martes, 18 de febrero de 2014

Mi Encuentro Con Francisco Mena Cantero


Escuché hablar de su poesía a muchos otros escritores con respeto y admiración hacia su obra. Entre ellos al desaparecido Francisco Creis, y a su hermano Julian Creis, en la casa de la calle Cárcel Vieja de Valdepeñas.
También a la escritora  Ana Moyano, por citar algunos nombres. Había leído su poesía como suelo leer a los poetas, deleitándome, con ese placer que siento cuando me sumerjo en la lectura de las imágenes poéticas.
He escuchado reiteradamente decir a muchas personas que prefieren leer prosa, antes que poesía y,  escucho sin opinar nada ante esa afirmación. Luego he ido descubriendo que esa misma gente, o muchos de ellos, han escrito poesía, o al menos lo han intentado, pero curiosamente casi ninguna de estas personas conocen la obra de nuestros poetas. A lo sumo, citan a los poetas populares y poco más.
Francisco Mena Cantero es uno de nuestros grandes y buenos poetas manchegos. Ciudadrealeño de bien, y manchego en su porte y en su hablar. Aunque creo que su permanencia en el Sur, concretamente en Sevilla, le ha dejado en la mirada el sello y la hondura que marca el destino de pertenecer a dos tierras.
No sé si en Francisco Mena Cantero, a estas alturas de su sabiduría, la poesía que lo habita y sostiene, le ha aportado la grandeza que se desprende en sus composiciones, o esa grandeza de alma le fue regalada desde antes de su nacer. Pero, sea como sea, sumergirse en la lectura de su poesía es encontrarse con un  filósofo que al escribir muestra las múltiples acciones que los humanos podemos sentir, hacer y pensar.

Dones, que dirían los clásicos, de la mente y el corazón, que son las que abren el universo a los mortales. Porque Mena  Cantero es un poeta para la posteridad ya que su poesía seguirá viviendo después de él.  Imponerse la tarea de escribir es sucumbir a dejar las reflexiones íntimas para que sean conocidas por todos. Es compartir las emociones con otras personas, a las que probablemente, jamás conoceremos. Por eso es tan importante conocer al autor de esa emoción. A este poeta y articulista le había seguido sin ponerle rostro. Porque para un  autor su verdadero rostro es su obra.

Pero la amistad que siempre es milagrosa, fue la que me brindo  conocer su rostro y su figura. Ocurrió un sábado, 17 de noviembre en la cervantina Argamasilla de Alba, con motivo del homenaje que, Los Académicos de la Argamasilla, rindieron a la escritora Ana Moyano, hace algunos años. Impecable en su modo y en su hacer Francisco Mena Cantero leyó unos sonetos en homenaje a Ana Moyano, y después con esa discreción de las grandes personas se me perdió al final del acto entre el barullo de los congregados.



He de confesar que me sentía algo azorada al dirigirme a él, para saludarle. Con el pasar de los años he ido aprendiendo lo importante que es respetar el espacio de los otros. Pero también soy consciente de lo afortunada que soy cuando coincido con escritores a los que sigo y leo. Me agradó su sencillez y su acogida llana y afectuosa, sin  presunción ni engolamiento, y supe que su obra poética y de artículos, no desmerecían en nada con el hombre que tenía delante de mí. Días después me llegó el regalo de su Antología Poética (1967-2002) editada por el Ateneo de Sevilla.
He leído, y vuelvo a su lectura en ocasiones, para reencontrar la humanidad que se destila en los poemas. Y no es este un artículo donde pretendo analizar la obra poética, más bien es  un recordatorio de lo satisfactorio que puede resultar un encuentro.

Un nombre y un hombre. Un poeta y un escritor, que medita sobre sí mismo, y luego, nos lo deja para que los demás hurguemos en sus heridas y en sus descubrimientos.
Francisco Mena Cantero habla de la besana y de la tierra, del caz de la noria del tiempo, y de las alforjas cargadas de dolor, de los cardos y  del barbecho en un libro al que llamó "Motivos de tierra" escrito en 1977 y al que leyéndolo hoy,  "Todavía puede sonar la undécima esperanza", para esta tierra donde él nació y yo vivo. Porque es cierto que nos une aquello de lo que hablamos y amamos, porque carece de edad y de época.

Todo poema y verso escrito en esta antología resuda interés por lo acontecido, y no sería vital ni actual, si no fuera así. La poesía verdadera es aquella que rezuma energía, la que no pasa, la que mantiene su mensaje sin disgregar lo esencial de la vida. Es una fotografía de signos donde el negativo es el alma. Y de esa línea universal donde todo transcurre escribe Mena Cantero, en  "El otro libro de Job" y su poema "Credo".


Libros por donde un hombre escribe desde la soledad del Ser, y sé que al verle, muchos no supondrán  que detrás de sus gafas y su mirada directa y sin tapujos, ese poeta lleva dentro de su envoltura, tanto equipaje de humanidad.
Veinte libros reseñados en esta antología que dejan al descubierto la trayectoria magnifica de su autor. Por eso hay que volver a él. A sus datos, y a su filosofía. A su verificación de lo que es humano, y a la vez busca a Dios en el libro que cierra la antología con el título, "Esta fe que nos lleva" que es Premio Mundial de Poesía    Fernando Rielo del año 2000, y donde en el poema "El Dios de la palabra" resume la creación del lenguaje y su significado del amor, con la difícil sencillez de lo que parece sencillo, y no lo es. Me tomo la licencia de transcribirlo por su belleza.

"Darle nombre a una cosa
 es crearla otra vez, una manera
de otorgarle la vida,
cuando te nombro, amor,
y tú ni me contestas.
Esto que está ocurriendo:
el nombre de las cosas;
llamarte;
verte dentro de mí, no con los ojos;
y otras cosas que se hacen con palabras
es demostrarnos a nosotros mismos
que somos
hijos del Dios de la palabra
y de su misma estirpe,
por más que no reconozcamos
que esto sucede siempre
y es así de sencillo."

Sin lugar a dudas que este manchego - sevillano es un poeta de sumo interés, y esta crónica, pequeña  acerca de su persona y de su obra, es una pincelada escasa, que solo relata un encuentro fortuito en una noche de otoño bajo el cielo manchego.


Es éste un artículo que anteriormente  publiqué en otros medios y escaparates de lectura, cobra vigencia y lo recojo, porque hoy a las siete de la tarde será nombrado Hijo Adoptivo de Ciudad Real Francisco Mena Cantero por la Alcaldesa  Rosa Romero a tendiendo las innumerables peticiones firmadas de los amigos que lo conocemos y admiramos.


                                                                                                                             Natividad Cepeda


Arte digital: N.Cepeda

martes, 11 de febrero de 2014

Recordando la vigencia de Eladio Cabañero

La fascinación por la poesía no siempre alcanza a todo el mundo; y en este apartado se pueden incluir a los mediocres poetas que jamás admiraran a los grandes.
Las causas suelen ser diversas, una de ellas es desconocer la obra del poeta, otra sentir el resquemor de la envidia y encubrir esta dolencia en códigos prefabricados de acoso y derribo del poeta y su obra.

Después de todo esto está la trama social de apuntarse a la moda del momento y ser asiduo de los eventos culturales, aunque los poetas y sus obras sean desconocidos. Eladio Cabañero poeta nacido en Tomelloso y residente en Madrid desde la década de los años 50, hasta su muerte en el año 2000, es uno de esos poetas más conocido por su nombre - incluida su ciudad natal- que por haber leído su obra.
Suele ser esto algo normal entre el gran público, y así hay muchos excelentes poetas  reconocidos por sus premios con escasos lectores de su obra.

A Eladio Cabañero durante su vida  ha sido frecuente verlo andar por las calles de su pueblo, metido en sí mismo, casi siempre andando camino de la ferretería de su amigo Emiliano Negrillo, hoy inexistente Allí, en esa ferretería con aire de solera familiar recuerdo que en una ocasión lo saludé, y le pedí hacerle una entrevista. Me la negó, y me dijo que podíamos hablar de lo que quisiéramos, menos de él. Mira, me dijo, podemos hablar de ti, de lo que haces ahora. A lo que yo le respondí. Ahora lo que hago es hablar contigo, que es lo más importante, y otros días cuando tú no estás por aquí, sigo viviendo como las demás gentes de nuestro pueblo. Él me miro profundamente a los ojos, le dio una chupada al cigarro, dejó caer sus manos, dando la sensación de querer llegar al suelo, y desde la silla donde estaba sentado me envolvió en su mirada y musitó con la voz hacia adentro. A mi ya no me quedan ganas de vivir.
En la tienda se hizo el silencio y yo supe que Eladio se moriría físicamente aunque se iría   cuando Dios lo llamara. Espiritualmente él ya se había anticipado a ese día.
Ignoro casi todo acerca del misterio de la vida, pero intuyo que en ocasiones hay un cristal multicolor  que nos hace vivir ocasiones excepcionales, o tratar a seres únicos e irrepetibles. Y hasta conocer a poetas puros; que también los hay, y los ha habido.
Un poeta no es mejor porque escriba muchos poemas, tampoco porque sea asiduo de los cenáculos donde se trasiega con los premios y las prebendas de cada momento.
Un poeta, lo es, por su poesía. Y porque los poemas  lleguen a emocionar a los lectores. A cualquier persona sin necesariamente ser un lector de su generación y al margen de que al autor se le haya conocido personalmente. Los poetas tienen ese don, carecen de tiempo y de edad
A Eladio Cabañero lo descubrí por un poema  leído a solas una noche de invierno, y supe que por ese poema Eladio Cabañero siempre sería un gran poeta. El poema lleva por titulo "Acción de Gracias por un Hombre", y éste poema es un poema universal de ayer, de hoy y para mañana. Lo es también el poema titulado "La comida", dedicado al poeta y amigo fiel, que lo fue hasta la muerte, Carlos Sahagún, y "Compañera", y algunos otros que emocionan y conmueven. Pero yo me pregunto ¿quien lee  estos poemas? ¿Quien asume la valentía de sus palabras y admira la belleza de sus metáforas?  ¿Quienes, cuantos acceden a ellos y van y vienen por sus versos? Pocos. Como casi siempre ocurre, una minoría.

Una vez más la historia se repite, un hombre muere y en la memoria colectiva se recuerda que entre nosotros ya no lo tenemos, y a Dios gracias se recopila su obra y se deja a disposición de quienes quieran acceder a ella. "Poesía Reunida" de Eladio Cabañero editada por Excmo. Ayuntamiento de Tomelloso y con la colaboración de la Excma. Diputación de Ciudad Real, es un libro para tenerlo entre las manos y en los anaqueles de la biblioteca propia, para conocer por él y su contenido a uno de nuestros grandes poetas Castellanos-Manchegos españoles sin prejuicios de vecindad tan dados a desprestigiar lo nuestro.     



                                                                                                                                         Natividad Cepeda.

Arte digital: N. Cepeda

sábado, 1 de febrero de 2014

YO CONOZCO UN AMOR DE NOSTALGIA

Lo vi por vez primera una noche de luna de febrero.
Aún hacía frío, y por las nubes lejanas, viajaba
la flor de los almendros, pariendo con sus pétalos
rosados, montes en los perfiles de la aurora.
Nos miramos igual que las estrellas se miran  en el mar,
lo mismo que los álamos se miran en el río,
igual que la lluvia se mira en el ventanal de las vidrieras,
o como los niños se miran en los charcos que dejó la tormenta.
Nos vimos, y después de mirarnos, proseguimos,
sin volver ninguno de los dos la cabeza. Cada cual a lo suyo.








La luz caía inmaculada sobre la carretera y los campos,
el aire, pasajero del mundo, besaba la frente de la tierra.
Y lo volví a encontrar, cayéndole el aroma de las flores
del almendro por sus manos  morenas. Y se perdió en la tarde.
Ardía la leña en el fuego, las brasas me hicieron recordarlo.
Eran sus ojos, apresurados y ardientes, lo que el fuego tenía.
Y salí a la calle a sentir la infinita tristeza de la nieve,
a ver los nacimientos de barro tiritando, a perderme en las calles
por si volvía a estremecerme con su encuentro.
Encontrarlo me seducía igual que una canción de medianoche.
La gente bajaba corriendo  porque el viento del norte llegaba
por plazas y rincones. Al azar entré en la Cafetería de las Flores.

Detrás de sus cristales  destilaban rocío los capullos de almendro.
Me quedé mirando la vidriera empañada y recordé febrero...
Se quebraba el frío en los muros helados cuando sentí dos brasas
quemándome la cara. Y se sentó a mi lado como un ave
que descansa de una gran travesía. 
Fue absoluta la huella de su beso.
                                        Se marchó con la noche, dejándome su ausencia, 
                                        una nostalgia eterna.


                                                                                                      Natividad Cepeda.



II Premio de Poemas de Amor de Conil  (Cádiz) Febrero de 2002