En los periódicos de tirada diaria no se incluyen poemas porque se
consideran no aptos, sí tienen cabida artículos de temas repetidos y
recurrentes, considerados de actualidad.
Más, curiosamente, hay poemas que son universales a los que se
citan en artículos escritos ayer y hoy. Hoy, muchas de nuestras hijas y jóvenes,
han emigrado y emigran a otros países de Europa, América, Australia, América del Sur y Asía; despedirlos es una
herida abierta que no se cierra fácilmente, además de la pérdida irreparable
que supone para nuestro país. Este poema es un mar de llanto hecho palabras por
mi hija ausente, por los hijos de muchos amigos y por los millones de
emigrantes, mujeres de cualquier nacionalidad que buscan su lugar y derechos en
ciudades apartadas de donde nacieron.
La historia humana y su cultura, escrita mayoritariamente por
hombres, ha olvidado incluir en sus anales la aportación de la mujer por no considerarla
relevante. Es uno de los muchos errores
humanos, ya que al no registrar esa aportación en el campo de la vida, que no
es otro que el ámbito social donde se desarrollan las sociedades de cualquier
momento y época, se ha cometido, y sigue cometiendo, un olvido inolvidable
porque sin mujeres ninguna sociedad podría haber existido ni existir.
Este poema no es un homenaje a la mujer, es un reconocimiento a
todas las mujeres que han hecho y hacen posible la vida en todo su contexto.
MUJER EN LA
CIUDAD DE SIGLOS
Debió de ser agosto cuando llegabas, tímida,
y cruzaste las puertas de la vieja ciudad,
las puertas donde todo el tumulto de los siglos
yacía indiferente sobre oxidados goznes.
¿Fue luz lo que tus ojos
ingenuos contemplaron
en el rumor creciente del dédalos de calles?
En ti se prolongaba una muchacha ingenua
bajo sol diferente, bajo música nueva.
La caricia madura del verano se alzaba
en el látigo azul de un horizonte fúnebre.
El río, entre los brazos del cauce, profanaba
los sillares de piedra de los arcos del puente
y tú, viajera firme, sin trabas, sin fronteras,
rompías con tus pasos la cáscara del tiempo.
A nadie le debías nada. Con veladoras
manos tu casa hiciste, tu pedazo de cielo.
Sólo era preciso llegar a la ciudad
y ver las avenidas. Atrás quedan las calles
perdidas de tu pueblo, galerías de sombra.
Eras una mujer abriéndote camino,
bebiéndose el exilio, comenzando a luchar,
sin temores, sin pausa, sin el brindis amigo
de un azar de magnolias. La ciudad eras tú,
tus víveres un máster, la expansión de la búsqueda,
un foro empresarial, la ley del hormiguero.
De mujeres antiguas frente a la tierra dura
tú tenías la génesis, de rebelde mujeres
abiertas a la vida que también emigraron
con recuerdos hundidos, sin ser llamadas diosas,
dejándose a los muertos para calmar el hambre.
Mujeres alfareras de la
vida en sus vientres,
hermosas amazonas con pezones volcados
en la boca del mundo. Mujer, razón del hombre
bajo leyes injustas como liturgia amarga,
dulzura en los jardines, reconocible fuerza
entre la multitud, voz nunca doblegada.
¿Cómo decir que el mundo sin ti no existiría?
Te miro andar, mujer sin nombre, luz serena,
resuelta a no pagar tributo por ser libre,
cruzando extrañas calles sin perder tu camino
y levanto por ti el laurel de la gloria.
Eres un documento de historia transmitida
que el tiempo va sembrando por la ciudad antigua
y por la nueva, madre, que hasta el silencio graba
la belleza en tu rostro. Mujer con el deseo
atrapado en la piel, mujer que permanece
en las viejas paredes que hablan de otros siglos
sin gemidos ni llantos, eternamente limpia.
Mujer de tantos nombres y de tanta memoria
que admira rosaledas en parques y jardines,
que jamás tuvo culpa de necedades que otros
han dicho o han escrito, hoy cruza el universo
y marca con su paso lo que merece ser
y nunca lo que ha sido.
Mujer,
quizás no sepas
que todas las ciudades tu imagen reproducen.
Nada se concibió sin tu legado;
todo tiene tu altura en el espejo intacto de la vida.
Natividad Cepeda
Accésits en el Certamen MUJER Y ARTE Lucena (Córdoba) 2012
Publicado en el Diario Lanza de Ciudad real 8 de marzo de 2013
Arte digital: N. Cepeda
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