No hay coro de cigarras. Sólo lluvia,
regresan Gustav Mahler y Vivaldi
lloviendo con sus notas
orquestadas sin oboe ni clarinete.
Tras el cristal contemplo ahora el
diluvio.
Infinidad de veces me pregunto
dónde la lluvia nace.
Y dónde su compás y en cada gota.
De qué isla partió la primer nube
sin timonel ni eslora.
Bien quisiera el cuenco de mis manos
sostener la nobleza del agua y mi
treintena.
La ternura de un poeta del sur.
los ojos del invierno.
La infancia tan ingenua.
Cae agua en San Carlos del Valle.
Místicas gotas humedecen su catedral en
éxtasis.
Su ventana oval sin multitudes.
El salmo sin clérigo ni mitra.
La frescura de piedra. Sus palomas.
Tiene miedo la lluvia en la ventana.
Llora tristemente un arlequín desde la
torre.
No me doy cuenta que esta noche
el pánico es de Macu que delira.
Duérmete, nena mía, duerme, duerme.
a mirar con sus ojos el estanque.
Cien años hace que se fue Romeo.
Cien siglos funerarios de roble y de
caoba
mojados salen a mi encuentro.
No en balde la noche gime y llora.
Un albatros se a muerto de repente.
Reza un navegante viejo el génesis.
Los ojos de una barca
pintados de corales lagrimean.
Derraman las estrellas un caudal de
lamentos.
A estas horas Noé trasiega el arca.
Llueve por la estación a chaparrones.
Qué lástima no tener un canal
donde poder flotar una goleta.
que recorre los minutos de un mejillón
de cintura vacía y triste.
Impregnados barriles calcinados
que atraviesan la mar,
pero yo estoy aquí, en esta noche,
mirando prisionera la lluvia en el
balcón.
Envejeciendo paulatinamente
frente al mástil de cemento,
de la ciudad durmiente..
Poema del libro “Poemas para un hombre”
de Natividad Cepeda
Pliegos “Emaus” dePoesía
Colección dirigida por Valentín Arteaga
Ediciones Cátedra Cultural “José María Tomasi”
Madrid 1991
Arte digital: N.Cepeda
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