jueves, 26 de septiembre de 2013

Brasas de la memoria o un libro que se eleva a los labios igual que un vino

      
Felicidades desde el exceso de los días transcurridos sin haberte llamado para escuchar tu voz en el aniversario de tu nacimiento en Tomelloso, tu lugar primero donde viste la luz y donde yo también abrí mis ojos. 
Felicidades por haber nacido en septiembre cuando la tierra entrega el fruto de la cepa al lagar  y su sangre de zumo se convierte en pan para este pueblo.  
Felicidades para ti conocedor de otros límites allá en el horizonte dilatado de la ancha geografía del mundo, por donde tu palabra te ha convertido en arriero de las letras, con el eco de las gentes que dejan atrás tierra y abrigo maternal para subir peldaños en busca de fortuna.
Me adhiero a tu viaje, a tu necesidad de escalar la cúspide por caminos angostos, y por aquellos otros que parecían fáciles y no siempre lo fueron. Porque no te fue dado todo lo conseguido sin esfuerzo. Al igual que los hombres del agro, del que tú también procedes, campesinos callados y tenaces, que siguen apostando por no perder la línea de los surcos arados, también tú nos dejas tu cosecha de libros y palabras en el huerto sin tregua de la vida.

Decimos por aquí que La Mancha es un hermoso mar de viñas; sueño de quijotes soñadores y de mujeres que debajo de los trajes de boda y de fiesta, mantienen en sus manos, las alhajas de las manos duras por el trabajo. Y todo ocurre mientras se habla de cosas sin importancia como si el aire de septiembre siempre en todo el mundo estuviera aromado de mosto virgen recién prensado. Y no es así.
Leo en esta tarde tu libro de poemas "Brasas de la memoria" editado por Ediciones Vitruvio dentro de la Colección  Baños del Carmen, con la siguiente dedicatoria "Para Julia, el gran amor de mi vida", definitiva confesión cuando tu pelo es de nieve y de plata y viajas ahora más con el alma que con el cuenta kilómetros de cualquier mapa mundi.

Asegura el eminente Miguel Galanes en el prólogo de tu libro que "Remover - sobrasar- los rescoldos que, a través del tiempo, deposita la vida en la memoria conlleva desde la hondura más inquietante del alma, un movimiento de conciencia"  y así con esas certeras palabras introduce al lector en la lectura de unos poemas que son tu radiografía del alma. Es bueno el prólogo, como no podría ser de otra manera más, si no lo fuera, también el libro se leería con atento mirar del corazón y el intelecto.
Por eso también es esta tarde de septiembre felicidades por este libro que nos legas para la posteridad de quien lo coja entre sus manos y lo lea. Es tu regalo y a la vez tu seguir a través de la vida y sus misterios. Y los poemas... ¿con cuál quedarme? Uno a uno, con todos.
Un poema es una copa de vino que se eleva a los labios y se bebe sin prisa y con pausa. Un poema es un racimo de uvas sazonado con los grados precisos para elaborar un buen vino. Y los poemas de tu libro son un carro de  cosecha de vida que nos dejas caer en el jaraíz de la vida, para qué cuando nos adentremos en tu alma, tú, salgas a nuestro encuentro, José López Martínez, con la premisa justa de encontrar en tus versos el amor con el que navegas por la vida.

Es septiembre, Señor de la gramática y la literatura, y paseo mis ojos por tu acervo de emociones y me apropio de tantas emociones como encuentro en tus letras, en tus poemas que hablan de "Los limpios amaneceres" Bellísimo poema lleno de humanidad y memoria de niño que aletea entre los años transcurridos del poeta. Un libro estructurado en cuatro partes que son una sola. Y que me perdonen los críticos literarios por no escribir al uso de cuando se escribe de un libro.



Un libro no es solo estructura y regla, es mucho más que todo eso, sobre todo, cuando es un libro de poemas. Quizá por eso se puede ir de un verso a otro verso sin perdernos el   poso del poeta, y así, el poema "Corredor de fondo" al leerlo, despacio, aspiro en él el buqué del poeta. Y por qué no llegar al poema "La verdadera muerte" y al leerlo quedarme pensando en la filosofía que encierra su lectura. Sí, es un libro de poemas en esta tarde que abre las puertas del otoño para inaugurar en la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid, el martes 24 de septiembre  a las 19 horas, el curso del Aula Literaria Juan Alcaide, con el recital de poesía del escritor y poeta  castellano-manchego José López Martínez, Director de la Asociación de Escritores y Artistas  de España con este libro, que como su título indica, arde en las tardes otoñales porque está dedicado a un verdadero amor: los dos amores del poeta, el amor a su esposa y el amor a la palabra escrita.

Junto a él otro castellano-manchego, ciudadano del mundo, soñador impenitente y escritor valioso, Alfredo Villaverde Gil, Director del Aula Juan Alcaide en el templo profano de muchos castellanos-manchegos que todavía recuerdan sus orígenes.
Estamos en vendimia y yo leo cuando por la calle pasan los remolques cargados de uva camino de su muerte, y pienso que también yo quisiera ser  poema del libro junto al mosto virgen de las uvas.

                                                                                                                                                  Natividad Cepeda

Arte digital: N. Cepeda
Fotografía: José López Martínez y Natividad Cepeda

lunes, 16 de septiembre de 2013

Septiembre en el lagar

                                       

 Se despide el verano por las tierras manchegas con sabor a chocolate y buñuelos calientes, de las ferias de pueblos y ciudades de esta región enorme que se mira así misma sin que a nadie le importe demasiado.
Como pájaros del otoño que llama a nuestra puerta vuelven a las aulas los niños arrastrando mochilas con sus risas de vida y sus voces alegres. Los profesores después de los exámenes de septiembre repartiendo aprobados y suspensos, abren agendas y miran el futuro con cierto nerviosismo en palabras y gestos. Y los universitarios comprueban lo escuálido de las rentas paternas sumadas a los conflictos laborables que se han asentado por todos los confines familiares.

En los pueblos con raíces de cepas vitícolas ha empezado a oler a uva trasegada. El ciclo de la vida se cierra en el otoño con la muerte del fruto bendecido por Dios. Las uvas; nuestra ancestral sangre bíblica y milenaria son nuestro particular vellocino de oro, también hoy en tiempos de miseria y crisis añadida. Los campos de La Mancha son campos alzados al sol de la besana, repletos de esmeraldas bruñidas y copiosas de vides muy amadas.
Aquí nada nos ha sobrado nunca. Lo que hemos logrado es gracias al tesón de hombres y mujeres herederos de una casta que se dobla a la tierra, y doblados trabajan sin descanso desde tiempos antiguos. Ignoro, si de verdad las manos, nos nacieron primero en el útero materno o fueron los sarmientos los que nos dieron los dedos y los brazos para atarnos al cuerpo de la madre y la tierra.

Cuando llega septiembre el aroma se adentra en las venas del cuerpo y respiramos mosto en vez de aire y otoño. Escribo lo que siento, lo que llevo en arterias y alma, aquello que he mamado desde antes de ser yo engendrada. Relato la pasión que nos une a esta tierra tan áspera, tan dura y tan esquiva para darnos los frutos con los que hemos de vivir año tras año, siglo tras siglo, siendo todos nosotros anacoretas oriundos  desde un confín eterno.
Y todo se realiza como si fuera tan sencillo como beber un vaso de vino y trajinar con él en la cocina, añadiéndolo a carnes y pescados para darles sabor, y degustar alrededor de la mesa, la comida familiar y fraterna con el bendito néctar arrancado a la tierra.

El vino, nuestro vino, ha sido siempre compañero de la casta familiar. Desde antaño las abuelas, ancianas venerables, nos lo daban mojando una cata de pan blanco de cruz en vino, añadiendo azúcar espolvoreada, sabedoras de que aquél alimento aumentaba la fuerza  y nos daba energía. Jamás nos convertimos en alcohólicos los niños, ni tampoco lo fueron las sabias guisanderas que ablandaban la carne de cordero con vino, dejando en la mesa al mediodía la rica vianda elaborada. Con mosto elaboraban el arrope; postre para el invierno y con mosto la mistela servida en celebraciones festivas… Tiempos de amor a la vendimia de colgar en los porches las uvas doradas para comerlas en las últimas campanadas del año viejo que moría… Tiempos que nos han dado la riqueza de salir adelante con vinos señoriales, ilustres viajeros que nos preceden en tierras lejanas europeas, y de otros países y regiones. Vinos que nos dan cobertura firmando alianzas para continuar apostando por un futuro próximo, incluso cuando otros negocios se han vuelto esquivos  y también fracasados. 


Septiembre en Tomelloso es un lagar inmenso. Grande desde la pequeña extensión de su término. Hermano de otros pueblos que vendimian y viven debajo de este cielo. En el lagar redondo de la cooperativa mayor de nuestra geografía, comí el once de septiembre gachas de titos, o de  almortas, y migas de pastor y gañan, junto al vino, el chorizo y el pan redondo de cruz, ahora pequeño y sibarita, que junto a los cubiertos nos dejaban al lado. Comida de rufianes, que dirían los clásicos del Siglo de Oro español: pintores, músicos, poetas y narradores,  periodistas y fotógrafos de cámara y reportaje gráfico. Sin faltar los que sacan a escena en ventanas de plasma, la vida en tabletas y videos. Afuera el sol de la Bodega  y Almazara Virgen de las Viñas, besaba los lagares abiertos que recibían los primeros remolque de uva de esta cosecha, escasa en dulzor y grande en esperanzas.


El vino, presente, nos unía. Bridábamos, sin saber que lo hacíamos, por la vida y la tierra que guarda a nuestros muertos y nos da abrigo y alimentos. Todo estaba allí; las manos callosas de los agricultores, las de las madres y niños que empuñan lapiceros, también las que crean el arte en los lienzos en blanco. Afuera el Museo Infanta Elena, convivía con el aroma primero de las uvas…Magia o el sueño de un hombre que nos deja su rastro en las cepas y el arte. Confundido entre los últimos días del verano el hombre camina por el pueblo. Es uno más que cruza la vereda de la vida, apenas una sombre del mañana, un suspiro de aroma en la bodega, una gota de aceite en la almazara… Lo contemplo, delgado y enjuto en su envoltura; quijote del siglo XXI: Rafael Torres Ugena, Presidente, de este lagar inmenso que se alarga en la pequeña historia de La Mancha desde la cúpula del cielo de septiembre que envuelve en su abrazo a Tomelloso.  Dios te guarde  y nos guarde a todos. 

                                                                                                                 Natividad Cepeda

Arte digital: N. Cepeda