Entre
nosotros, españoles sumidos en la hecatombe del no sé dónde voy y de dónde vengo; los brotes de inseguridad y
falta de respeto público se suceden en
recintos públicos y privados, donde la cobardía del desastre se asienta
alimentada por los que dan salida a sus
rabias, insultando y exhibiendo la
cobarde acción de sobrepasarse con quienes de antemano saben, que no serán
violentos ni les plantaran cara ante sus desmanes y provocaciones.
Abro los
ojos asombrada de tanta tumba abierta desde la hipocresía de los que se atreven
a profanar creencias religiosas, exclusivamente católicas, y nada dicen ni se atreven con otras religiones, templos y edificios donde se adora a Dios
también, y por supuesto, no se atreven a
traspasar el umbral de ellos, porque conocen que saldrían mal parados y mal
paradas. nadie se escandaliza de esa contumaz cobardía tan criticada en medios
públicos, tan ridiculizada en montajes fotográficos, dibujos y videos por
muchos de ellos que se sienten intelectuales ilustrados, pagados desde
facciones políticas con el pretexto de
querer mostrar lo impío y sucio de una religión concreta y sus ministros y seguidores, obviando, esos
mismos medios y vocingleros pagados, los mensajes macabros y la arengas de
ausencia total de libertad, para sus seguidores.
Ciertamente
que denunciar lo malo y podrido de cualquier grupo humano es loable y
quitar sumisiones, mostrando el lado oscuro de algunas actividades
deleznables, es necesario, tanto por medio de los grupos sociales como
por las leyes vigentes en favor de la humanidad y las personas que las
componen.
Pero esos mismos motivos que
se dan y son conocidos en otras religiones no son atacados ni mostrados, no
solo en suelo español, en sus ciudades donde los seguidores exigen aquí lo que
en sus países de origen no nos permiten a los católicos y cristianos,
manifestar libremente nuestros sentimientos religiosos, llegando incluso a
prohibir y hasta asesinar, a nuestros hermanos en la fe.
Y esas evidencias no son mostradas en canales
televisivos que se rasgan vestiduras éticas en favor de las víctimas de los
católicos y pasando por alto con el ignominioso silencio de la palabra y la imagen de lo que ocurre en
puntos geográficos dados a conocer por escasos medios, además de procurar
silenciar los hechos aberrantes de violaciones de niños, niñas, personas
quemadas vivas, mutilaciones, cabezas cortadas en el nombre de sus creencias.
Ese
espectro nos rodea envuelto en la tela de araña de lo políticamente correcto,
de los que aseguran ser laicos, y callan, y no denuncian, esos otros estados
donde la religión es impuesta por la fuerza de armas y leyes.
Parece
que los únicos que damos problemas somos los católicos, por eso algunos
artistas a falta de ingenio tiran de la provocación cristiana para hacerse un
hueco en esta sociedad cobarde. Sociedad seguidora de ídolos exento de valores éticos; valores tan
imprescindibles para la familia humana.
Y
si gracias a la técnica hemos logrado
avances desconocidos hace medio siglo, inimaginables, también es cierto que en
lo moral no hemos avanzado.
Y
derivado de esa consecuencia hay
hoy problemas demográficos, entre otros
muchos, porque si la vida no es
defendida en todas sus manifestaciones y respetados los grupos sociales, desde
cualquier actividad política y social.
Las consecuencias de esas arbitrariedades nos
llevaran a un desencuentro difícil de prever y atajar.
La racionalidad
imperante esconde la turbulencia de los
días de junio y de otros muchos días y meses, en la ausencia de apoyos reales, ante los brotes violentos y falta de respeto,
luego, escribimos mensajes y ponemos flores vegetales y de palabras, en muros y calles del mundo, como si al hacerlo, nos fuera
perdonado el silencio cobarde de callar lo que hay que denunciar y no permitir.
Natividad Cepeda
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