Me encontré con Manuel Cortijo en la pasada feria del Libro, en
Madrid, en los jardines del Buen Retiro
adonde fuimos llegando escritores y poetas, casi todos castellanos-manchegos,
junto a la caseta donde se presentaba el libro, Universo Narrativo, de la
Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha, que dirige Alfredo Villaverde
Gil, y que era la más numerosa en público, también en ventas por lo que pude
escuchar. Fue un agradable encuentro por la oportunidad de intercambiar
opiniones con escritores y poetas de
diferentes círculos literarios madrileños, casi todos conocidos por su obra
publicada. Manuel Cortijo, con su proverbial simpatía y llaneza manchega, en un
momento del encuentro me acusó de no escribir sobre escritores de Albacete,
seguramente porque en la Casa de Castilla-La Mancha de Madrid se recibe parte
de la prensa de nuestra Comunidad y es donde se leen los artículos de opinión.
Me sorprendió la acusación y prometí
enmendarlo en lo sucesivo. Días después me llegó el libro de poemas “Memoria de
lo usado” de Manuel Cortijo Rodríguez editado por la Diputación de Albacete con
fotografía en la portada de Miguel Ángel Blanco de la Rubia que se abre al
lector con la dedicatoria A
Luli, compañera de viaje. A la memoria de
mis padres, señales del camino. En la siguiente página unos versos de Federico Gallego Ripoll para
abrirse con el poema “Momentos” “Situación de partida” donde el poeta que es Manuel Cortijo, nos
adentra a modo de prólogo personal en el contenido del libro. “Momentos que si
llegan a escribirse/ serán en clave velada, reservada al silencio” Así
dice unos de los verso de ese primer poema. Se abre la primera parte bajo el titulo Antes (cuando venía) con tres versos de José María Valverde; marco
para seis poemas dedicados a María José
Rodríguez, a su hermano Manolo, a José Luís Morales, a Miguel Galanes, a Eladio
Cabañero y el segundo Sopa en vino a Sagrario Torres, poema con voz de
pueblo y de raíces de familia, sin combate ni guerra en la pasada infancia,
antes elogio y amor a lo que fue cotidiano, hermoso testimonio de la madre a la
que el poeta recuerda y donde se trasluce un cariño blindado a los ancestros
sin estafas escondidas debajo del recuerdo en estos versos donde afirma “Tardes que hacen
de puente y lavan la memoria/entre un hombre que mira/ los años ya traspuesto”
y continua el poema en una andadura fiel sin oropeles de florituras literarias,
vanas y estériles porque aquellos años sirvieron, y muy bien, para la forja de
este hombre y también del poeta. Así Manuel Cortijo redunda al decir: “esta tarde que soy
el yo de entonces, / que mi madre me llama a merendar/ sopa en vino, me nombra
en su mudez,/ con la única voz que se permite/ hablarnos nuestros muertos”
Y así termina el poema y queda todo dicho.
Hay otras servidumbres en el libro con
metáforas preciosas y sabor a nostalgia otoñal, sin evitar asombrosos
recuerdos, idealizados por pertenecer al pasado, donde nada queda petrificado
para el poeta, gracias a sus vivencias tenemos la creación de este libro de
poemas por donde se ve el rostro humano de Manuel Cortijo con la gratitud, por
su parte, al recordar a otros poetas a lo largo de la lectura del libro. Así,
en la segunda parte bajo el título Ahora (cuando voy) con versos de Francisco Brines y Rubén Martín
son el pórtico para catorce poemas dedicados a Cristobal López de la Manzanara,
a Ángel García López, a Francisco Caro, a Delfín Yeste, a Francisco Jimenez
Carretero, a Inocencio Martínez Angulo, a Juan José García Carbonell, a Pedro
Antonio González Moreno, a Santiago Romero de Ávila, a Juan Pedro Carrasco, y a
su madre, con el poema La hora de llegar, de nuevo confesión convertida en metáfora
en la asamblea de la vida.
La tercera parte llamada, Después (en otro tiempo) con preámbulo de
versos de Ángel González y Eloy Sánchez Rosillo, se abre a la mirada ávida del
lector con el poema Ahora es otro tiempo, poema dedicado a Juan Martínez Martínez,
in memorian: poema intimista donde el poeta y el hombre se confiesa bajo la
tristeza nostálgica del tiempo que no cesa en su ir y venir siempre en continuo
movimiento, siguiendo la concepción de Aristóteles por la filosofía de vida de
la que se nutre todo el poema; definitorio en los últimos versos donde escribe, “Ahora es otro
tiempo, es ir sin tiempo/ a dar con ese aire que cerrará del todo/ las puertas
de mi casa,/ estas puertas hinchadas que procuro/ tener abiertas/ para saber si
aún puedo buscarme en el pasado,/ encontrarme un momento con mi vida”
Seis poemas continúan con parecida identidad y estado de ánimo, similar al
primero que abre la última parte del libro. Poemas algunos de ellos con citas
de Vicente Alexandre y dedicados A
Isabel Montejano, in memoriam y Marisa
de Rioseco. A Nicolás del Hierro, donde parece que le escribe al amigo y al
poeta que es Nicolás, cuando afirma “Nadie sabe que buscas/ por detrás de esa puerta que
terminas de abrir”. Otros con la cita a Pascual B. Molina, in memoriam, donde en todos esos
poemas el corazón de Manuel Cortijo siente la adversidad de la pérdida de los
otros en el fluir de los versos escritos. Se cierra el libro con el poema Confesión del que
llega (Selladura final) significante
poema de la unidad del libro que empieza diciendo “Haber llegado aquí
con lo vivido,/ no es poco este traer: la vida relumbrada, la vida que ya fue.”
definitorio de esta Memoria de lo usado escrito por Manuel Cortijo Rodríguez que
hay que leer despacio por la filosofía encerrada en cada uno de los poemas
creados. Y también porque en tiempos de crisis y tristezas acceder al
pensamiento de los poetas es ver que detrás de una mirada hay un maravilloso
mundo interior cuajado de experiencias.
Natividad
Cepeda
Arte digital: N. Cepeda
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