lunes, 1 de agosto de 2022

La cosecha del calor

 





Hace tanto calor que siento como si fuera a desmoronarme. La cosecha de calor está menguando las cosechas de los campos. En mayo la primera ola de calor supuso que no granaran las espigas de las cebadas y trigos. se perdieron y ahora al terminar julio el continuo calor  nos tiene agotados.

En Tomelloso mi lugar de residencia hay días que se han llegado a alcanzar los 41 y 42 grados de calor. Por esa causa casi a diario hay fallecidos. de esos datos apenas si la población se percata. Durante el verano las fiestas se suceden continuamente y la gente se entrega a celebrarlo grandemente por si mañana no pudieran hacerlo. 

A pesar de la grave crisis económica que sufrimos la mayoría de los españoles se consume fiestas y a esto hay que sumarle salidas a viajes imprevistos. Es otra forma de olvidarnos de tanta penuria y oscuro futuro que predicen comentaristas duchos en estos análisis de lo cotidiano.

Personalmente me abruma tanto calor y apenas si quedo con amigos y conocidos. Las noches son asfixiantes, se hacen largas y pesadas. Al amanecer se cuela por balcones y ventanas una pequeña brisa que nos parece maná del cielo. Pero en los campos las pámpanas de las viñas se asorratan, o sea que se queman y la uva se contrae acelerando una extraña maduración que hay que evitar a toda costa.

El MoMo, ha publicado la mortandad de la población española ocasionada por el calor y aseguran que traspasan los 2.126 muertos por el calor en España durante el mes de julio. Nadie, absolutamente nadie, quiere renunciar al jolgorio de la fiesta, tampoco a la tradicional costumbre de acudir a sentarse en una terraza de bar y charlar con familiares y amigos. Y las musas, nada ociosas, urgen a los poetas, y a las poetas  a escribir versos tras versos como si tuvieran que arredantarlos a buen precio. Aunque ocurre todo lo contrario a esos juglares actuales nadie paga nada. La inversión en poesía es nula, se lo aseguro yo que también escribo poemas, un tanto sociales y denunciantes que no gustan a los mandamases y por eso, por mi afán rebelde de decir que vamos a la ruina total en este país hermoso de mi España en algunos círculos me hacen la cruz, o sea no quieren que aparezca por si digo algo que no conviene escuchar.

Aquí hay algo catastrófico que nos empeñamos en ignorar; se queman campos y montes, bosques y viviendas… Y mueren personas y animales. La cesta de la compra sube cada día el precio de los alimentos, la tarifa eléctrica es abusiva e insostenible para las clases sociales con menos ingresos jubilados y empleos temporales, nos faltan niños tristemente y a las familias no se les ayuda lo suficiente para  cambiar este rumbo y estamos convertidos en un país de viejos.

La cosecha del calor nos está afectando demasiado y no tiene  visos de cambiar a corto plazo por lo que me pregunto si no debiera dejar de teclear en el ordenador  escribiendo mis crónicas y levantarme e ir a buscar una terraza, cualquier terraza y sentarme en ellas viendo cómo pasan las horas envuelta en el sudor del verano y el desaliento de mi sociedad jugando a olvidarse, no  sólo del presente, también del futuro.


Natividad Cepeda


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