¿Quién se ha manifestado en
contra de los asesinados cristianos en Libia? Coptos egipcios son asesinados
sólo y exclusivamente porque son cristianos y casi nadie se ha manifestado en
denunciar esta brutal matanza, además proclamada por los asesinos como un éxito
de su fuerza brutal, trágica y
deshumanizada.
¿Acaso estas muertes no
merecen ser denunciadas precisamente porque los ejecutados son cristianos?
¿Y esa vorágine de sangre
demostrada cual estandarte feroz de
asesinatos, no merece que la sociedad, esta sociedad nuestra, tan proclive a
opinar y seguir estupideces multitudinarias, que no enumero, porque me niego a
darles a todos los payasos que entretienen en cadenas televisivas, ni una sola de mis líneas, se queda inmutable
ante estos horribles asesinatos?
Tan horribles como los
niños soldados, presentes en nuestra Historia actual. Igual que la esclavitud
lo fue hace apenas dos siglos: Esclavitud tolerada y amparada bajo leyes
injustas dictadas por legisladores eminentes, a los que nadie, o casi nadie, se
atrevía a poner en duda esos principios legales que se demostraron después de
muchos llantos y sufrimientos, que eran erróneos y exentos de humanidad.
Nos hundimos en nuestra
propia devastación de estereotipos que urge cambiar por inútiles y pérfidos.
Nos traicionamos, poniendo como excusa la banalidad de respeto ante situaciones insustanciales que
repercuten en el bien social.
El filósofo alemán Hermann Cohen que murió en Berlín en 1918 escribe
“El hombre es plural. Tiene muchas sendas a su disposición, y formará muchas
naciones que contribuyen con su color específico a la policromía humana, y
conocerá muchas religiones que forjan un mosaico que debería ser de mutuo
respeto y enriquecimiento, y no de “salvación” por la espada o guerras curiosamente
“santas”
Cuando se lee a los
escritores que antes de serlo han pensado y buscado en las fuentes del
pensamiento la realidad que les rodea, y
las lecciones de la Historia, se descubre la grandeza de esos pensadores que
después han escrito, y la bajeza de los que esgrimiendo la leyes llamadas,
santas o civilizadas, han sido, y lo son, crueles y sanguinarios. Y obviar la maldad es tanto como querer tapar
al sol con nuestras manos.
Es lo que nos ocurre ahora,
cuando taponamos la inmoralidad porque nos quedan lejos esas acciones
violentas. La gente juega conscientemente a mirar hacia otro lado para no ver
el horror. Una veces porque se es agnóstico y no se ha vivido, ni se siente la
trascendencia. Otras escudadas en la no existencia de Dios. Y también porque su
fe de creyente, no es la misma fe de otras creencias. De ahí se derivan la
guerra, no santa de hoy, y todas las guerras del pasado.
Los escritores tienen el
deber moral de escribir lo que ocurre, no otro es su oficio. Aunque esa
escritura denuncia les cierre puertas y les obstruya que su pensamiento hecho
palabra, vea la luz. Pero hay que escribirlo, porque de no hacerlo ese tesoro inmaterial no será conducto del
pensamiento; si eso ocurre, es porque no
existe el narrador fidedigno de la realidad social de su momento, y por
supuesto, tampoco hay un legado de su
existencia humana y filosófica.
Y no vale argumentar que
hay hechos que no atañen, porque toda violencia y atentado en contra de la
vida, de cualquier vida, hay que defenderla y denunciar a quienes cometen esos
atropellos injustos e inhumanos.
Hoy escribo por esos
cristianos asesinados porque son parte de mi momento histórico, y nadie en
nombre de ideas religiosas o civiles tiene derecho a arrebatar la vida y a
torturar a otras personas. Porque no todas las
conciencias saben discernir sobre
el bien y el mal; ante esa
incertidumbre hay que regresar al
principio del amor. Al sentimiento universal del encuentro con todos los
moradores de la tierra, y defender ese derecho, como lo han venido haciendo
muchos otros antes que nosotros.
Natividad Cepeda
Arte digital: N. Cepeda
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