sábado, 26 de abril de 2014

Abril es romería de la Virgen de la Viñas en Tomelloso

 En Tomelloso, abril se llama romería. Abrazo fraternal, orientación que vuela desde los mástiles del cielo, golondrinas que de repente se acurrucan en sus nidos. Y el buceo del alma cuando reza con el escepticismo de la bruma diaria. O ese parpadeo que casi desmorona cuando tiendes las manos y estrechas al ausente y vienen en ese abrazo todas las luces cayéndonos en la superficie invisible de lo que no se olvida, como la mariposa que encendían los mayores para alumbrar senderos de los que se marcharon para que con su luz, no se olvidaran nunca de este pueblo tendido en la llanura horizontal y bravo. 

Lampadario de hoy, los jóvenes vestidos con chándal y deportivas introducen monedas y se encienden una tras otra lucecitas, esperanza sin límites que crepita y no hiere, o es quizá esa fe que late  a pesar de toda la incidencia de ser todos tan materialistas. Fe ignorada muchas veces, pero que cae perpendicular sobre uno mismo, sobre la ruta que converge en esa romería que aguardamos año tras año, y existe una estrella interior que señala la ruta para los que ese perdieron y regresan. Para todos aquellos que dejaron su mirada en el paisaje, en el sol que les cruza la génesis del misterio inviolable y certero de que pertenecemos a esta tierra sin más.
 
       Abril nos coge en su espiral, tiene umbrales de ansia cual  suspiro abandonado sobre el rojo crepúsculo de cadera rosada que el vidrio intocado de la tarde nos desliza en los ojos. Nos detiene, nos conjuga su tacto y nos irrumpe como un dulce viento sobre el corazón. La sombra de los pinos canta, duda, se mecen sus agujas y a mí se me abre en  el alma un rictus y no quiero rebuscar en el rumor del aire nada. Todo se va quedando exacto en su ascensión, la añoranza se funde con los muros del santuario de Pinilla, vienen voces, aguardan sobre la cruz tallada en la techumbre, hasta las manos sube el calor en ese justo hueco que yo retengo en ellas.
Como una flor silvestre en mis labios cerrados se alza la oración tantos nombres, tantos rostros amados. ¡Ay. Virgen de las Viñas! aquí estamos tú y yo. Un silencio de luna va rodeando los campos. Tú sabes Virgencita que en esta romería me falta mucha gente. Los niños risa fresca me miran con ojos de azabache, en sus miradas se funde el pasado y el presente. ¿Acaso estos niños somos todos nosotros que de verdad no hemos crecido? Un niño que nos mira y sonríe es el perdón de Dios a pesar de tanto desatino. Un niño frente al cielo cuando muere la tarde es la vida que aún se multiplica, ellos son el mañana de otras romerías. El tiempo, nuestro tiempo no existiría sin ellos. Cuantos niños crecieron fuera de Tomelloso y regresan hoy hombres. Cuantos niños que nacen lejos del santuario vendrán después a él. Niños de padres ausentes de su pueblo. De padres que retornan sin hacer el balance de por qué ese regreso cuando termina abril.

Tradición de la que no se habla, que a veces ocultamos entre los pliegues de esta civilización racionalista que no quiere pensar y se queda atrapada en lo mediocre de la contradicción. Pero la libertad es amor y es regreso a esa ilimitación que aceptamos sin renegar de lo que somos, movimiento que encarna nuestro ser en la historia más íntima y más nuestra. Manifiesto incansable de buscar los orígenes de la vida y la muerte, de lo imaginario y de la realidad de esta antropología moderna. Pero todavía es el tiempo de anticipar esa vuelta a uno mismo y señalar la ruta por la que regresamos, o  a la que desde épocas remotas pertenecemos. Sabemos que podemos dejar nuestra herencia de pueblo, esparcido por ciudades distintas, pero sin olvidar nuestra procedencia.
De donde se encarnó la palabra con su arcaísmo tránsfuga  de un lenguaje urbano.

        Un niño necesita  conocer la palabra y su origen, y necesita tener antepasados conocer los lugares de los que allí le aguardan o reposan. Conocer esa estirpe a la que pertenece frente a la pluralidad que descompone los valores de lo individual.
Que ningún niño ausente se nos pierda en ese laberinto sin tradición ni historia.
Los niños necesitan conocer el pasado, la sangre que creció a la intemperie, rota, fuerte, esparcida y, si queréis, ausente, pero aun así nuestra, suya, himno de milagro que siempre será auténtico. Un hombre sin un pueblo no es nada se convierte en un ente  que camina sin saber dónde va.

       Abril en romería es la llamada que nos une y agrupa, es sucesión amorosa de volver y encontrarnos, es inexorable fuerza de la determinación del quehacer inmediato con su imagen más pura y genuina.

        Tomelloso es un pueblo que sigue dando hijos para tenerlos lejos, para que recordemos al margen de la edad tanto ausente querido, pero la libertad es eso desprendernos de aquello que amamos y esperar  calladamente sin tener nuestras casas ni una puerta cerrada, ni un cerrojo clavado. Todos caben por las puertas del alma, todos pueden pasar. Que no me diga nadie que los tomelloseros no sabemos amar a los que no lo son. Que nadie certifique que aquellos que estuvieron viviendo en Tomelloso no lo recuerdan y volverán a él, porque sobre el dorso oscuro de esta tierra manchega sabemos ofrecer pan, vino y posada. Esa manera nuestra de acoger, nos la legaron  nuestros antepasados que sin conocerlos nos hicieron tal cual.
Cuantas fotos en silencio  nos hablan a todos de romerías. Una fotografía nos recuerda la plática que detesta discursos. EL lenguaje del grupo se nos viene a la mente, escenas familiares, rostros con nombres propios, y al mirarlas vas diciendo al niño, o al hijo que ha crecido la historia individual de los que desde la cartulina son romeros de una romería que ya no volverá.

       Pero todo renace, el encuentro prosigue, la palabra comienza a fluir, el romero hace planes. ¿Qué hacemos este año? ¿Quién vendrá? ¿Con quienes  comeremos?  Compra pronto la carne. La carne sobre todo de cordero manchego. Y al escuchar la frase vuelven los recuerdos de quien nos la enseñó a guisarla, a darle el punto justo… Se prepara la fiesta y se invita a los amigos  de otros muchos pueblos, y siempre hay quién pregunta que si para la romería vendrá la familia que está ausente. Sabemos que ese domingo único por la calle encontraremos a tantos conocidos, en Pinilla apenas si cabemos.


      Con la certeza sonámbula de que te falta alguien, acoges, vives la romería. ¡Oh Virgen de las Viñas que hermosísima eres!  Los remolques engalanados de ramas verdes desfilarán tan llenos de muchachos, y un cura, a paso ligero, vendrá acompañando a la Virgen en medio de la gente, igual que aquellos otros que este año también están ausentes, y otros años venían con la gente, que andando carretera adelante portan las andas voceando vivas y piropos a la Patrona, hasta desembocar en la calle Socuéllamos  y seguir a la plaza de España toda repleta de gente apiñada. Tomelloso es así, quiere verte venir, nuestra Virgen viñera. Mi Patrona querida, ahora somos ya muchos los que a Ti  rezamos e invocamos como Madre del cielo y Madre protectora.
Romería de abril en algún calendario se señala el último domingo y se susurra recordando hacia adentro…Ahora en mi pueblo sonarán las campanas repicando alegría mientras pasa la Virgen de la plaza a la iglesia. Es un tomellosero ausente que revive la escena. Romero en la distancia que reza sin saberlo.

       Romeros de abril, San Marcos y la Virgen de las Viñas, venid hasta Pinilla, llegad como vencejos con las alas al viento de los brazos en cruz y acortar las distancias, Tomelloso en abril sólo tiene una fecha, vivir la romería, hasta con los que se marcharon y hasta con los que por circunstancias personales no pueden venir a celebrarla.


       Romeros sin condiciones ni clase, obreros del andamio, del volante, del despacho, de las fábricas, del que porta los libros, del artista, del jubilado, del ama de casa y de la peluquera, del médico, del bedel, de la recepcionista, del viticultor y el melonero, del gañán de antaño y del agricultor de hoy, del bodeguero y el ceramista, del informático y el barrendero que acuden a la cita. Un pueblo con  María de las Viñas. Sin reservas, se invita a que vengan a ver desfilar las reatas de mulas engalanadas y carros pintados con esmero, orgullo de carreros y al mostrarlo, ponen  en su corazón la inmensidad enorme que tiene la llanura. Invitan a gachas, al festín, al escándalo espiritual de la primavera junto a su  religión por donde la vida fluye. Romeros, que  vibran desde la noche del viernes portando antorchas para la procesión alrededor del santuario. Romeros confundidos entre las casetas de asados,  vinos y cervezas en mitad de la música y el jolgorio hasta pasada la media noche y el sueño rinde. El domingo, en la explanada la misa de campaña, confundida la plegaria con los ruidos de la romería profana y festiva. Y a las cinco repican las campanas del santuario, sale la Virgen con su niño chatillo balanceando los racimos de sus manos al son de las campanillas de plata de las andas. Y el plástico, doblado y dispuesto, porque la lluvia casi siempre bautiza a los romeros, a las mulas y a las carrozas artísticas, y a las otras de verde. El agua besa a los tomelloseros en las aceras y en la plaza que aguardan la llegada de la Virgen alta y guapa como madre resuelta mostrándonos a su divino niño en su brazo. Y el desfile de trajes viñeros y manchegos, los bailes folclóricos delante del ayuntamiento presidido por la alcaldesa perpetua, la Virgen de la Viñas: la traca final y las campanas de la iglesia tañendo alto y claro recibiendo a la Señora entrar en el templo abarrotado de tomelloseros. Así, año tras año, despedimos a abril con agua o con sol, con viento o con nublado; no importa si el día es desapacible. Lo único importante es celebrar la romería de la Virgen de las Viñas  año tras año. Cuando la noche reina en Tomelloso el silencio lo envuelve con su manto y se duerme deprisa porque amanece el lunes y hay que volver al trabajo.


                                                                                                             Natividad Cepeda





 Arte digital: N. Cepeda