Se
queda la palabra
cual
rio de sombras en un ciclo
constante
de regueros de sangre
y metralla de juguetes rotos
en
el salvaje ciclo de las guerras.
Allí,
la vida humana, nada vale.
Se
queda la naturaleza
sitiada
de árboles y escombros
sin
nidos ni abejas muriendo sin flores
campando
la muerte en macabro
baile
de malditas guerras.
Allí,
hay cementerios de muertas ciudades.
El
mundo es pequeño para tanto horror.
Por
los cuatro puntos
de
este año nuevo enero se tiñe
de
luto y lamentos. Dos mil veinticuatro
traenos
luz y vida y no destrucción.
Natividad
Cepeda
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