viernes, 25 de noviembre de 2016

Muerte de mujeres en el mundo


Intentan que avance el tiempo grabando su derrota en las sombras entre los campos sin nombres enredados entre los labios callados. Se esparce el llanto  por el ombligo  de la noche, por entre la floración de semillas no deseadas. No hay sobre los cuerpos  rascacielos de besos ni  estrellas al fondo de los ojos. Mordió la muerte el agrio sabor del arrebato, de la terrible ruta del exterminio igual que hace mil años, dos mil años, tres mil años, cuatro mil años, cinco mil años por entre desiertos, por entre montañas, por ente playas y poblados, por entre celosías y castillos, por entre cabañas y áticos, por entre campos sembrados de trigo, por entre palmerales y zocos. Sí, no hay nada nuevo a las mujeres los hombres las han matado desde la noche oscura y tenebrosa de los tempos.
La espalda lacerada, la boca rota, la sangre manchando las baldosas, la cama, el baño, los prados, el bosque, las sábanas, el jergón, la salita, la mazmorra, el enlosado, la seda y la sarga hasta  el abismo está machado de sangre de mujeres. Todos los suspiros se enterraron. Todos los sollozos se olvidan. Todos los asesinos son perdonados. Por qué la piel se rasga, se acuchilla, se golpea, se tira por ventanas y acantilados, de trocea, se entierra, se quema, se esconde en basureros y terraplenes…Por qué.
No quiero lazos morados en mi ropa, en mi pueblo, en mi ciudad, en mi ordenador, en mi periódico en mi vida. No, no los quiero porque de nada sirven.  Para qué tanta parafernalia cuando se siguen desgarrando vidas, cuando mueren niñas y viejas mujeres violadas, maltratadas, olvidadas, vejadas, sentenciadas por esta sociedad mediocre y pusilánime, tan metida en su total buenismo de escaparate de móviles y pantallas de necedad absoluta. No, no quiero más símbolos inútiles inventados para acallar a las mesas y hacer que se sientan importantes portando lazos que de nada sirven ni valen.

Siento el bramido de la muerte en mi génesis de mujer. Lo siento desde la noche oscura de los tiempos.  Viene desde el sonido lúgubre de tambores machados de sangre entre danzas macabras. Sobre mí llevo esa música, ese dolor inacabado, ese morir sin pausa a través de miles y miles de años. Muere una mujer y el mundo calla. Hay un silencio de lazos morados que taponan el grito civilizado de la débil sociedad que se los pone y les eleva hasta un altar de estupideces.
Me estremezco cuando leo y escucho que una mujer ha sido asesinada. Y presiento que hay muchas mujeres que son asesinadas y nadie las reclama ni nombra. Tan, tan, tan, tan, tan, tan anuncian los tambores otras muertes: doblan las campanas y anuncian funerales. No me quedan esperanzas en esta sociedad amortajada de liviana sonrisa porque si yo no grito ni sollozo por tanta ignominia entonces, de poco valen los símbolos colgados ni el recordatorio de los maestros del engaño que nos manipulan para que nos callemos ante esas muertes de mujeres. 25 de noviembre es un día donde también se han asesinado a más mujeres en el mundo.   


                                                                                                                     Natividad Cepeda
Arte digital: N Cepeda

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