Bajo la tristeza de los días
de pasión y muerte
el viento ha traído agua
cual lágrimas
del cielo por el suplicio
del buen galileo
allá en Jerusalén donde se
repite la muerte
de miles de injusticias de
muchos inocentes.
Igual que ayer los
ejércitos destrozan,
traicionan y mancillan la
vida regando
con la sangre caída senderos de dolor.
Mas la lluvia caída en esta
primavera
embellece campos y jardines
urbanos
haciendo que broten las
semillas
reverdeciendo árboles entre
flores
y sembrados alfombrando los
campos.
Desde mi infancia tan lejana viene
la celebración de la Pascua
Florida
por el Resucitado que venció
a la muerte,
pilar de la fe de los míos, generación
tras generación, y recojo el
testigo
de ese renacer de fe en cada
primavera.
Me dejaron ese legado de
celebrar la vida
sin oscuros presagios de
rencor en las redes
del mar que es mi vida.
Porque la vida es viaje
de lluvia presentida a pesar
de esas otras sequias
que nos dejan estériles los
páramos del alma.
Ahora en esta primavera tan fraguada
de guerras en el yunque del mundo…
solitaria en mi súplica,
agradezco la lluvia
que restituye fuentes y nos
lava heridas
que casi nunca vemos en el
dolor ajeno.
Allí, donde se masacra la
vida con extrema
violencia y desatino atroz, quisiera
que la lluvia de marzo limpiara las conciencias
de tanto desamor y nos
trajera el viento
la paz del galileo que nos
dejó su amor.
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