XIX
Divagan
golondrinas en el frío invernal.
Se
adolece la escarcha de los pobres sin techo.
Naufraga
la patera y el mar escupe muerte.
Suman
sucias ganancias las finanzas
mientras
las hipotecas quiebran
en las
filas del paro.
Perdone,
usted, hermano, no hay nada que ofrecer.
Amanece
y la ciudad inhóspita
se
eleva con paredes de hielo.
En esta
cruz de asfalto no suenan las trompetas,
Josué,
ve las murallas, y cree que es suficiente
con dar
las siete vueltas con siete de los suyos.
Jericó
se ha perdido.
Todas
las murallas siguen estando en pie.
Dios no
tiene cabida en las grandes ciudades.
En el
doble sentido de las agujas del reloj
se
anula en el ocaso la música del mar
y las
esferas.
Nadie
escucha trompetas.
El día
que despunta por detrás de la noche
guarda
en su transparencia
el
silbo de unos labios…
Ecuménica
música interpreta un vagabundo
en la
esquina del mundo.
Josué,
derrotado, se desvanece con el sol.
Impávido, se guarda su trompeta hasta el día final.
Poema
del libro “Con la sed de todos”
Arte digital N. Cepeda
No hay comentarios:
Publicar un comentario