Carta
al sacerdote Jaime Quiralte Tejero
Ha empezado septiembre y te hemos despedido con un canto de amor en
mitad de la fiesta de la Eucaristía con la fe encendida semejante a las velas que alumbran el altar.
Ha llegado septiembre con su dulce y
suave melancolía de membrillos y uvas y el revuelo de las primeras hojas
llevadas por el viento en busca de la muerte.
Ha llegado abriendo las puertas de las
aulas a esos escolares que aprenden a pilotar la nave de la vida con libros y
palabras de los hoy, denostados maestros.
Y no te encontrarán en clases de
religión mezclado entre ellos con tu mirada alegre similar a un prado en
primavera porque como las golondrinas vuelas a otros territorios.
Y sabemos que no caminas solo pues
contigo va toda la entrega que tú nos regalaste cuando aquí llegaste veinteañero
manchego a bautizarnos niños y a despedir a nuestros muertos.
Nos has regalado tu juventud celebrando
en la iglesia el mandato de aquél Jesús nacido en Belén constante de pasión en
cada homilía y en el saludo amigo al verte por la calle.
¿Sabes? que sin proponértelo, tu encanto nos fue dejando el rastro del Dios
al pie de ese continuo catecismo de amor de un día y otro día, sin pedir
nada a cambio.
Y no es que nos hayas resuelto las dudas
de ese hondo sentir que a veces nos abruma y como los pastores de toda
Nochebuena, seguimos llegando al Sagrario a buscar al Maestro.
No, pero has sido como un acueducto que
nos señalaba por donde el agua llegaba a las moradas del alma y al escucharte,
Jaime, sacerdote católico, nos dejabas sintiéndonos mejores.
Mira, tú has sido nuestro amigo, con tu
prisa y tu risa de querer contentar a todos sin que tú te quisieras un poco y,
a todos nos parecía que tú jamás desfallecías ni tenías problemas.
Y nadie comentaba que este chico
sufriera o se desalentara porque Jaime, el joven sacerdote que canta y toca la
guitarra, declama en el teatro y organiza una tras otra convivencia a los
jóvenes llevase algún fracaso e injusticia en los pliegues del alma.
Somos todos así, un balde de agua sin
etiqueta porque contigo todo era diáfano igual que cuando el sol al amanecer
besa los campos y por cotidiano, nunca
damos las gracias al Señor, por ese gran regalo.
Hoy la iglesia de este pueblo olvidado
en los mapas del mundo de nombre Tomelloso se ha quedado pequeña para que por última
vez tú bendijeras el pan de nuestros
trigos y el vino de las viñas que aguardan la vendimia mañana.
Y al llamar las campanas por la tarde,
sentíamos que Jaime nos llamaba, o creíamos que su sonido nos invitaba a
valorar todo lo que ahora perdemos con tu marcha.
El templo se ha llenado de hombres y
mujeres de edades diferentes, buscadores del
horizonte que Cristo nos señala,
el que a ti te eligió y escuchaste su llamada. Y mira que es difícil seguirle
con firmeza sin dejarnos comprar ni
traicionarle. La memoria flaquea y hasta que no canta el gallo hay veces que sentimos
el miedo y el silencio nos hace reos de nuestra cobardía.
Es cierto y es verdad que todos nos
caemos y buscamos refugio en el amor de Dios y en su Evangelio de las santa
escritura y escuchamos a ese sacerdote a
veces sin oírlo igual que se oye el rumor del aire pasar por los árboles que
hay junto a la iglesia.
Somos tan estrechos de miras que
ignoramos la soledad del otro; al que estrechamos la mano cuando deseamos la paz,
ese ruego que nos da el sacerdote y nos desea todos desde su soledad en el ara
sagrada del altar.
Hoy el templo era un templo de amor,
nosotros, todos sentíamos tener que despedirte y cuando el cielo retumbó
quitándose el calor de los días con la lluvia caída, recordé que cuando por
primera vez nos llevan hasta el templo, el agua nos recibe y nos acoge en el
seno de la madre Iglesia y nos despide
cuando el sacerdote nos rocía el ataúd con el agua bendita.
Once años calle arriba y calle abajo,
nos has acompañado Jaime Quiralte, noble hijo de Alcázar de San Juan, sacerdote
católico, perseguido y vejado hoy igual que ayer, muchos de tus compañeros.
Once años de amistad y trabajo y sin palabras el pueblo de Dios ha prorrumpido
en mitad de la eucaristía en emocionado aplauso. Once años de un hombre ejemplar:
Cristo Jesús te lo premie y te siga
llevando por caminos de luz.
Mañana, estimado Jaime, tú no serás
notica de los grandes diarios, ni de la televisión y sus cadenas, ni de esos
portales de Internet que aglutinan millones de seguidores. No te darán el Nobel, ni te impondrán
condecoraciones, afortunadamente…
Mañana septiembre volverá a sentirte orar por esta tierra que
sigue siendo demasiado valle de lágrimas y rezarás por ella bendiciendo su
afán, y cuando pase el tiempo y seas menos joven, recordarás el templo de este
pueblo manchego escuchándote en silencio y reteniendo las lágrimas porque tú te
estabas despidiendo.
Que bella es la amistad y aquellos que
saben compartirla. Que hermoso es saber que no todo es feo y deleznable en esta sociedad. La música de los últimos
días del verano es de melancolía cuando por el ocaso vemos a los que se
marcharon.
Mira Jaime, los tomelloseros rezumamos mosto en vez de sangre. Mosto que
nos golpea el corazón y nos lo deja hecho cuarterones, sí cuarterones de amor
porque al cuidar nuestras viñas todos somos lagares de Dios.
Vuela como las aves Jaime y sigue llevando alegría allá donde tú
vayas.
Natividad Cepeda
Publicado en el Diario Lanza 03 Septiembre 2018 ©
Lanzadigital
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