de vida que anidan en
silencio.
Veo un instante lejano
pasar entre sueños
por la memoria con su haz sin sentido
camino del olvido. Y sé que
en el final
de la liturgia de la vida quedan
ríos ocultos
pugnando por nacer.
Nos dijeron a
todas
que la vida no nos pertenecía.
Nos cerraron salir a
conocer los bosques,
a tocar el tronco de los
árboles con nuestras manos
vírgenes porque eran
impuras.
Todo estaba vedado,
ni siquiera podíamos elegir
una estrella
porque éramos necias.
Una página en blanco para
el hombre de casa,
padre, hermano, marido…
Todas esas mujeres eran
trapos usados
para limpiar la honra, para
mecer le ira
y acatar en silencio la voz
de quien mandaba:
así lo dictaban las leyes
promulgadas.
Aventuras y naufragio
sin mares
por donde navegar ni caladeros
para echar nuestras redes.
Encallamos
la vida,
fuimos pasajeras sin mapas
por donde transitar,
hojas caducas de árboles que cualquiera
podía barrer y abandonar…
Mujeres las nacidas después
de las batallas
de la última guerra en
Iberia. Guerra estéril
que dejó heridas sin
cerrar.
Guerra con cruces
diferentes.
Cruces, todas ellas, de
dolor y miseria.
Crecimos escuchando
canciones
de mujeres marcadas; folclore
nacional
donde todo era malo; pecaminoso
y feo
la belleza de un beso y
hasta pasear
y reunirse para explorar la
vida.
Crecimos luchando con lo
que nos dejaban,
vistiendo minifalda y
pantalón vaquero,
votando canciones en inglés
que luego traducíamos. Apenas
si sabíamos
leer en un francés mediocre
y algo de latín
las privilegiadas.
Mujeres que
emigraron
sin miedo a otros países,
aventureras
en busca de fortuna,
valientes, rompiéndose
en pedazos, cayendo sin
cejar en su empeño.
Mujeres sin permiso para
soñar despiertas
nos quedamos en el andén
sin tren.
Nos negaron decidir el
futuro; guardamos
la maleta el fracaso y las
lágrimas
y juramos cambiar el
destino de España.
Votamos leyes nuevas con fe
en el futuro
y dimos la esperanza como
el mejor legado
a nuestros propios hijos.
Mujeres humilladas, proclamadas
menores
de edad por un código indigno.
Apostamos por nosotras y
sin perder la fe
cambiamos el futuro. Y
seguimos luchando
a pesar de los años porque
vivir es bello
sin perder la sonrisa.
La Historia es
un muro
que aguanta muchas vidas.
Bulevar
de lacayos, isla de sinsabores,
escuela decadente de
pueblos y farolas
que alterna en su ciénaga el
fracaso
y la gloria. Y por toda la
Historia
escrita por eruditos sabios,
las mujeres,
a pesar del silencio que de
ellas dejaron
rasgan con su existencia la
luz
de las tinieblas. Sin
pódium las mujeres
se yerguen invisibles, sin
ellas nada existiría.
Necedad y soberbia es tapar
lo evidente:
ni diosas, ni vestales ni vírgenes ni brujas
fueron las que amasaron la piel de las ciudades.
Mujeres negadas en los
libros hicieron el milagro
anónimas y fuertes. Ellas
amamantaron la vida
de los hombres, hoy, ayer: mañana. Siempre.
Natividad Cepeda
Premio Ferias y Fiestas de La Solana 2014
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