Al amor de la lumbre del mensaje navideño
todavía
es posible acertar a ver la luz de las estrellas
verdaderas,
lejanas y bellísimas, misteriosas
e inaccesibles pero necesarias
al
igual que la fe en Dios y en las personas.
Poca
cosa es la fe cuando no aparece
en los
anuncios televisivos.
Pero Dios
suena en diciembre
con
llanto y con sonrisas.
Suena
en el corazón del enfermo sostenido
por la
esperanza de la curación y el aliento
de los
que lo aman y lo ayudan en su limitación
física
porque todos somos muy frágiles.
Llanto
por los niños asesinados en las escuelas,
en los
campos de guerra, en la desahuciada
batalla
del hambre diaria de los países paupérrimos,
en la
huida en busca de países en paz.
Niños
dentro de la arquitectura del amor
plagados
de regalos y atenciones:
Amados
niños que sostienen la esperanza
en su
mirada franca y limpia confiando
en el
mundo que los rodea
sin
saber que les traerá el mañana.
Rito
de nacimiento remansando
en la
alborada del 24 de diciembre
para
festejar la venida del Amor, desde el regazo
de una
madre que dice Sí, a la vida del No nacido.
El
aire de diciembre nos trae el balbuciente
llanto
de un recién nacido cuajado
de
amor fraternal y por ese discurrir
dentro
de un privilegio no entendido
aún,
hoy, las gentes de buena voluntad,
siguen
encendiendo hogueras en el corazón
del
prójimo para calentar su orfandad.
Tiembla
diciembre en sus cimientos por el gesto
repetido
de que Dios se acuerda de nosotros
a
pesar de la avaricia desmedida
de los
unos para con los otros generadora
de
miserias por doquier. En las manos
del
Niño de Belén, hay antorchas de luz
para
los desamparados de la tierra.
Por
los entresijos del invierno se percibe el canto
de los
ángeles diciendo: Gloria a Dios en las alturas
y paz
en la tierra a los hombres de buena voluntad…
En voz
baja diciembre escucha el coro
de los
ángeles por las calles rumorosas de gente.
A
veces hay quien dice, que ha pasado
un
ángel, y casi nadie lo cree.
Si los
ángeles ocuparan las pantallas
de
Internet tendrían muchos seguidores
entonces,
la Navidad dejaría de serlo.
Cuando
el amanecer se santigua en las mañanas
de
invierno, canta tembloroso el orbe;
en ese
instante nace en el ajimez del misterio,
Dios,
en la Nochebuena.
Mi
abrazo de paz para todos los que creemos en ese milagro necesario.
Así lo
deseo.
Natividad
Cepeda
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