Se asoma la luna ignorando
la opresión de los que miran sin ver el sufrimiento en la fábula de la vida. Se
asoma por encima del vacío de la eterna lucha de la supervivencia, por encima
de ríos secos, esquilmados por riegos exhaustivos que convierten la tierra en
broza y erial.
Se
asoma por encima de ramas de árboles enfermos con su ritual de ruinas, de satélite
muerto a la que alabamos y ponderamos en su belleza fría, tan yerma como las
cuencas vacías de los muertos de hambre, de los caídos en esas guerras
universales y eternas como la misma luna.
Por
entre sus sombras se escoden campos y hombres, muertes y vidas de mujeres
derramando llanto y preguntas
universales, por qué, yo, por ser mujer he de ser violada, vendida, vejada,
secuestrada y maltratada en tantos encuentros que la luna ve y conoce. Y esa
pregunta se queda muda como la luna cuando la miro y nada me responde.
Donde
yo habito nos falta vida; estamos llenos de ceguera acercándonos a un final de
etapa. Entre el agua donde se mira la
luna, en ese charco sucio hay vientres vacíos
de mujeres bellas, de hombres sin escribir en el libro de sus vidas, la
regeneración de las generaciones. Fríos y distantes del calor de la vida, mirándose
en los espejos de los charcos del narcisismo ególatra y egoísta en sus jardín de
lujo, de acaparar juguetes de vanidad y soberbia donde no hay cabida para
engendrar la vida.
La
luna, vieja y caduca nos mira y al mirarla nos engañamos admirando su fulgor. Fulgor ajeno, donado por el sol. en
esa engañosa presencia hemos cantado su belleza igual que mi gente, los que
piensan que primero hay que vivir, disfrutar sin concebir hijos ni
responsabilidades. Envejece España.
Los
viejos no valen, nada más que para sacarles sus ahorros, su esfuerzo de
trabajo y tesón. Se prima el aborto y no
se prima tener hijos.
Pobre
sociedad caduca mirándose en lunas de espejos similares al espejo de la
madrastra del cuento de Blancanieves; espejito, espejito quien es quien vive
mejor, yo. Y España se muere.
Nos gobiernan
gentes sin cerebro, sin corazón y sin inteligencia; aves de rapiña pensando en
sacar impuestos a los que crean riqueza, trabajo, futuro. Pasajeros que dejan rastros de miseria con
sus titulaciones universitarias y sus catálogos de impresentables en
conferencias rimbombantes sin que la vida se mejore en este cuarto último de
siglo a caballo entre el que terminó y ha empezado.
Nos
morimos de egoísmo y avaricia sin otros valores que el vicio y el desorden por
doquier. Pobres generaciones abocadas al exterminio; lloraremos, llorarán por
esos hijos no queridos cuando solo seamos, sean viejos esperpentos fríos y
solos como la luna en el cielo.
Arte digital: N Cepeda
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