Agosto nos deja su calor y sus
ferias de los pueblos manchegos tan tenaces en celebrar una oración mundana
ante las imágenes sagradas de nuestros santos patrones y patronas. Se perpetúan
las celebraciones y en los templos, a pesar de esta sociedad tan laica, se pide
bendición del cielo para los habitantes de la tierra. En Tomelloso las ferias y
fiestas son en honor de la Santísima Virgen María de las Viñas en su 80
aniversario como Patrona y Alcaldesa Perpetua de Tomelloso y conmemorando
aquella efeméride se ha vestido la imagen con el traje que lució para su
coronación en el año 1947. Mirar la
imagen deja quietud y paz en el espíritu gracias al prodigio de la fe.
Mi fe es el legado heredado de
mi familia y gracias a ellos rezar ante mi Virgen de las Viñas es un soplo de
vida que me sostiene y alza de todo infortunio. Me acerco ante ella y siento
que en la ribera del corazón brotan fuentes de agua a pesar del calor agostizo
del verano. Hoy cobijada entre las
humildes piedras del templo de mi pueblo, lleno hasta rebosar, asistíamos
autoridades, fieles y sacerdotes a la eucaristía en honor de ella, la Patrona
divina, pidiendo su protección y ayuda para el nuevo año que comienza después
de recoger las cosechas. Las humildes cosechas del campo, vides, melones,
trigos, cebadas, almendras y aceitunas entre otros tantos productos agrarios
tan escasamente remunerados en nuestros días. Para eso rezamos a veces,
demasiadas veces sin comprender la fuerza que tiene la oración.
La Coral del Conservatorio de
Tomelloso nos elevaba magistralmente a ese séptimo cielo que es la música y las
voces humanas flotando como juncos de río entre las naves de la iglesia. Los
sacerdotes oficiaban y al unísono respondíamos los asistentes con el firme
propósito de honrar a nuestra Virgen. Rodeada de toda la magnificencia del
oficio religioso he sentido a los míos llegar hasta el altar en silencio, como
la imagen de María Santísima tan bellamente ataviada. Allí estaba mi abuelo
José ofreciendo con sus manos curtidas las sandias de más de cuarenta kilos de
un verde oscuro lustroso de pepitas rojas traídas dese su melonar para la puja
de la Virgen. Y mi padre luciendo la primera medalla que se acuñó y se puso a
la venta para lucirla los hermanos. Iban llegando uno a uno acomodándose entre
nosotros, mamá limpiando el cristal del cuadro de la Patrona que ocupaba el
lugar más bello de la casa. Mis abuelas rezando con sus breviarios arrodilladas
en sus reclinatorios sin quejarse jamás del tiempo transcurrido…
Sentía el manantial de amor de
todos ellos en perfecta armonía recorrérmela sangre, sobre mi colgaba la
medalla de mi padre de la Virgen de las Viñas y las palabras de mi madre al
dármela, porque la mía se la llevó una bella mujer a la que la Virgen la curó
de su cáncer. Hacía calor, mucho calor y sentí mis ojos mojados por la emoción
de sentirlos a ellos rezando a mi lado.
Señora de la fiesta, la que
por ti celebramos, bendícenos con tus manos para quitar lo muerto que
arrastramos de los vendavales vividos, devuélvenos la fecundidad de una buena
tierra para no olvidar que el mosto de este año necesitamos que sea vino viajero
por los senderos del mundo porque somos humildes labriegos postrados a tus pies
y a los de tu hijo, los que te lo pedimos.
Señora consagrada en este
templo por aquellos que hoy son figuras desnudas de atalajes inútiles, sin ti,
nada sería posible, ni mi legado recibido de fe, ni la feria que se inaugura de
fuegos de colores en el cielo asistiendo grandes y pequeños al embrujo de los
fuegos artificiales de la pólvora. La vivimos un año más y fue grandiosa. Es
preciso reconocer que en el granero social todo cuenta como son las luces del
ferial y el silencio de la noche bajo el rito solemne de soñar al dormirnos.
Espero que las huellas de los que nos dejaron las sigamos feria tras feria para
lazar campanas jubilosas anunciando la feria, incluso para los que, venidos de
otras tierras, hombres jóvenes esperando el milagro integrador del trabajo,
sean tomelloseros afincados y no vagabundos sentados en la plaza sin saber nada
de cada uno de ellos.
Porque Madre Santísima de las
Viñas, los emigrantes son pájaros sin nido que buscan al borde del camino huir
del quebrado destino que los trajo hasta aquí con derrotas calladas, sentados
en bancos de muchas otras plazas de pueblos y ciudades de las ferias injustas
de la vida. Mi brindis va por ellos y por todos nosotros los que habitamos
nuestros pueblos amándolos por encima de escollos.
Natividad Cepeda
Publicado en los periódicos que se muestran y se pueden leer digitalmente
https://www.miciudadreal.es/2024/08/26/brindis-con-el-primer-mosto-por-la-feria-de-tomelloso-2024/
https://www.cuadernosmanchegos.com/
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