Ahora, cuando la
plata se hace hueco en mi pelo, vuelves a recordarme que todavía en el silencio
de los justos habla Dios. Ahora cuando todo es ruido y miseria en mitad de la
crisis económica y nadie rectifica sus errores tu hablas desde tus pensamientos
que siempre en el camino hay santos que nos dan el testigo de la fe. Ahora
cuando todas las empresas parecen ir a la quiebra del desastre arrastradas por
la destrucción de la avaricia tú aseguras que hay que dar en medio del caos
ejemplo de vida en el mar agitado por donde navegamos. Y sencillamente rezas en
silencio absorbido en Dios, perdido en la inmensidad de Él y a Él totalmente
entregado. Ni egoísmo, ni dinero, ni comodidades, ni familia, ni honores... ¡Sólo
Cristo!
Así perdido en ese éxtasis
cumples estrictamente con la pasión del hombre que sabe que morir es nacer
desde el abandono de los hombres. Desde mí pobreza interior intento
peregrinar a tu cobijo: Ismael de Tomelloso, Siervo de Dios enfermo y
oprimido lejos de todo cuanto es
humanidad piadosa. Me aturde pensar en tu silencio, en esa voluntad tuya de
entrega por amor hacia todos, realizada en medio del terror de la guerra y del
odio. Me viene grande tu mensaje de perdón entregado desde la soledad y el
menosprecio de los vencedores para con los vencidos.
Y otra vez me planteo la
pregunta sin respuesta; cuando aquello ocurría ¿adonde estaba Dios? Y no tengo
profetas que me respondan ni guía que me explique por qué tú, tan joven, y con
tantos ases en la mano, te dejaste morir en medio de la muerte. Noche oscura
sin otro alumbramiento que Dios. Noche de calvario y de gólgota en todos los
campos de concentración del mundo, en todos los hospitales de prisioneros de
guerra donde el símbolo de las banderas son símbolos mojados en lágrimas y en
sangre. Allí donde Cristo muere una y otra vez cubierto de harapos, despreciado
por los vencedores, ultrajado por los verdugos de cualquier año, siglo y
siglas.
Desde tu mirada de
muchacho que sonríe intento ver, Ismael, los vastos baluartes de la guerra, y
tú me muestras la esperanza en la
vida. Acaso la santidad sea eso, una
sonrisa que estrechamente nos une a Dios. Es posible que más allá de la tierra
yerma del alma se puedan levantar
senderos que nos conduzcan a la luz. Me desconciertas Ismael Molinero Novillo,
me dejas a la intemperie cuando me sumerjo en tu corta vida. Y también me
arrebatas el corazón cuando veo en tus ojos soñadores la resurrección de la carne gracias al amor
de Dios. Por qué ¿qué otra cosa es, esto que ahora está sucediendo? Dicen que
de la oscuridad nace la luz y de la muerte la vida. Aseguran que de Dios
venimos, y hacia Dios vamos. Está escrito, que polvo somos, y al polvo
volvemos, pero quien tiene tanta fuerza para hacer posible que tú, Ismael,
regreses del silencio para que junto a ti, miremos sin odio y sin venganza, una
página trágica y vergonzosa del ayer.
En muchas ocasiones
vago por mis desiertos, me desvelo en mi noche oscura y me pregunto si es
verdad y cierto, que Dios está en medio de nosotros, ahora sin llamarte ni buscarte, tú, te haces
presente, joven manchego, muchacho obrero que sacaba tiempo para declamar en el
teatro, tocar instrumentos y ejercer el voluntariado entre los viejos del
asilo, los pobres parados y hambrientos que pedían por caridad pan y
comprensión en aquella década de 1930. Y creo que esto es posible porque Dios
resucita entre las muertes de cada día.
Hoy, te elevo mi plegaria, Siervo de Dios, no desde la muerte que pasea
los estandartes de las procesiones por las calles de nuestras ciudades, te rezo
para que impulses mi resurrección junto a la tuya. Canto como el salmista a la vida, esperando
que Dios, sepa perdonar mis muchas flaquezas, porque soy hija del mundo y te
aseguro, Ismael, que no es fácil seguir tu ejemplo.
El tiempo no ha
parado su fluir, contigo se ha expandido junto al Crucificado, no hay razas ni color, ni mensajes que puedan
acallar aquello de "Amaos los unos a los otros como yo os he amado, en
eso conocerán que sois mis discípulos" Tú, Ismael de Tomelloso,
hiciste del mandato de amor, tu amor de entrega, haz posible que en la
resurrección de Cristo además de la tuya esté la nuestra.
Natividad
Cepeda
Arte digital: N Cepeda
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