Julio tiene labios de fuego
y desaliento por las centrales horas del día.
El calor estalla en las aceras sin sombra y se cuela por fisuras de
paredes calentando el interior de las viviendas. A solas añoro lo que dicen las
viejas crónicas, aquellos regatos de agua de los humedales manchegos, hoy
inexistentes.
En verano hay luz cegadora y
sombras en los atardeceres cuando la
calima deja soledad por las esquinas de los pueblos. Cerramos puertas y
ventanas para evitar que el aliento de julio se cuele por todos los postigos de
la casa. Y aun así el calor es como un alarido que se queda pegado a la
epidermis.
Si a esto sumamos los
sucesos de los días encontramos esa
febril manera de enfocar las últimas elecciones generales españolas tan
cargadas de agitados clamores donde las soluciones del vecindario parece que no
encuentran acomodo.
Y es en este paisaje
desabrido donde la calima se cuela sin otro proyecto que continuar aguantando
el calor de igual manera que aguantamos la política y su excesiva y voraz
vorágine sin que las ideologías apuesten por lo fundamental que es el bien
público y no la estafa de una pelea continua donde el sufrido pueblo sale
apaleado demasiadas veces.
Tristemente la mayoría de
los políticos han olvidado que es un servicio público y no un tráfico de
influencias. Porque el mundo en el que vivimos los políticos se malogran igual
que las flores se secan envueltas en la calima.
Se nos agostan demasiadas
veces las promesas electorales por los embaucadores que incumplen sus promesas. Se habla y habla
de lo obtenido en las votaciones del pasado domingo con argumentos de guiones
subliminales sin que percibamos hasta donde se nos ha coartado la conciencia
para decidir libremente. Hay demasiado calor en los días y en los
acaloramientos de los políticos mientras el pueblo soporta la calima de julio y
sus consecuencias.
Calima, vacaciones para unos
y trabajo para otros. Es nuestro sistema desarrollado en favor de la norma
social, necesaria, pero no siempre posible para todos. Calima y fiestas,
argumento para encontrarnos y departir en torno a tradiciones, pese a las
infidelidades religiosas, se mantienen para el disfrute colectivo. En la calima
hay horas huecas, deshabitadas y ocultas en siestas dormidas o despiertas por
donde se deambula en busca de frescor. Y también para encontrar soledad beneficiosa en favor del espíritu tan
vapuleado por la prisa y el ajetreo constante.
El estío y sus noches plenas
de ruido y vida con vagabundos por plazas y terrazas en nuestros pueblos sin
mar y escasos ríos. Noches de verano y
verbenas populares conviviendo con rapsodas de justas literarias que a casi
nadie importan. Noches donde nos bebemos
el calor y la calima de las horas centrales del día en cucuruchos de helados y
vasos de granizados y horchatas apostando por durar en esta vida a pesar de los
bandazos recibidos.
Natividad Cepeda
Publicado este artículo en estos Diarios Nacionales
https://www.elsemanaldelamancha.com/articulo/opinion/soledad-calima/20230725202204180530.html
https://www.lanzadigital.com/opinion/la-soledad-de-la-calima/
https://www.miciudadreal.es/2023/07/25/la-soledad-de-la-calima/
https://www.facebook.com/cuadernos.manchegos/?locale=es_ES
https://www.cuadernosmanchegos.com/opinion/la-soledad-de-la-calima-942.html
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