natividad  Cepeda

Publicado Diario Lanza 23/08/2013


miércoles, 21 de agosto de 2013

Cenicienta ante el espejismo del ideal soñado




Con la visión de quien ha descubierto el lado del espejo oculto en plena madurez  personal y poética, Presentación Pérez González, aborda el tema del ideal soñado femenino, escrito casi siempre desde la visión masculina, y explotada hasta límites insospechados en películas y series televisivas del príncipe azul, deshaciendo con su verso ese espejismo desde un paisaje poético bajo el monólogo de una mujer que se descubre a sí misma hallando la pasión del amor desde otra dimensión y encuentro.
El titulo: “Cenicienta no quiere un príncipe azul” 
avisa de la rebeldía de la autora ante los estereotipos inmutables con los que se ha educado desde la literatura clásica, obviando, sin dejar lugar a la duda, de que ese sueño es el único en el alma femenina. O dicho de manera clara y rotunda, sueño exclusivo de mujer.

Los siete versos del primer poema nos abren la puerta de una confesión dolorosa que castra y anula la personalidad de Cenicienta: Era centro entre dos águas, / mitad de mucho, /mitad de nada,/ mitad de esperanza,/ mitad de sumisión./ Mucho de miedo e inseguridad,/ el sentimiento desnortado. Sombra perdida y desorientada en mitad de nada; poema humano nacido de lo hondo de la pérdida de un cobijo dentro de un paisaje inconstante y falaz. 
Al arrimo de los sueños, cenicienta se adentra en un mundo real y no onírico,  y bajo el enjambre de los gozos aparece proyectado en el horizonte la oscuridad de las  sombras. El afecto buscado se frustra entre hermanastras y vaticinios de malos pronósticos cuando… Es tan triste llegar a descubrir/ que en cada atardecer/ tiembla de soledad tu vida. Poemas  difíciles de penetrar en su contenido y de hondo sentimiento espiritual con indudable carga de denuncia social. 


Confidencialmente, desfilan  los reveses de la realidad de cenicienta en cada uno de los poemas por donde se desgrana su identidad asolada, que a veces hace flaquear su fortaleza. La vida, quebrada y deshumanizada, rota tantas veces por fracasos y desencantos, ahogada por  lágrimas que nadie limpia ni ve. 
 Libro valiente, sin ambigüedad ni escondrijos, amparándose en metáforas elaboradas de lirismo tantas veces vacías de contenido en muchos libros de poemas. 
Poemas desgarrados, y a la vez, envueltos en  belleza intensa de expresión los escritos por Presentación Pérez González, acercando al lector al desalojo literario de los fatuos modelos de las heroínas de los cuentos de hadas, mostrando en cada uno de los poemas el amargo sabor del desamor. 

La mujer que escribe, habla de la mujer, que no quiere renunciar a ser mujer.   
Paradoja inverosímil, lamentablemente ocultada casi siempre por esa sumisión que Presentación Pérez González muestra desde el principio del libro. 
Libro con poemas hermosos y definitivos en su contexto y elaboración y diáfana riqueza en el lenguaje con imágenes utópicas, al compás de la congoja  y la vehemencia ardiente de la pasión que hace a cenicienta calzar zapatos de cristal que condicionan su fracaso.

 
He leído los poemas con detenimiento y he vuelto a ellos para adentrarme en cada uno de sus mensajes cifrados por las innumerables claves que se encuentran en ellos.
Cenicienta  asume su derrota después de vestirse de domingo en el poema quinto:

Esta mujer vestida de domingo/se abre paso en los muros del olvido, /parodia de otro tiempo/que evoca un sueño deslumbrante. Herida en lo profundo de  su ser con precisión describe el dolor que la aflige en este bello poema de principio a fin del que trascribo algunos versos.  
Esta mujer vestida de domingo/ ha cruzado el umbral/respirando su propia lástima, y la renuncia azul/de un corazón herido/con sabor cárdeno en los labios.
 Cenicienta se posiciona a lo largo del libro sin ignorar que Sigue lloviendo, /en el charco se mueren las burbujas,/y otra vez la ilusión les chapotea/intentando salvar/no sé qué historia. Sintonía de íntimo dolor la lluvia y el llanto por el paraíso perdido…
Nada será lo mismo, no vendrá otro príncipe a salvar a cenicienta del hollín y la ceniza. Poesía del desencanto y la desilusión; del naufragio humano, con la visión sobrenatural e insondable de un profundo abismo, ante la soledad que se avecina y se manifiesta en los versos que aseguran: 
 Ayer fuisteis fuego y ceniza/, letanías inciertas repitiendo los nombres, /pliegues de escucha eternamente solos/que hacen de vuestra geometría/sombras para el leteo.
  Sin dudarlo cenicienta beberá de las aguas del río mitológico del Hades para olvidar. Todo se entrelaza en estos poemas por donde el cuento clásico dialoga con los ancestros griegos de nuestra cultura gracias, a la creación literaria de Presentación Pérez González. 


Versar por los veinte poemas que componen el libro de la colección bibliográfica de Manxa escrito por Presen Pérez, es sentir el aguijón de muchas vidas palpables. Vidas que tocamos con las propias manos en un intercambio universal del remoto estadio de la grey. 
  Poesía con voz propia de mujer y de poeta, 
la de Presentación Pérez González, abordando el tema del que han escrito otros poetas, el desamor, sin la implicación, me atrevo a afirmar, de esta creación exclusivamente femenina sin ambages por donde las náyades son cómplices/y les siguen atentas/hasta perderles en  bosques de abrazos, /que fieles a su impulso/dibujaron la rosa de los vientos. 

¿Esencia de lo incierto? Poesía que nos salva. 

Poesía sin puertas para traspasar el misterio del pasado con el presente, avisándonos, de que los poemas son espacios por donde transitan los mitos  que perduran hoy. Y en su penumbra, dicen que fue la Ninfa Egeria la que veló sus huellas/contra el muro de lo imposible, / en tácita condescendencia/le acompañó al desván de los recuerdos. Y para abrir la puerta de la vida y la esperanza cenicienta se encontró con su prójimo… 
                                                                                                                   
Poemas de humanismo  renacentista, los escritos por esta poeta de Villanueva de los Infantes, trovadora de los Campos de Montiel que nos los regala, cual bálsamo del alma y el espíritu, para alertarnos, que incluso en tiempos de penuria, la poesía de Presentación  Pérez González,  es reflejo de los mejores creadores.








                                                                                                  Natividad Cepeda



Arte digital: N. Cepeda








viernes, 9 de agosto de 2013

Tus manos



Tus manos, mi camino
evidencia exclusiva
de lo que es diferente.


                                 Mis manos son las tuyas,
                                 tienen la misma longitud
                                 nuestros dedos.


Cuando se encuentran
nuestras manos, se miden,
se palpan, se funden en una sola.

                                    Mis manos  buscan tu pecho
                                    su calor, su firmeza,
                                    tu temblor palpitante.

 
Tus manos se deslizan                                                               
como el agua en la arena,
y vienen por toda mi epidermis.


                                     A veces son muy bruscas.
                                     A veces son ingenuas…
                                     Principiantes, nerviosas.


Tus manos semejan olas,
 conchas, algas, caracolas
y espuma de la mar menesterosa.


                                    Me quiebro entre tus manos
                                    y entre ellas renazco
                                    de mil derrotas y cientos de fracasos.





He dejado mi alma entre tus manos,
mi fatiga en sus palmas,
mis sueños en la frontera de tu vida.


                                        Mis manos enlazadas
                                                                                             a tus dedos me revelan
                                                                                             la misericordia de tu amor.


Cuando miro tus manos
veo  tú corazón amándome
 y en sus profundas rayas,
las huellas de todos tus  trabajos.



                                      
                                       Sin ti no tengo nada
                                       me quedo escayolada
                                       con múltiples fracturas en mis dedos,



con heridas fantasmas que me sangran,
y para nada me sirven mis manos
si tú no estás en ellas como siempre.


                                                                                                   Para nada las quiero
                                                                                                  si mis manos no huelen a tu cuerpo
                                                                                                  y no tiemblan contigo intensamente.


                                               

                            

                                                                                                                              Natividad Cepeda      


         

                                                                    


 Arte digital: N. Cepeda

jueves, 1 de agosto de 2013

Lloran las campanas en Santiago de Compostela

    
        Lloran las campanas, tañen con su voz al aire sin otro mensaje  que su herido  lamento.
Todavía lloran al paso de los días.
Lloran y claman al cielo por los que se han ido… ¿Adónde, Señor, contigo? Se me quiebra la voz en la garganta, me rompo henchida de tristeza mientras manan de mis ojos mares de lágrimas. Siento que el frío de la muerte hila la sangre en mis venas al ver el sueño de los muertos. 
Duermen y lloramos por ellos por los recodos de los valles y las llanuras lejanas de la ciudad santa de Santiago de Compostela. Navega la esperanza en el Dios que yo creo a pesar del ocaso de estos días. Fluye el rumor del mar, ola a ola navegan las almas de los muertos en el poniente de la vida. Se nos rompe el timón cuando perdemos a los que amamos y los perdemos en la corriente de la muerte que no cesa en su constante flujo universal.

Bogo hacia Ti, Dios de la vida, a pesar de los timones rotos. Y siento la amargura de la impotencia y de la pena por tantos muertos en el mundo. Aquellos que se han ido nos esperan en las remotas islas de los cielos y los que conocen el valle de Josafat señalan desde Santiago la senda que nos toca seguir.

Ahora cuando han pasado apenas unos  días de la tragedia del tren Alvia y sobre los raíles vuelven a circular los trenes, seguimos escuchando llorar a las campanas.  Volverán a tañer las campanas en Santiago de Compostela, muchas otras veces, con su llanto fúnebre que nos llama a congregarnos alrededor del Apóstol.  Misterio de misterios, en un campo de estrellas quedose la vida y se labró la tumba. ¿Quién me puede explicar esa incógnita?

Yo estuve en esa ciudad hace unos años, por la noche paseaba por las calles solitarias que son el cinturón de su catedral. La plaza del Obradoiro,  solitaria,  era el eco de los pasos. Pasos que parecían perderse en el infinito recodo del silencio. Apenas si éramos unos cuantos los que andábamos por ella, solos y envueltos en la noche, roto el silencio por el reloj y los sonidos imperceptibles de murmullos que no supe nunca de donde provenían. He vuelto a ese lugar desde la noche del 24 de julio cuando desde la pantalla del televisor vi al tren descarrilar en mitad de la noche. He vuelto a revivir ese extraño misterio que percibí en el mismo corazón de Santiago de Compostela, tan diferente a las horas diurnas.
Y sigo preguntándome  el por qué de ese angosto camino del tren roto a las puertas de una ciudad en fiestas. Y sigo escuchando ese lamento humano en memoria de los que nos dejaron.
Homenajes a los que se han ido y homenajes a los que por caridad ayudaron a muertos y a vivos estas pobres palabras. Homenajes de los pobres humanos que miran a las estrellas sin descifrar su callado mensaje.

Aguantamos el dolor con valor y con tristeza. Nos arrodillamos ante la magnitud de la tragedia y encendemos velas para alumbrar el camino desconocido;  dejamos nuestro presente de flores y lágrimas  junto a la barca del Apóstol, porque también Él, llego hasta nosotros en brazos de la muerte para dormir aquí el sueño de los justos.

Han venido ataviadas de llanto las perseidas de agosto: hay un llanto en las estrellas por los que desde abajo lloramos por los que nos faltan.

Dios consuele a los que los lloran por la ausencia de los que amaron, y cuide a los que luchan por la vida.  Porque los hijos nacidos de mujer y de hombre, siguen siendo pequeños ante las innumerables tragedias de la vida.
La ciudad de Santiago de Compostela todavía sigue sobrecogida por el dolor y con ella lloran las campanas de todas las ciudades de España, porque  la belleza de las estrellas las tapan nuestras lágrimas.

                                                                                                                               Natividad Cepeda  



Arte digital: N. Cepeda