Un
libro es siempre una ventana a lo íntimo del autor. Al abrirlo el lector se
sumerge en el pensamiento único de quien lo escribió sin importar
época, edad y circunstancias de quien le
dio vida. Por ese fundamento el libro nos traslada a experimentar otras vivencias que hacemos nuestras,
mientras su lectura nos embarga y aleja de nuestra propia realidad. Y de esa
experiencia se nutre el libro escrito por el poeta y escritor Nicolás del
Hierro. Desde su edad de oro nos amalgama
relatos testimoniales de vidas
que verificamos, bajo el tamiz de su mirada, dejándonos sólo entrever lo
que él quiere mostrar, para que el
lector pueda hurgar, esa otra parte misteriosa de imaginar nombres y lugares;
hecho éste que da al texto universalidad sin fecha de caducidad.
Nicolás
del Hierro ha forjado su personalidad literaria en el entramado personal de su
avatar humano. Y ese orden sucesivo de aconteceres es lo que se muestra en este
libro. Porque lo verdaderamente interesante de los libros es, además del placer
de la lectura, la incursión indiscreta en otras vidas que se suceden en esta
obra literaria. Nicolás del Hierro nos da a conocer en estos relatos,
personajes humanos polifacéticos de variada condición social. Es esa ventana
abierta por donde vemos las vidas de los desconocidos que ignoramos, incluso,
cuando compartimos con todos ellos espacio y tiempo indeterminado, en ese mundo
paralelo donde convergemos. Esa es, como lector, la conclusión que he sacado al
concurrir por las vidas de los seres anónimos que vemos y juzgamos, gracias a
la fotografía literaria que el escritor ha dejado en el libro.
Porque
lo interesante de un libro es precisamente llenarnos y empaparnos de su
contenido. Cuando esto ocurre, el libro. ha conseguido su propósito, que no es
otro que el de ser leído. Y Nicolás del Hierro lo logra a través de las cuatro
partes en las que ha dividido su lectura bajo el título: Uno: Cinco estrellas: que reúne ocho relatos, y es del primer
relato donde el libro coge su nombre; “Una ventana abierta” donde, desde el
relato he percibido la soledad del poeta en la vida corriente y común, que sólo los poetas verdaderos conocen y que
el confiesa al decir. ”Yo no puedo hablar de versos con ninguno de
los que me rodean”.
Continua,
Dos: Destinos concretos: con cuatro relatos: del relato Fotografía de una guerra, sorbo el
humanismo de Nicolás cuando afirma “El hombre es un interminable laberinto en
donde se debaten el odio y el amor, la sinrazón y el miedo.” Hermoso
pensamiento como también lo es literariamente todo lo escrito. Y sin dejar esos destinos, también hay que
detenerse en el llamado “Los que
regresan” impregnado del dolor de los que emigran, tan latente hoy…”Hay
que asomarse al más grande horizonte posible y decir, señalando, “por allí
queda España” Magnifico comentario, como muchos otros hallados en esta
obra.
Le sigue, Tres: Personas y lugares: de cuatro
relatos que se leen ávidamente sin desmerecer el uno del otro por su interés y belleza plástica y
figurativa enmarcados en Cuenca y Toledo con sus leyendas y personajes. Y para
cerrar, Cuatro: Testimoniales: diez relatos entrañables, cargados de
nostalgias y recuerdos con la visión del que ha vivido y atesora en su memoria
un bagaje no extinto de olvido. Si dejar
de leer el Prólogo de Luis Díaz-Cacho Campillo, donde asegura; Nicolás es todo
corazón, pálpito en mitad de la mañana para gritarle al mundo que la vida tiene
sentido, que tenemos un tiempo que no regresa y que es posible el encuentro de
todos aquellos que anhelamos vivir en paz y en armonía. Y para ello escribe versos y poemas y
relatos. Historias que nos han podido pasar a todos. Así es Nicolás del Hierro,
una página abierta en mitad del vértigo diario. Aquella ventana abierta a
través de la que Nicolás del Hierro
siente y abriga esperanzas. Al fin y al cabo- define en su Prólogo Luis Díaz-
Cacho- de eso se trata de amar, de
sentir, y de soñar.
Ciento
cincuenta y cuatro páginas de un libro bien
editado por Ediciones C&G:
Coordinado por María Jesús Criado Gallego y con la Dirección Editorial de M. J.
Gallego Romo. El diseño acertado de la portada de Julio Criado, que nos trae el recuerdo
acristalado de los preciosos miradores del pasado siglo. Un libro, por donde
uno de nuestros ilustres patriarcas manchegos, nos regala en algunos de estos
relatos, retazos autobiográficos, para quien indague sobre su obra y
personalidad. De esta manera, Nicolás del Hierro, nos recuerda que escribir un
libro, es un acta notarial para el que sepa leer entre líneas la obra de un
escritor. La suya, intensa en publicaciones que lo avalan y acreditan como un
legado para las futuras generaciones.
Arte digital: N. Cepeda
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