viernes, 18 de junio de 2021

Llovió en Tomelloso un diluvio en menos de dos horas y todo se encharcó

 


Estamos en junio y el calor cae sobre campos y pueblos con su manto de sopor y calima sobre personas y plantas. En ésta encrucijada de submeseta sur, la orografía es poco accidentada y la altitud ronda los 700 metros sobre el nivel del mar. La mayor unidad geográfica de la Meseta Sur es la llanura de La Mancha, una gran comarca natural que se extiende por buena parte de las provincias de Ciudad Real, Albacete, Toledo y Cuenca.

Tomelloso, es donde resido y de donde procede mi familia desde hace siglos la mayoría de ellos, aunque también tengo por línea materna un abuelo nacido en Argamasilla de Alba y su madre nacida en Daimiel, todos ellos con apellidos lejanos en el tiempo desde la Reconquista castellana a los árabes. Tomelloso está situado en el mismo centro de la comarca manchega con  660 metros sobre el nivel del mar. Tenemos  clima mediterráneo continental por lo que  es frío en invierno y muy caluroso en verano. La lluvia es escasa sobre todo en las últimas décadas dándose el caso que en ocasiones las tormentas caídas nos anegan y destruyen cultivos,  nos inunda el pueblo, mucho más desde que las construcciones actuales y alcantarillado se olvida de estos fenómenos atmosféricos. Estamos enclavados en el extremo nororiental de la provincia de Ciudad Real, en la comarca natural de La Mancha a una altura de 660 metros sobre el nivel del mar.

El clima nos he hecho duros y soportamos el calor y el frío con el estoicismo de quienes habitan su tierra prometida y por ella luchan y perduran sin desanimo alguno. En mi infancia cuando las tormentas descargaban agua  las calles buscaban su corriente natural hacia la salida del pueblo; en una de ella, que por entonces se llamaba calle de Las Huertas, al principio y al final había en el centro tres hitos de piedra por donde cruzábamos por encima del agua de la calle que era similar al cauce de un río turbio. En otra calle principal las aceras estaban tan altas que en una de sus esquinas había tres escalones evitando así que el torrente inundara casas y cuevas. En la plaza  del pueblo, grande y redonda, se ponían bancos de madera para cruzar por ellos sin miedo a naufragar en las aguas vertidas de las nubes.


Para mí y todos los niños aquella era una aventura maravillosa y hasta hacíamos barquitos de papel  viendo cómo se alejaban navegando en aquellos ríos urbanos que eran nuestras calles. El alcantarillado nos privó de aquellas peripecias y al dejar las calles a la misma altura que el acerado surgieron los problemas de inundaciones en sótanos y garajes, cuevas y hasta en edificios emblemáticos como es la Posada de los Portales ha llegado la última inundación de hace unos días. Nos preguntamos el porqué de todo estos desastres ahora que tenemos especialistas en urbanismo ocurre estos desastres y, anteriormente cuando éramos más pueblerinos y teníamos menos concejales y funcionarios especializados no pasaba nada cuando llovía.

Algo falla en nuestra sociedad avanzada tan orgullosa de sus logros. Antes, los ancianos del lugar, hombres y mujeres, nos narraban donde  se hallaban los humedales manchegos y por donde fluían las corrientes naturales  subterráneas. Antes, se envejecía rodeado del cariño familiar  y había tiempo para niños y viejos. Antes, no íbamos al psicólogo ni al siquiatra con tantísima frecuencia como ahora; nos faltaba el Internet y el móvil, los viajes a Punta Cana y a las pirámides de Egipto, la Sesta Avenida de Nueva York solo la veíamos en las pantallas del cine. Algo está fallando en nuestros entornos se habla y se escribe del cambio climático pero casi nadie sabe situarse para conocer los cuatro puntos cardinales de su ciudad.

Ocurrió el pasado 5 de junio de 2021 el cielo encapotado descargo agua  más de 70, 80 y hasta 90 litros por metro cuadrado, dicen que un 30 o un 40 por ciento de lo que llueve ahora al año. Los bomberos y Protección Civil, policía y vecinos no eran suficientes ante las incidencias provocadas por la tromba de agua: después llegó la calma y los afectados limpian y reparan los daños causados con la inseguridad de que se vuelva a repetir en cualquier otro momento de cualquier día del verano.


Los niños van al colegio, los adolescentes a los institutos y muchos  jóvenes a las universidades pero ignoran donde están ubicados, de donde proceden sus antepasados y cómo actuar ante las inclemencias del tiempo. Algo está fallando en nuestra sociedad avanzada cuando a las nuevas generaciones no se les prepara adecuadamente para vivir y sobrevivir ante conflictos naturales. Tomelloso no es una excepción hechos similares vienen ocurriendo en otros puntos de España y desgraciadamente se repiten y nos aguantamos como si lo ocurrido fuera normal cuando no lo es. En la memoria de los pueblos  quedan las fotografías y películas de videos de estos sucesos, luego se olvidan y seguimos instalados en esta cobertura  antinatural que nos engulle sin reparar en ello y, sin exigir a los responsables que no vuelva a repetirse.

 

Natividad Cepeda

 

 

 

 

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