Escuchamos la palabra ha
muerto bajo violencia de género como un soniquete natural entre nosotros. De
tan acostumbrados a escucharla se ha perdido su significado brutal y terrible.
En el oscuro túnel de la
muerte pasa fugaz esas muertes de mujeres a expensas de los hombres que las
matan, olvidando que cuando una vida se extingue injustamente la sin razón nos
salpica a todos cuantos la consentimos.
Vivimos anestesiados por
mensajes de tan desconcertado uso, que nos roban conocer el norte de lo que
está bien o está mal. En el periplo de la vida esta trayectoria es nefasta, no
sólo para el presente que nos atañe, también para el futuro próximo. Si
rompemos con tanta facilidad el búcaro de la vida ¿quién nos salvará de las
próximas muertes que los depredadores humanos imaginen y ejecuten?
Nada es nuevo en el círculo
astral del universo humano. Si hojeamos los libros de nuestra propia historia
hallaremos con facilidad datos escalofriantes acerca de ejecuciones siniestras.
Ejecuciones orquestadas desde la religión y el poder reinante contra mujeres,
niños y también hombres; pero sobre todo mujeres, unas veces como ofrenda a los
dioses, otras como adulteras o brujas… Y en ese apartado macabro caben los
niños para horrendos sacrificios del pasado al que hoy miramos como una prueba
de civilizaciones bárbaras. Cuando pase este tiempo los que nos continúen nos
juzgaran de igual manera, sin comprender, cómo se consintió que los mamíferos
nacidos de la misma especie eliminaran, por motivos fútiles, a las hembras de
la manada.
No de otra forma seremos
vistos que como nosotros vemos ahora a los animales depredadores que en su
disculpan, matan para comer, y no para satisfacer un ansia de rabia y venganza.
Y sonreirán tristemente al
asociar un día señalado para conmemorar las muertes de mujeres, con el único
pretexto de lavarse las manos, igual que lo hizo el pretor romano, cuando por
cobardía consintió la muerte de un hombre justo.
Puedo seguir buceando en el
pasado, y también en el presente, al recordar la terrible muerte por lapidación
que se infería, y se infiere, a mujeres halladas en adulterio. Leyes todas
ellas escritas en sociedades civilizadas, o al menos así han sido contempladas
y todavía en algunos países del mundo, lo son.
No nos vale la ley de talión,
que consiste en hacer sufrir al asesino el mismo daño que causó a su víctima,
porque es incivil y en desuso, salvo para las mujeres fallecidas por muertes
violentas que son exterminadas, amparados sus verdugos, en estas otras leyes
que les permiten vivir a costa del contribuyente en confortables cárceles.
La vida es un eterno retorno
sobre sí misma plagada de corrupciones obscenas con licencia para matar en la
vida real sin el glamur de las escenas del cine. Y a veces el exceso de
clemencia es un billete de salida para los asesinos disfrazados de locura
temporal, mientras en las cunetas de la sociedad, acostumbradas al consumo de
banalidades, la libertad de unos, se reduce al capricho de otros.
Es de extrema tristeza
conmemorar el 25 de noviembre por lo inútil de esta conmemoración, cuando las
muertes de 43 mujeres jalonan este año de 2012 en el mes de noviembre,
curiosamente, dedicados a los difuntos en nuestra tradición. ¿Cómo olvidar en
los meses siguientes, la telaraña que nos oculta este cruel exterminio sin
buscar la clave que corresponde a este código de muerte?
A solas me pregunto si esto
es una pesadilla, o si no lo es, quienes justifican la proliferación de estos
crímenes cuando la cadena de muertes crece amparada en artificios de doble
intención a costa de las víctimas.
La vida arrebatada a esas
mujeres es sombra cernida de amargura;
letargo de sopor y modorra de yeso cristalizado en sus tumbas, torvo
gesto de los colmeneros del infierno en la matriz de nuestra sociedad, suma
añadida a la crisis financiera esta otra crisis de valores perdidos a favor del
desprecio y desdén por la libertad de la vida ajena.
Detrás de esas muertes camina
nuestra propia muerte arrinconando el canto vísperal de cualquier fiesta. Por
esa razón yo no celebro el día 25 de noviembre hasta que se encuentre solución
a las ejecuciones de mujeres.
Natividad Cepeda
Dibujos: María Jesús Martínez
Arte digital N. Cepeda
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