Paso
por la plaza y en los bancos, sentados
están los otros; los que han ido llegando de otras partes del mundo. Sabemos que no son de aquí porque tienen otro
color de piel. Los niños juegan haciendo de la plaza su campo de batalla,
felices y confiados porque aquí no caen bombas ni hay hambre. Todos pasamos por la plaza cada uno con su
itinerario particular. No nos detenemos a preguntar nada. De pronto escuchamos
dialogar en otras lenguas que no
entendemos y los que hablan son de piel blanca y no negra.
No
nos extrañamos. Nos hemos acostumbrado a convivir sin mantener contactos con
ellos son los extranjeros emigrantes que
muchos piensan que viven a costa de nosotros. Antes llegaron los hispanos con
su lenguaje suave y nos parecieron demasiado suaves y solícitos porque nosotros
somos cortantes y algo bruscos al hablar, pero nos entendíamos. Con los otros marroquíes, tanzanos, senegaleses,
rumanos, rusos y muchos otros no hemos llegado a intimidar casi nada, salvo que
nos hablen en nuestro idioma y por
trabajo nos ayudemos mutuamente.
Pero
los niños van creciendo en nuestros
colegios y hablan nuestro idioma. Son los que se sienten de aquí a pesar de la
distancia que todos mantenemos. Hay ocasiones que en los supermercados nos cedemos la vez, con las mujeres y alguna
que otra vez alguna te sonríe y la otra persona, mujer también, le devuelve una
tímida sonrisa, apenas imperceptible, y continuamos haciendo la compra como si habitáramos
en orbitas diferentes.
Creo
que nos tememos porque somos desconocidos y de los desconocidos no hay que
fiarse.
A
veces ocurre que se forman parejas de diferentes países y nos preguntamos cómo
es posible que se hayan apañado dejando de lado, abandonando a la pareja de
antes, la que era de igual a igual de familias conocidas y… no con esa o con
ese que al saber de quién será. Pero
ocurre y no pasa nada. Pensamos que esto es la globalización mal entendida y hasta
algunos dicen que nos hemos vuelto locos con tanto revoltijo de unos y otros.
Cuando
cae la noche nos retiramos pronto de las calles porque hay inseguridad
autentica y los más viejos, los que no murieron en la pandemia del COBID,
añoran aquella tranquilidad de hace años. Todo ha cambiado y para bien o mal nos
cruzamos en las calle sin plazas sin conocernos ni hacer nada por cambiarlo.
Somos humanos deshumanizados viajando de un punto geográfico a otro sin hallar
nuestro lugar.
Natividad
Cepeda
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