mientras la noche se
sacude la escarcha sin titubeos.
Sueño que voltean las campanas y suenan las risas mientras
la flauta
desgrana sus canciones junto a la
lluvia dulcemente.
Cierro los ojos y vuelvo al zaguán donde se apiñan leños
y paja para el
pesebre. Suenan zambombas.
Llega el eco del aire
helado cuando envuelve a los pinos
y a las sabinas con su manto invisible. Huye el silencio
entre la frágil capa de los almendros. Siento que tengo
racimos
de colores en el agua
de las fuentes. Muy quedo, allá en la altura,
brilla la noche
albergando luceros en los aleros.
Y en el atrio del templo, se desmorona un arpegio de luces
y de sonidos. Siento
que entre esas paredes habita
un misterio de
auroras por donde regresan los pacientes pastores,
y el turronero, calle arriba, cantando un villancico
aparecerá,
con sus almendras garrapiñadas y sus confites de mazapán.
Vuelvo a mirarme en
el río de los recuerdos. Regreso a ellos
bajo la luz serena de
diciembre. Y empiezo a llenar vasijas
con vino y agua, con miel y arrope y pan de higo.
Enciendo luminarias de cera virgen; luz y silencio en mi Belén
y recupero a Dios naciendo unánime entre rebanadas
de amor callado. De los que me trazaron su fe en mi vida.
De ellos traigo desde la cuna, nidal de estrellas. Los que se fueron
a ser mi guía de nochebuena
cada diciembre. Ellos regresan
junto a los peces del
río y lavanderas de barro, mueven la
noria
de corcho que no da vueltas;
dan de comer a las gallinas,
a las piaras de cerdos y a los patitos en esos lagos de los espejos.
Lagos de sueños hay
en esas casas desvencijadas de mis
recuerdos.
Los que se fueron, son los que antaño pusieron alas a mis preguntas,
espumillones a mis
anhelos y una estrella de amor eterno en Navidad.
Son los que exigen
que los camellos lleguen a casa con los regalos
Voy recordado todos sus gestos mientras los nombro, padres, abuelos,
los que dejaron sol
en mis ojos, luz en mis manos
cuando acaricio
a mis rebaños de pelo negro, de pelo blanco, de pelo rubio y
ojos
de cielo. Son las figuras de mis belenes, los que me ayudan
a ser mejor.
Los que me dicen que el Niño Dios, nace de nuevo. Y como un árbol
yo languidezco cuando contemplo a tantos
niños sin una estrella.
Paz en la tierra,
pido a diario:
Paz y una
estrella para los niños sin Navidad.
Natividad Cepeda
Poema Finalista Certamen Navidad Alas de Alanís diciembre de 2015
Arte digital: N. Cepeda
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