miércoles, 7 de diciembre de 2016

Una sociedad sin prolongación de la familia

                                Los adornos de luces icónicos de diciembre nos instan sin palabras a la celebración de una navidad sin Dios ni religión. Por las calles, la estructura general  orienta hacia la realidad de que la persona actúe y obre  sin la fortaleza  del conocimiento, de lo que es vivir en toda su amplitud. La doctrina de ser feliz  bajo la moral de todo está bien y se puede hacer y ejecutar, pues no otra cosa es hacer realidad los programas dirigidos a manipular el pensamiento colectivo, hacen olvidar a las “masas humanas “ lo que  es benéfico o perjudica. El entramado  social soporta las vicisitudes  actuales  sin demasiado conocimiento de por donde se mueve la realidad de cada día.  Por lo que su experiencia es una agitación constante entre las máximas  que adoctrinan políticos, educadores y medios económicos designando programaciones audiovisuales y consumistas de frases breves que preconizan felicidad y poder, mostrando personajes populares, felices por actuar y vivir bajo una vida exenta de obligaciones y sí, sustentada en caprichos insustanciales y vanos. La navidad es un suceso cristiano y el cómputo de nuestra era. La navidad es el elemento inicial de la cultura de occidente por recoger y agrupar en toda ella el legado griego, judío y romano de nuestra cultura reconocida por instituciones internacionales.
Pero ¿quiénes son los que conocen las directrices internacionales y las declaraciones dimanadas de ellas? Creo que sólo juristas, políticos y presidentes de asociaciones internacionales porque muchas de las iniciativas altruistas de voluntariado internacional dependen de las ayudas que reciben de esas declaraciones de derechos humanos.
La institución familiar no recibe en España la atención que debiera, por esa causa la maternidad no está protegida. Y este, no es tema de un “test” para escribir buscando ese populismo abanderado por los que se autollaman progresistas. Y no es un tema nada fácil porque buscar la verdad nunca ha tenido demasiados buscadores auténticos.
Los rasgos mostrados en los día previos a la Navidad son contradictorios por lo que cuando  no se consigue que las endorfinas cumplan dejando placer y alegría la depresión se asienta entre las luces de colores de los corazones rotos. Nada es para siempre salvo, la búsqueda de uno mismo con el conocimiento de que lo material no lleva exclusivamente a la felicidad.
Nuestra sociedad se mueve entre el egoísmo la vanidad  y la soberbia imitando a sucedáneos de la verdad; a mitos insistentes, fantaseando para ocultar limitaciones y fracasos tan existentes en toda vida humana. Es por eso que la Navidad  que es un canto a la vida y al amor se viste de falso triunfo entre la mucha apariencia de ser poderosos y el escaso valor de lo verdadero. 
Navidad es nacer, defender la vida, cuidarla y respetarla. Sin esa anticipación a perdurar dentro de la familia, la sociedad, la nuestra, está abocada al fracaso. Si dentro de la Navidad no se respeta la vida del que ha de nacer y se protege la vida del que ha envejecido, del enfermo, del sin trabajo y techo entonces no hay Navidad entre nosotros.
Navidad es amor y sin amor la familia se rompe, se fracciona y corrompe y en ese horizonte la persona, cuando se encuentra sola cae en sus temores y miedos.


Natividad Cepeda




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