Nadie queda de aquél corro de
amigos que midieron versos en vez de fanegas de trigo.
Diariamente mendigamos amor
con los labios cerrados y si no lo encontramos cantamos la costumbre de borrar
los silencios y hasta aquellos sucesos que nos fueron huraños.
Diariamente despedimos a
gentes que fueron sin condición algunos amigos del convivir muchos instantes
buenos y, que se van de nuestro lado como la lluvia cuando deja de caer gotas
limpias, y de pronto aparece en le cielo el arco iris luminoso que dice, que la
lluvia se ha ido a mojar otros suelos.
Cuando yo era niña creía que
la tierra era pequeña porque cuando la cogía en mis manos la modelaba a mi
antojo haciendo figuras diferentes que secaba al sol, y pensaba que aquellas
pequeñas esculturas, eran personas del pasado que volvían a la vida gracias al
barro y a mis manos. Rutina de la
infancia que ignoraba la muerte y ese misterio eterno de querer existir por
encima de todos los silencios.
Ahora miro la multitud de los
que se me fueron y al contraluz de los años se desdibujan igual que el arco
iris se extingue cuando el cielo lo absorbe entre sus nubes. En ese invernadero del recuerdo escucho a los
viejos amigos envueltos en su bruma. Compañeros perdidos que piden no
olvidarles y el último que emprendió su viaje ha sido Pedro López-Ortega,
campesino escritor desde tiempos pasados.
Tierra adentro se quedan las
hojas amarillas del otoño podridas junto al tronco del invierno y al mirarlas
danzando con el viento, regresan aquellos campesinos que hicieron del terruño
su vida y añoranza. Con la muerte de Pedro, se ha cerrado el ciclo de los
creadores de La Media Fanega Literaria, nacida en Tomelloso al amparo de la
vieja posada que ahora solo guarda fantasmas de arrieros y mulos del
pasado. Todos ellos crecen desde el
silencio con sus versos y quejas sangrantes por no haber podido cumplir todos
sus sueños…
Los caminos inciertos son
aquellos que aguardan bandadas de pasos de multitud de seres que nos siguen
pidiendo que no los olvidemos. Es ahora, en diciembre, cuando vienen conmigo
los que hicieron posible la tertulia de amigos al calor de un trece de
diciembre para dejar caer pétalos, antes de navidad, de versos y de rimas o de
prosas, por donde recordaban aquella infancia perdida entre las calles del
Tomelloso amado.
Os he echado en falta amigos silenciosos José María Rodríguez,
Epifanio López, Julián Carrasco, Jesús Caro, Faustino Rosado, Jesús Madrigal, Teódula
Navarro, Clemente Morcillo, Santos López, Rosarito Peinado, Antonio Armero, Félix
Yáñez, Mariano López, José Carretero Julia
Perales, Ignacio Castellanos, Leoncio Díaz,
Juan José Ruíz, Ignacio González,
Narciso Rodrigo, Pablo Moreno, Venancio Ramírez
y Pedro López- Ortega el último que ha
cerrado el circulo de aquella fortaleza
de soñadores sin complejos: elegía de
amistad por todos ellos cuando diciembre canta villancicos serenamente
muriendo el año viejo.
Me cubre de nostalgia
recordaros. Me sabe a poco traeros hasta mi escritorio donde os nombro. Y me
siento indefensa clavada en el álbum del recuerdo. Sobre la altura de los cielos alumbran con
sus destellos las noches frías del invierno las estrellas, no dudo que vosotros,
habitáis entre ellas.
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