Seguimos asistiendo a los remilgos sobre implicarse
abiertamente en defender la vida en cualquier país europeo atacado por esos
terroríficos islamistas, en contra de nuestra cultura, a los que, los de Podemos no ven bien el apoyo y la unión. Y si
a esto le añadimos las respuestas a una pregunta formulada por un estudiante de
la Universidad Carlos III de Madrid,
sobre la permanencia de la
filosofía entre las asignaturas de la
Lomce a los dos candidatos a la presidencia,
Pablo Iglesias, candidato de Podemos, y Albert Ribera de Ciudadanos, sobre la
filosofía y los filósofos como Kamt y
sus obras, y los rematadamente mal que lo hicieron; nos volvemos a quedar con
un poco más de lo mismo, ansia de poder y zafiedad latente. Ya que ambos sabían
quiénes eran los asistentes y salieron trasquilados los dos. Aunque es cierto
que conocer la filosofía del prusiano Immanuel Kant, no creo que al ciudadano medio
le importe tanto. Sí le preocupa que los que se presentan a dirigir el destino
de los españoles no tengan la altura debida. De ahí el alcance del fallo
cometido.
Y claro seguimos sin comprender hacia donde giran unos y
otros en los debates, tan escasamente
esclarecedores sobre la gobernabilidad de todos nosotros. Porque si el eje de
la política debiera ser la ética de cada uno de los representantes políticos, de todos los que se
presentan a elecciones, tan en desuso en tantos de ellos, ¿cómo nos convencerán
de su buen hacer, cuando en vez de reconocer con sencillez los errores los
convierten en peleas verbales?
En muchos ambientes se atisba la escasa atención prestada a
los debates, nada bueno en un momento tan crítico en economía y seguridad. Y también queda demostrado la escasez
cultural de muchos de nosotros, cuando
tiene más audiencia informar de los pormenores de las relaciones mantenidas de todos los que pueblan el vacío
mundo de las relaciones sentimentales
que, no creo les interese la filosofía y
los filósofos, aunque despotriquen a diario en debates donde la crítica
destructiva da de comer a muchos, en este país nuestro de tacos y mal hablados,
porque expresándose así refuerzan sus opiniones exentas de filosofía, y a veces
también de ética.
Hay un juego sucio entre los políticos al desdecirse de lo
que prometen. No es lo mismo estar gobernando, que estar en la oposición, y
así, los representantes de partidos políticos se desdicen y prometen hacer, lo
que sí pudieron, cuando gobernaban y cuando pierden el poder, prometen hacerlo,
echándose las culpas los unos a los
otros, mientras la casa de esta España pobre, sigue sin barrer ni limpiar.
Estamos casi tocando
el tiempo navideño, y para seguir en la misma dirección de complejos, con viso
de progresión avanzada, se intenta desde algunos ayuntamientos y políticos,
extirpar las tradiciones, como si esas costumbres fueran culpables de los
abusos de poder que sufrimos. Y se
dimensiona la celebración de las fiestas porque representan el cristianismo
europeo, aunque no se atreven a cuestionar otras creencias y religiones porque
al hacerlo dejarían de ser progresistas y europeos. O también porque no ignoran que hacer burla de otras creencias
no sale tan gratuito como mofarse de los símbolos cristianos. Un juego sucio,
además de una falta de respeto hacia los ciudadanos que son creyentes,
olvidando que también son votantes.
El nivel cultural del político no puede ser oportunista,
porque esas actitudes le pueden restar poder, que es lo que quiere conseguir
con sus proclamas y programas, en vez de sumar votos, al no respetar a una
parte mayoritaria de la población. El juego sucio en la política nos ha dejado
la no creencia en los políticos honrados, y es demasiado peligroso vivir entre
insultos y burlas.
Las expresiones nos definen culturalmente a todos, y la relación recíproca es la que debe existir en todas las
opciones políticas de nuestra sociedad.
Natividad Cepeda
Arte digital; N. Cepeda
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