No me duelen prendas cuando he de reconocer la valía de personas
extraordinarias y altruistas capaces de regalar su tiempo –lo más
valioso de la vida- en aras de un amor sin interés personal.
Dicen algunos que La Mancha ; nuestra Mancha, es
madrastra para sus hijos e hijas, y en ocasiones algo de cierto hay en esta
afirmación. Resulta difícil reconocer los valores de aquellos que residen dentro
de las paredes del solar de la patria chica porque nos parecen menos
importantes que los residentes geográficamente lejos. Pero si no fuera por las
personas que trabajan dentro de los pueblos para darlos a conocer en asociaciones
diversas, muchas iniciativas conocidas, respetadas y admiradas a nivel nacional
e internacional, no existirían.
Confieso que una de mis pasiones es amar esta
bendita tierra de Dios por encima de
localismos absurdos. Y por esa pasión
admiro a las gentes de cualquier población que trabajan para dar a conocer el
patrimonio material e inmaterial de todos nuestros pueblos.
La hacienda común es la heredada de padres a
hijos en lo espiritual y en lo material,
legado que recibimos al nacer en un lugar concreto. Y para Dolores
Martínez de Madrid los molinos han sido y son, su patrimonio del alma y del
cuerpo.
Lola Madrid, como popularmente se la conoce, es desde hace muchas décadas defensoras de los molinos de la sierra del albaicín criptano. De estirpe molinera es una de las últimas molineras de las sierras manchegas y de España. Título que la enorgullece y que airea como uno de sus blasones que la honra, y por lo que tiene amigos incondicionales en toda España.
En Campo de Criptaza, le pese a quien le
pese, decir “Lola Madrid” es tanto como decir mujer valiente y esforzada, de
casta buena, y de honrado proceder a lo largo de su vida. Títulos que no todos los seres
humanos poseen. Presume de haber ganado el pan con su trabajo y le canta las verdades a quien se
le ponga por delante, olvidando que, a su cansado corazón le repercute
negativamente entrar en esa lid.
A esta mujer veterana en la historia de Campo
de Criptaza el viento le recuerda que su
destino ha sido y es, defender la sierra. Una sierra que debe su recuperación
en gran medida a ella, y su bregar durante más de treinta años al frente de la Asociación Cultural
“Hidalgos Amigos de los Molinos”. Gracias a su tesón, largueza y generosidad demostrada una y otra vez, dejándose en ello sus escasas fuerzas; han arribado a
la villa de los molinos gentes de diferente procedencia y condición.
Al ritmo de su incansable porfiar pidiendo a
unos y a otros lo que es necesario para sacar adelante sus proyectos, olvidando
desplantes en muchas ocasiones, la Semana Cervantina
ha alcanzado categoría internacional.
Semana Cervantina de la que ahora todos
presumen, bien que pueden, pero que ha costado esfuerzo y dedicación de las
personas que, al lado de Lola Madrid, luchan para mantener a flote una
asociación con mucha historia escrita en las páginas de esa “tierra de
gigantes”, como ha sido rebautizada en los últimos años.
Si se pudiera
mostrar el cómputo del tiempo dedicado por esta insigne mujer a sus
molinos y a su pueblo, nos parecería imposible anotar en la agenda de la vida tantos desvelos que le han
proporcionado alegrías, y también decepciones.
Al final de los años la costumbre
se ve como normal, y se tiende a no valorar a quien se le debe respeto y
admiración por haber sido capaz de alzar por encima de sus propias sierras
manchegas, el nombre de su pueblo.
Porque aparte de remilgos pueblerinos, que casi siempre son vulgares, al menospreciar
lo que otros hacen, las sociedades rurales de nuestro entorno demuestran que al
margen de los avatares políticos de los partidos y sus equipos de gobierno, los
colectivos sociales con sus ideas de
altruismo, que no es otra cosa que procurar mejorar la vida de los pueblos
desde la escuela de la vida, prestan un servicio inestimable a su comunidad.
En este amplio contexto se desenvuelve la valiosa aportación de Lola
Madrid, ya que no hay en Campo de
Criptaza ninguna asociación que haya
avanzado tanto en su permanencia en el
tiempo a favor de la cultura, la literatura y el periodismo. Prueba de ello es
el largo y extenso listado de nombres de artistas, intelectuales, catedráticos,
políticos y diplomáticos que se han
sentido honrados por ser nombrados
Hidalgos y Molineras de Honor de esta
hermosa villa. Hasta en el año 1980 fueron recibidos en el palacio real por su Majestad el
rey Juan Carlos; categoría lograda por
su buen hacer y que nadie les puede negar ni arrebatar.
Sin embargo, en ocasiones, he creído percibir
en Lola Madrid una sombra de
tristeza callada, mientras relata que la
asociación está agradecida a las
autoridades de turno por haber colaborado con la asociación en todo momento.
Como cronista eventual en muchas ocasiones, he asistido a la
recuperación con esta asociación de
tradiciones perdidas, entre ellas la de poner en marcha los molinos, recuperando la molienda a
niveles no imaginados anteriormente. De tan gran impacto, que ha sido
reconocido a nivel mundial.
Pero también he de dar fe, de que en ocasiones, he sido
testigo de la infravaloración que los propios convecinos han hecho de la asociación y de su
presidenta. Ignorando que al tirar por
tierra a la junta directiva que preside Lola Madrid, y relativizando su labor
importantísima a lo largo de los años, se tira cantos a los molinos que ellos
han defendido, y defienden, como nadie lo ha hecho hasta hoy.
Pero como suele ocurrir, nadie es profeta en
su tierra, y por este motivo a esta singular y ejemplar Asociación de Hidalgos
Amigos de los Molinos se le resta importancia cuando se les compara con otras
asociaciones surgidas en la villa criptanense que todavía, no han demostrado el
camino recorrido por este grupo de hombres y mujeres consolidado cada año su acervo cervantino y
molinero en defensa de la sierra de los molinos; olvidando ese largo camino
donde ha habido de todo, momentos gratos junto a otros que no lo han sido tanto. Así me lo
expresa Lola Madrid cuando le pregunto
por su larga trayectoria como presidenta.
A esta mujer castellana-manchega con amplio
bagaje de acontecimientos en su haber, se le nubla la mirada, cuando asegura,
que su ilusión sigue siendo conseguir que
la sierra del Albaicín de Campo de Criptaza, sea reconocida como un
patrimonio cultural manchego a nivel mundial. Y en tono coloquial, olvidando su
avanzada edad y su quebrada salud, añade que ella y la asociación que preside seguirá colaborando con las autoridades para que ese
sueño se haga realidad aunque ella no lo vea.
Lola Madrid es poseedora de eso que se ha
dado en llamar gramática parda, por su inteligencia natural y saber estar a la
altura de las circunstancias en numerosas situaciones y ocasiones de su vida saliendo airosa, además de granjearse el afecto y la
admiración de personalidades diversas que van
desde los estratos más altos de la sociedad nacional hasta aquellos
otros círculos sociales que ignoran, o juegan a ignorar, la valía y admiración
que se le tiene fuera de las paredes de su pueblo.
Las crónicas periodísticas son las que
muestran lo que subyace oculto por la desidia de la mayoría, por lo que
escribir de Lola Madrid y la
Asociación que preside, es recordar la trayectoria ejemplar
de una gran mujer. Mujer que no se detiene en su esfuerzo personal por la
pasión que siente hacia sus molinos, y
la defensa que ha hecho y hace de ellos para que sean reconocidos como un entorno único dentro
del marco cervantino universal.
Por lo que ya es hora de que en su pueblo se
la reconozca como Hija Predilecta:
título que se merece por su nobleza, fidelidad, amor y entrega a lo largo de
toda su vida.
Probablemente, si Dolores Martínez de Madrid,
fuera un hombre a estas horas en su pueblo natal ya se le habría reconocido su
valía. Cuántos nombramientos son escamoteados por aquellos que no han sido
capaces de hacer nada por el bien común.
Y cuántos otros son otorgados fuera del
entorno donde se reside.
Lola Madrid tiene tanto desamor recogido a lo
largo de los años que tiene dicho que cuando se marche de su bendita villa
molinera, su familia no acepte homenajes póstumos ni flores de oficio
funerarias. Y tiene razón; parece que Sancho Panza hablara sentenciando. A la
manera de don Quijote, Lola Madrid mira altiva a los trúhanes que la intentan
callar, omitiendo su presencia en actos oficiales cuando gracias a ella, por
esa villa cervantina han pasado, hemos llegado gentes diversas para festejar y alabar
La semana cervantina de Campo de Criptana y su sierra coronada de molinos de época
cervantina. Y aun así el ayuntamiento sigue ignorando sus méritos. Ingratitud
humana con visos de envidia solapada.
Lola, se marchará una tarde a mirar la sierra
convertida en viento; llegará como brisa arisca, se meterá por los ventanucos
de los molinos para mover las aspas y lanzar al pueblo que ama por encima de
ella misma, el orgullo de ser criptanense. Llegará y nadie la reconocerá porque
su larga cabellera de mujer joven y bella dejará su perfume por entre peñas y
sembrados, viñas y caminos, cal y coceros de parajes que ella recorrió en su juventud…
Sí, Lola Madrid fue joven y hermosa aunque casi nadie ya lo recuerde.
A veces el cuerpo envejece y el corazón
rejuvenece.
Si esta Señora manchega no tuviera un corazón
joven no estaría escribiendo de ella.
Un corazón, el suyo, cansado de bregar y amar
sin medida. Amor es lo que le sobra.
Y amor es lo que su pueblo le debe a la
última molinera que molió trigo en uno de sus molinos.
Ojalá que a la excelentísima Doña Dolores
Martínez de Madrid : Dama del Capítulo de Nobles Caballeros y Damas de la Reina Isabel la Católica , sus paisanos le
otorguen lo que se merece y yo reclamo para ella ser nombrada en vida “Hija
Predilecta de Campo de Criptana”
Cuantos nombramientos hay inmerecidos y
cuantos otros a nivel regional y nacional no se han otorgado a quienes de
verdad lo merecían.
Lola Madrid vibra con la pasión de la
adolescencia cuando habla y mira sus molinos. Probablemente le sobra pasión,
por eso grita su impotencia del mismo modo que don Quijote peleó contra los
gigantes, sabiendo en su corazón que lo llamarían loco, y que no podría cortar
las injusticias que se suceden a lo largo de los siglos.
Cervantes lo sabía y por esa causa escribió
su novela.
Natividad Cepeda
Arte digital: N Cepeda
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