No es fácil enumerar la lista de los amigos porque ni se tienen tantos
amigos verdaderos ni se nos ocurre ponerles una etiqueta a los amigos que
amamos. Sin embargo es este un equipaje harto maravilloso por ser escasa su
pertenencia a lo largo de la vida. Los amigos llegan y pasado un ciclo de
tiempo, algunos por exigencia del guión del vivir, los dejamos de ver por
dejación y otras veces por la
distancia. Lamentablemente nadie ocupa
ese lugar y cuando acumulamos años en las alforjas de la vida rebuscamos en el
recuerdo aquella nostalgia amiga que perdimos.
No ha ocurrido así con un poeta de ancha
andadura y amplio territorio recorrido por su doble vertiente de sacerdote y de
escritor. Para definir ese milagro de amor entre Valentín Arteaga y Tomelloso
hay que escribir muchos nombres propios, de ellos algunos nos contemplan desde
el silencio dulce de la eternidad, sendas de luz en el alma callada de los que
los recordamos, y otros concurrimos a su encuentro para volver a vivir y
recordar gratos acontecimientos que nos cambiaron la forma de pensar y nos
abrieron caminos de ensueños literarios.
Leer poesía es explorar el paso del aire
entre un manto de estrellas dejando que florezcan frutales en el árbol del
alma. Más complicado y confuso es escribir y analizar poemas escritos por un
poeta sumergido en la poesía continuamente, casi, caminando por ella; incluso,
cuando habla y escribe prosa periodística. Pero no extraña, a los que lo
conocemos que, Valentín Arteaga rescate versos de amplio bagaje literario, y menos
aún que dé al editor, Jaime Quevedo Soubrit, algunos de esos versos escritos al
aire entrañable de Tomelloso, que lo quiere y añora desde hace décadas.
El tándem del periodista y editor Jaime
Quevedo Soubriet y Valentín Arteaga es la unión armoniosa, por ambas partes, de
amistad y respeto donde se complementan desde sus distintas actividades
profesionales y actividades públicas. Dos personalidades que se complementan a la perfección entre un
puente tendido sin edad que ha sabido sumar décadas sin dañarse lo más mínimo.
Antes, me atrevo a afirmar, se han apoyado en esa amistad, dando, gracias a
ella, logros editoriales de éxitos notables para ambas partes.
Porque no es posible conocer los últimos
libros publicados de Valentín Artega obviando a su editor. Flaco favor se haría
a sus libros sin esta puntualización.
El sello editorial Ediciones Soubriet, ha venido a llenar en
Tomelloso un importante espacio dentro de las editoriales provinciales y
regionales, traspasando estas fronteras en muchas de sus publicaciones. No voy
a enumerar sus muchos títulos ya que eso abarcaría unos cuantos artículos y que
sin duda alguna son datos interesantes. Tampoco enumeraré todos los libros que Valentín Arteaga tiene con esta
editorial, sólo señalaré los dos últimos libros publicados por su nexo común,
al ser dos libros rescatados del olvido. Me refiero al poemario “Porque ya soy
pobre” publicado el 28 de noviembre de 2010 y escrito por Valentín Arteaga en
Roma en el año 1960; libro de frescura lozana
dado que es uno de los primeros libros escritos por el autor, donde se
comprueba que el poeta era lo que hoy conocemos que es. En el prólogo escrito
por Federico Gallego Ripoll bajo el título “El don de la pobreza” incluye, además de su
visión acertada por la obra, el rescate de este libro gracias a Mercedes,
esposa del desaparecido escritor José González Lara, que al descubrirlo entre
las carpetas de su marido, se lo envío al autor. Descubrimiento extraordinario
que Ediciones Soubriet no dudo en sacar a la luz.
Después ha llegado esta recopilación de
algunos de los muchos poemas que esperan pacientemente entre las carpetas de
este sacerdote escritor que, por su vocación religiosa, ha renunciado en gran parte
a escribir poesía. Porque los poemas que integran el libro de poesía “Escrito
en Tomelloso” no son todos los que Valentín Arteaga escribió durante su
estancia entre las paredes tomelloseras, hay muchos más escritos y entregados a
los amigos generosamente, dispersados entre cajones y libros de hombres y mujeres
que contaron con su amistad y cariño. “Escrito en Tomelloso” es sobre todo un
libro testimonial y cercano, como lo son casi todos los libros de este autor,
plagado de nombres propios conocidos, con la sustancia inequívoca de pertenecer
al universo privado del quehacer cotidiano sin caer en la mediocridad, que en
ocasiones, suelen caer los poemas dedicados a otros. Por los poemas recuperamos
a los personajes que desfilan por las páginas de este libro, se descubre la
humanidad del poeta, y también la de aquellos sobre los que escribe. Creo que
la definición de la prologuista y periodista Isabel Lozano, lo acentúa en la cabecera acertada del prólogo al llamarlo
“Sonrisa ancha y versos que abrazan” empezando
con el relato de la preciosa
fotografía de Valentín Arteaga hecha por Javier Carrión, hace años que, como
ella escribe, da la bienvenida a todo el que se
acerca por la redacción de El Periódico
del Común de La Mancha en Tomelloso. Continúa
Isabel Lozano exponiendo razones emotivas de la conjunción entre ese periódico
y el escritor, aclarándonos aspectos ignorados de ese común entendimiento, hablando consigo misma de la emoción y
admiración que le produce el que Valentín Arteaga mire los ojos de una niña y
decirle que está convencido de que cada
mañana Dios mismo madruga más porque
quiere empezar a verla un poquito más temprano ¿Imaginan piropo más
dulce?
Nos pregunta, cerrando ella misma la respuesta al escribir, Imposible. Y
así con este monólogo entre ella y el autor del libro se
desliza la lectura del prólogo salpicado de vivencias, al tiempo que abre las
puertas de las cinco partes en las que está dividido el poemario.
Isabel Lozano desgrana con detenimiento
psicoanalítico la obra de este intelectual al que ella denomina, inquieto poeta, al
versificar en sus poemas las artes plásticas y analizar la cuarta parte del
libro bajo el título “Sala de
exposiciones”. Prólogo digno de crédito y fe, por parte de Isabel Lozano, que
introduce a la lectura de poemas variados en composición y personajes, por los
que ella deja a un lado su estilo periodístico para escribir desde la
bonancible senda de su experiencia personal que rubrica al escribir: el poeta se siente unido por un
cordón umbilical real y simbólico que nunca ha querido cortar del todo, sabedor
de que tampoco sus paisanos adoptivos le hubiéramos dejado romperlo.
Libro con fecha exacta de nacimiento fechado entre 1980 y 1988, con las cubiertas de dos cuadros bellísimos de
Ángel Pintado Sevilla, y dos versos del poeta Eladio Cabañero, que introducen a
la lectura de un poeta universal y manchego
en este año de 2012, de la mano de una periodista, Isabel Lozano, que nos
adentra en la belleza poética ayudada del teclado del ordenador; escribir es lo
que importa y eso se traduce en materia viva cuando sostenemos entre nuestras
manos el tesoro de un libro.
Natividad Cepeda
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