viernes, 1 de marzo de 2024

Los otros y nosotros

 


                                        

Paso por la plaza  y en los bancos, sentados están los otros; los que han ido llegando de otras partes del mundo.  Sabemos que no son de aquí porque tienen otro color de piel. Los niños juegan haciendo de la plaza su campo de batalla, felices y confiados porque aquí no caen bombas ni hay hambre.  Todos pasamos por la plaza cada uno con su itinerario particular. No nos detenemos a preguntar nada. De pronto escuchamos dialogar  en otras lenguas que no entendemos y los que hablan son de piel blanca y no negra.

No nos extrañamos. Nos hemos acostumbrado a convivir sin mantener contactos con ellos son los extranjeros emigrantes  que muchos piensan que viven a costa de nosotros. Antes llegaron los hispanos con su lenguaje suave y nos parecieron demasiado suaves y solícitos porque nosotros somos cortantes y algo bruscos al hablar, pero nos entendíamos.  Con los otros marroquíes, tanzanos, senegaleses, rumanos, rusos y muchos otros no hemos llegado a intimidar casi nada, salvo que nos hablen en nuestro  idioma y por trabajo nos ayudemos mutuamente.  

Pero los niños  van creciendo en nuestros colegios y hablan nuestro idioma. Son los que se sienten de aquí a pesar de la distancia que todos mantenemos. Hay ocasiones que en los supermercados  nos cedemos la vez, con las mujeres y alguna que otra vez alguna te sonríe y la otra persona, mujer también, le devuelve una tímida sonrisa, apenas imperceptible, y continuamos haciendo la compra como si habitáramos en orbitas diferentes.

Creo que nos tememos porque somos desconocidos y de los desconocidos no hay que fiarse.

A veces ocurre que se forman parejas de diferentes países y nos preguntamos cómo es posible que se hayan apañado dejando de lado, abandonando a la pareja de antes, la que era de igual a igual de familias conocidas y… no con esa o con ese que al saber de quién será.  Pero ocurre y no pasa nada. Pensamos que esto es la globalización mal entendida y hasta algunos dicen que nos hemos vuelto locos con tanto revoltijo de unos y otros.

Cuando cae la noche nos retiramos pronto de las calles porque hay inseguridad autentica y los más viejos, los que no murieron en la pandemia del COBID, añoran aquella tranquilidad de hace años. Todo ha cambiado y para bien o mal nos cruzamos en las calle sin plazas sin conocernos ni hacer nada por cambiarlo. Somos humanos deshumanizados viajando de un punto geográfico a otro sin hallar nuestro lugar.

                                                                           Natividad Cepeda

 

 

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