Esta noche el aire ha llegado llamando en las persianas con un frescor inusitado del último día de julio dejando en las alcobas perfume de noche con estrellas. Por mi calle han seguido pasando los hombres jóvenes llegados del Magreb, que dicen que significa Poniente, aunque por aquí se les llama marroquís junto con africanos procedentes de ese África que conocemos por la prensa, televisión y aquellas películas de hace años que nos muestran un continente desconocido en su manera de vivir. Han llegado en busca de un trabajo inexistente por esas falsas llamadas que ignoro quien las alimenta y expande. Lo cierto es que con su llegada a mi pequeña ciudad hay inseguridad y calladamente los tememos porque son demasiados hombres pasando por la calle.
En el espejo humano no es fácil adaptarse a los cambios bruscos y no es ausencia de insolidaridad, como algunos pregonan en las plazas públicas actuales de Internet, que casualmente son aquellos que viven al margen de la realidad por diferentes motivos. Al medio día el calor caliente deja las calles vacías y lo mismo ocurre a la noche, que es cuando antes en las puertas de casa la gente de aquí se sentaba hasta bien entrada la noche. Ahora el temor al robo y a los desconocidos cierra puertas y costumbres.
El estío con sus días largos y sus noches cortas en este momento histórico marcado por el Covid-19 nos tiene hartos y preocupados aunque no lo suficiente, a pesar de tantos fallecidos, por la subida en contagios en todas las Comunidades de España. Estrenamos agosto con los contagios y ese periodo vacacional que significa irse de un sitio a otro sin miedo como si la muerte fuera un ente imaginario. La catástrofe de la pandemia será recogida en los anales históricos y en ese futuro no comprenderán la irresponsabilidad de todos nosotros. Agosto es mes de fiestas y ferias las autoridades han dictaminado que se tendrán actos con las debidas medidas de seguridad para la salud y el azogue del personal lo celebra por todos los rincones geográficos.
Agosto y los migrantes desplazados, ahora por aquí, sin un destino definido. Caminantes al azar en busca de ese paraíso inexistente para muchos de nosotros. Migrantes en busca de un salario digno sin el vasallaje de depender de un explotador. ¿Pero cómo conseguirlo en estas tierras pobres manchegas donde el trabajo escasea y la fortuna es escasa? Los actuales privilegios concedidos por las autoridades a los migrantes son parches que no crean riqueza al haber desaparecido esa clase media generadora de puestos de trabajo con gravámenes y multas excesivas, ha sido y es, la guadaña que corta economías donde ayer fueron posibles.
Estoy segura que en Europa renaceremos pasada este periodo errático de rumbo equivocado donde dependemos de esas multinacionales que se engullen nuestros principios humanísticos de libertad y dignidad que transformó leyes arcanas en leyes de progreso en la agricultura e industria gracias a nuestra cultura desarrollada por los intelectuales en favor del estudio y el trabajo. Los europeos nos sentimos culpables del retroceso de otros pueblos gracias a esos mensajes subliminales dirigidos a nosotros con la intención de ser manipulados desde las altas esferas del poder hasta las capas asalariadas de los trabajadores. Así hemos perdido natalidad, respeto por los ancianos, destrucción familiar desde esa imperceptible y sutil mensaje de líderes dirigidos para lograr ese fin. David Ogilvy, el padre de la publicidad moderna, una vez dijo: «Un buen anuncio es aquel que vende el producto sin llamar la atención sobre sí mismo».
Es un hecho que no hay que volver a los nacionalismos por su pobreza inhumana y hasta en ocasiones bárbara, y sí a esa universalidad conectada por los medios actuales pero, sin destruir nuestra propia subsistencia y evitando la dependencia de otros. No olvidemos que hasta el invento de la imprenta, salvo en los monasterios, los conocimientos se trasmitían oralmente y fue con el libro cuando las obras inmortales de los escritores europeos nos hicieron cambiar nuestra perspectiva abriendo al pensamiento ese espacio infinito e incalculable y por descifrar aun. Más, los medios audiovisuales nos han alejado de los libros y del pensamiento occidental y en esa trayectoria es en la que ahora nos encontramos.
Agosto es de nuevo diferente a otros años. El agosto del pasado año fue nefasto y el de ahora todavía colea con la espada suspendida de la pandemia sobre nosotros. Desgraciadamente la salida económica no es todo lo positiva que debiera por lo que los migrantes venidos no tienen la suficiente seguridad en encontrar aquí su paraíso.
Natividad Cepeda
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