El
despertador suena 6 de la mañana. Se levanta y se va a la cocina, prepara café,
zumo de naranja, yogur con miel y rápidamente, la ducha, cepillado de pelo,
maquillaje, rímele, labios perfilados y barra de color inalterable. Preparado el
pantalón, camisa, jersey azul, zapatos de tacón bajo y recogido el pelo en
belleza simétrica con ayuda de una pinza de bisutería.
Se escucha una puerta
que se abre y la voz luminosa de unos niños la saludan. Alrededor de la mesa se
sientan y desayunan, luego salen todos juntos camino del colegio. Despedidas.
Ya en la calle la invitan a tomar un café unos conocidos, no, no, no tengo
tiempo, dice apresurada. Llega al trabajo y se sumerge en un mundo
diferente.
De vuelta en casa prepara la
comida, selecciona libros y cuadernos, coloca los juguetes, suena el teléfono,
sí, sí, de acuerdo cuando salgan los niños del colegio, no hay problema. Se
quita los zapatos, sus pies vuelan dentro de las zapatillas. Pone la lavadora,
revisa los recibos llegados por correo. Pide cita al Centro de Salud. Llama al
fontanero. Suena el teléfono: no te preocupes todo bajo control, iré con los
niños a ver las marionetas, no, haremos tarde.
El reloj avisa que hay que recoger a los niños a la salida del colegio.
Dicen que está guapísima, los niños la miran divertidos y ella sonríe. Debajo de su sonrisa nadie advierte un
cansancio espeso, aprieta las manos de sus hijos entre las suyas y camina con
aire decidido. Al verla pasar nadie duda de que es una mujer emancipada
ejerciendo su libertad de trabajar fuera de casa; también dentro. Ah, pero ese
trabajo de casa no está considerado trabajo… Libertad conseguida de la mujer en
el siglo XXI: ¿Libertad? Lo pongo en duda.
Canela y
miel jamás escrita de las mujeres que luchan por ser algo más que mujeres sin
rostro ni nombre en los oficios. Mujeres tantas veces solas y olvidadas sin
salir de sus labios queja alguna.
Natividad Cepeda
Artedigital: N. Cepeda
No hay comentarios:
Publicar un comentario