Muy cerca de mi casa hay un
parque donde se escucha cantar a los
pájaros y ver como vuelan de un nido a
otro ignorando lo que sucede abajo, entre los árboles y los paseos. Hace años
ir a pasear por el parque era maravilloso
sentía la tierra bajo mis pies y aspiraba el aroma del verdor y la fragancia
de todo cuanto en el parque nacía y vivía.
En los bancos había gentes disfrutando
del espacio verde; personas ancianas dialogando en animada charla, chicos
jugando en rededor, niños corriendo por entre árboles y pérgolas…
Llegar hasta el parque era un
respiro después de la jornada de trabajo. Pero un día aquello
se acabó. La causa fueron los nuevos vecinos que por capricho de un alcalde dio
cobijo en casas de protección oficial a unas familias que no han respetado al parque
y a los barrios que viven junto a él. Todo se perdió. El sosiego, la tranquilidad
y se suceden hechos en contra de las propiedades privadas en viviendas y en
atracos a los que osamos llegar allí. Hasta se ha violado a un niño hace meses.
Se vende droga y la policía suele patrullar para evitar algo de todo eso.
Los vecinos se han unido
protestando y pidiendo ayuda a los ediles municipales y nadie les escucha.
Pasear es una temeridad por lo que el encanto del parque se ha desvanecido. La emigración
no ha beneficiado a nadie. Al contrario los guetos se han sucedido las familia
no conviven con sus vecinos llegados del
magrez o romanís… No se puede decir mucho porque enseguida se tiene temor a
ser señalado como poco solidario y así
es que los okupas, antes desconocidos ahora existen.
España es Europa pero cada día la
vida es más cara en todos los aspectos, alimentos, carburantes, viviendas… Nos
callamos y aguantamos. En silencio me
pregunto ¿hasta cuándo el ciudadano que trabaja y paga impuestos soportará esta
degradación social? Lo ignoro.
Los bancos del parque están
solos, sin ser ocupados y el miedo se ha asentado en la población. Convivir no es dejar que la convivencia se agrave por
falta de justicia y autoridad. Ayudar a integrarse no es pasar por alto
fechorías y vivir de las subvenciones del Estado. Convivir es respetarse y dictaminar normas y leyes integradoras para
todos, los que llegan de otras tierras y países, y los que estamos aquí, no
hacerlo por parte del Estado y las autoridades de los municipios, es quebrar no solo la convivencia, también la economía. y
así nos va; mal, muy mal. ¿Hasta cuándo? No lo sé.
Natividad Cepeda
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