El libro de
“Prosas de Alcandora” me llegó por correo postal gracias al regalo -no pagado-
del escritor Manuel Terrín Benavides, sin dedicatoria alguna, similar a cuando
llega la primavera con el sonido de la naturaleza al despertar del letargo
invernal. Antología elaborada con quince autores y el reflejo de algunas de sus
obras creadas. Literatura vernácula con sabor a cercanía a pesar de las grandes
distancias que nos impiden conocernos a los autores manchegos. Autores no
siempre conocidos en tertulias y círculos por donde se vanaglorian
publicaciones que no siempre son tan
excelentes como se venden en los comentarios literarios de revistas especializadas.
Prosas de
Alcandora, es la constatación de la tenacidad de un grupo de escritores que han
sabido mantener una tertulia durante veintiséis años; un cuarto de siglo
plagado de nombres que han dejado su impronta en el devenir literario de
Albacete. Proceso no fácil de mantener por la complejidad humana inherente a la
abstracción artística en cualquiera de sus facetas.
La razón
por lo que nace una tertulia es siempre positiva por el bagaje enriquecedor que
amplia conocimientos entre personas de ambientes dispares al poner en común experiencias
que ayudan a consolidar amistades y compartir afinidades comunes.
Más de un
cuarto de siglo es mucho tiempo de permanencia escuchando teorías y
obviando envidias soterradas, en
ocasiones, por el éxito de unos, que no siempre es el de otros. Actitudes que
honran a los tertulianos al permanecer inalterables al paso del tiempo sus
encuentros, incorporándose nuevos nombres y despidiendo con el último adiós a
los que se fueron físicamente, no sentimentalmente, al recordarlos en la solapa
del libro con nombres y apellidos, hecho que hay que resaltar por la
generosidad y aprecio que sienten los que han editado de su propio peculio este
libro, con aquellos que compartieron tiempo, sueños y lecturas en el pasado.
Alcandora
es insistencia de creación sin ambages
de la palabra: empeño en dejar correr las ideas al socaire del abrigo de la
pasión poética. Romanticismo de la nueva escuela del siglo XX, que ha trazado
el sendero del siglo XXI, para evitar caer en los atolladeros individuales de
la soledad de los escritores, tan necesaria y a la vez tan temida.
Y es con
las antologías publicadas de poesía y prosa que se pone un broche de capacidad
creadora y unificada, a las reuniones semanales de los escritores que firman
los trabajos publicados.
Gremio insigne
regido por la profesión de escritor, sin ordenanzas especiales, donde nunca se
termina de aprender el oficio. Porque en el intercambio del dialogo
estriba la solidez de las tertulias de
Alcandora.
Albacete
queda algo lejos para otros colectivos literarios de la geografía española, no
así los libros, que tienen la facultad de llegar a las manos de quienes los
abrimos para posar nuestros ojos en sus
páginas y empaparnos de su contenido. Gracias al galardonado Manuel Terrín
Benavides, por sus máximas calificaciones en premios obtenidos nacionales e
internacionales -le pese a quien le pese- como reconoce en el prólogo Domingo
Henares, cuando afirma “La palabra Terrín es premio a secas” y también que “lleva sus dedos anillados de
versos afluentes”,
devoro con placer la lectura de estas prosas, donde el prólogo impecable de Domingo Henares introduce a su
lectura y al conocimiento detallado de los autores que engrosan el volumen con
pinceladas certeras sobre cada uno de los autores desde José Albadalejo Martínez, de
prosa limpia y sin afeites, a Isidoro Ballesteros
Ruíz, tela de araña de ramificación literaria, Francisco Bonal, o la intimidad de sus versos, Juan Lorenzo Collado, valorado por jurados de
altura, Antonio Galdón Sánchez, prosa poética y sugerente, Mercurio García Iris, muestra suficiente de
narración descriptiva, y Francisco Jiménez Carretero, de
prosa minuciosa, surcada de pensamientos altos,
a Román Casa Gualda, nostalgia
de un relato que se lleva guardado,
Martín Jiménez Vecina, palabras
minerales afloran artículos y poemas, junto a
Teodora Lozano Garrido, espacio circunscrito de bondad, M. J. M. Arellano, quicio del tiempo donde no
sabemos si estamos, y Alfonso Ponce Gómez, retratos
breves con la maestría de los buenos toreros,
además de Daniel Sánchez Ortega, con una crítica sazonada de
ironía, para terminar con Jesús Tomás Tomás, metáfora
del tiempo que a todos nos compromete… El
prologuista confiesa que se leyó todos los trabajos que integran la obra y a
buen seguro que es cierto, porque de no ser así el esbozo escrito de cada uno
de los autores no sería posible.
“Prosas de
Alcandora- antología” ha sido publicado por
ediciones QVE por los autores. Diseño de portada de Javier Jiménez
Hiniesta. En la contraportada fotografía a color de los componentes de
Alcandora con texto sobre lo publicado en el libro. Entresaco esta frase “dejar libertad a cada uno de los autores para
expresarse según sus cualidades y preferencias”
porque es donde se comprende que esta Asociación Literaria de Alcandora siga
adelante después de cumplir veintiséis largos años de permanencia.
Todo libro
publicado es testimonio para el futuro.
Natividad Cepeda
Ate digital: N. Cepeda
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