Pensar es muy peligroso. Tan nocivo que nos lleva a no
construir una crítica serena de la
realidad. Y la realidad actual tiene muchas vertientes para ser analizada desde
una reflexión de lo que es razonable y
de todo aquello que no lo es.
Hoy por hoy muchas mujeres siguen siendo invisibles en campos sociales a las
que se le omite precisamente por ser mujeres. Y por aquello de no sentirse
excluida casi nadie lo reconoce y admite. Seguimos celebrando pobremente días
dedicados a la mujer como señuelos de feria o premios de consolación. Lástima
que no se celebren días dedicados a los hombres rurales, escritores, amos de
casa… viudos. Sí, viudos porque cuando un hombre queda viudo sigue cobrando la
misma pensión que con su mujer viva, al contrario que las mujeres que cuando se
quedan viudas cobran la mitad y a todos los estamentos sociales les parece
bien. ¿Bien? esa situación injusta, terriblemente injusta e inmoral,
discriminatoria y machista; ¿acaso la mujer viuda no paga los mismos impuestos, el mismo recibo
de luz, la misma tarifa de calefacción y necesita poner la lavadora, ver la
televisión entre otras muchas necesidades que cuando vivía con su marido? A
nadie parece importarle esas necesidades primarias.
Y nadie las denuncia y defiende. Tema soterrado y enterrado
en las miserias de asociaciones y discursos progresistas y políticos. Las
mujeres siguen siendo invisibles e ignoradas desde antologías poéticas de ayer
y también en las de hoy, Y siguen estando consideradas inferiores ante las
jubilaciones por citar dos ejemplos latentes y auténticos. Todavía somos
inferiores frente a la sociedad patriarcal. Es una realidad tan viva que
decirlo está mal visto. Ni feminismo ni machismo, términos manoseados y
grandilocuentes que sirven para obviar lo feo de una sociedad.
La nuestra, la que hacemos día a día en el campo agrario y
en las aulas, en los sectores empresariales y en los obreros. No quiero
celebraciones, quiero justicia real desde la cultura, las profesiones liberales
y manuales. Me moriré sin verlo. Y no
son culpables los hombres, somos culpables todos, la sociedad que se vende y la
persona que se calla.
Nos invade una subcultura donde todo vale. Y no es verdad.
La ilustración trajo y luchó por combatir la ignorancia, la
tiranía de los gobernantes y el miedo de la superstición. El consumo
desenfrenado y el hedonismo imperante
busca tanto placer y bienestar sensorial que olvida la ética que nos hace
avanzar en todos los campos de la vida.
Los esclavos bajaban la cabeza ante sus amos, hoy no alzamos
la voz ante tanta injusticia y miseria vestidas de falsas esperanza y promesas.
Natividad
Cepeda
Arte digital: N. Cepeda
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