Los
adornos de luces icónicos de diciembre nos instan sin palabras a la celebración
de una navidad sin Dios ni religión. Por las calles, la estructura general orienta hacia la realidad de que la persona actúe
y obre sin la fortaleza del conocimiento, de lo que es vivir en toda
su amplitud. La doctrina de ser feliz
bajo la moral de todo está bien y se puede hacer y ejecutar, pues no
otra cosa es hacer realidad los programas dirigidos a manipular el pensamiento
colectivo, hacen olvidar a las “masas humanas “ lo que es benéfico o perjudica. El entramado social soporta las vicisitudes actuales
sin demasiado conocimiento de por donde se mueve la realidad de cada
día. Por lo que su experiencia es una agitación
constante entre las máximas que adoctrinan
políticos, educadores y medios económicos designando programaciones
audiovisuales y consumistas de frases breves que preconizan felicidad y poder,
mostrando personajes populares, felices por actuar y vivir bajo una vida exenta
de obligaciones y sí, sustentada en caprichos insustanciales y vanos. La
navidad es un suceso cristiano y el cómputo de nuestra era. La navidad es el
elemento inicial de la cultura de occidente por recoger y agrupar en toda ella
el legado griego, judío y romano de nuestra cultura reconocida por
instituciones internacionales.
Pero ¿quiénes son los que conocen las directrices
internacionales y las declaraciones dimanadas de ellas? Creo que sólo juristas,
políticos y presidentes de asociaciones internacionales porque muchas de las
iniciativas altruistas de voluntariado internacional dependen de las ayudas que
reciben de esas declaraciones de derechos humanos.
La institución familiar no recibe en España la atención que
debiera, por esa causa la maternidad no está protegida. Y este, no es tema de
un “test” para escribir buscando ese populismo abanderado por los que se
autollaman progresistas. Y no es un tema nada fácil porque buscar la verdad
nunca ha tenido demasiados buscadores auténticos.
Los rasgos mostrados en los día previos a la Navidad son
contradictorios por lo que cuando no se
consigue que las endorfinas cumplan dejando placer y alegría la depresión se
asienta entre las luces de colores de los corazones rotos. Nada es para siempre
salvo, la búsqueda de uno mismo con el conocimiento de que lo material no lleva
exclusivamente a la felicidad.
Nuestra sociedad se mueve entre el egoísmo la vanidad y la soberbia imitando a sucedáneos de la
verdad; a mitos insistentes, fantaseando para ocultar limitaciones y fracasos
tan existentes en toda vida humana. Es por eso que la Navidad que es un canto a la vida y al amor se viste de
falso triunfo entre la mucha apariencia de ser poderosos y el escaso valor de lo
verdadero.
Navidad es nacer, defender la vida, cuidarla y respetarla.
Sin esa anticipación a perdurar dentro de la familia, la sociedad, la nuestra,
está abocada al fracaso. Si dentro de la Navidad no se respeta la vida del que
ha de nacer y se protege la vida del que ha envejecido, del enfermo, del sin
trabajo y techo entonces no hay Navidad entre nosotros.
Navidad es amor y sin amor la familia se rompe, se fracciona y
corrompe y en ese horizonte la persona, cuando se encuentra sola cae en sus
temores y miedos.
Natividad Cepeda
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