En Tomelloso hay más de 2000
cuevas subterráneas elaboradas por los viticultores de Tomelloso desde el año
1878 hasta la última década de 1960. Todas ellas de propiedad privada. En la
actualidad se han perdido algunas de ellas, pero las que se conservan son
testimonio del esfuerzo de las familias agricultoras y orgullo de toda la ciudad.
Hoy traigo a mi blog la crónica
del periodista Carlos Moreno del periódico digital La Voz de Tomelloso junto
con el reportaje fotográfico de la arquitecta Ana Palacios. En la visita que
efectuaron a mi cueva acompañados de José María Díaz, el ultimo constructor de
tinajas para el vino de Tomelloso y miembro de la junta de la asociación de “Las
cuevas de Tomelloso”. Fue una mañana donde recordamos el esfuerzo y tesón de
aquellos constructores que debajo de sus viviendas guardaban el vino de la
cosecha.
Crónica de Carlos Moreno
Cuando Natividad Cepeda,
conocida escritora de Tomelloso, y Jesús Lara adquirieron un solar próximo a su
domicilio en la calle Socuéllamos para construir una cocinilla y otros espacios
para reuniones familiares, decidieron, con buen criterio, conservar la cueva.
Para poder construir arriba reforzaron la cueva con varios pilares de
hierro. Construida en los primeros años
sesenta, es de las últimas que se hicieron en Tomelloso y contiene elementos
que llamarán nuestra atención.
Antes de bajar, Natividad nos
dirá, con prudencia excesiva, que la cueva no está en las mejores condiciones,
pero nos encontramos con una construcción impecablemente conservada en la que
los propietarios han cuidado al máximo todos los detalles: techos y paredes
encaladas, un pasamanos en la escalera que permite bajar con una construcción
impecablemente conservada en la que los propietarios han cuidado al máximo
todos los detalles: techos y paredes encaladas, un pasamanos en la escalera que
permite bajar con mayor comodidad y seguridad o los pilares que ya mencionamos.
El suelo se forjó en una plataforma de hierro revestida con cemento y apenas se
ven desprendimientos. Da la impresión de que podrían haber estado trabajando
ayer mismo.
Contiene siete tinajas de cemento de 450 arrobas de capacidad, en las que José María Díaz reconoce rápido la mano de su padre. Están unidas por unos rabos lisos pintados en blanco. Su elemento más característico es un bello empotrado octogonal en perfecto estado, decorado con molduras y con algunos elementos en azul añil que le proporcionan un aire muy elegante. También llama la atención la buena solución que se le dio a la tinaja más pequeña, la del gasto, que aparece empotrada en un rincón junto a la escalera. Ésta se encuentra en buen estado, a excepción de unos pocos peldaños en su parte central que un albañil arreglará en breve.
Dispone de una lumbrera, con un desgarre piramidal estrecho por el que entra un generoso haz de luz, para producir esos claro oscuros tan característicos de las cuevas de Tomelloso, la solución que encontraron los sabios vinateros hace casi doscientos años para criar sus vinos en las mejores condiciones de temperatura, luz y reposo. En un día de verano en el que superamos los 35 grados, se agradece esta temperatura de la cueva en torno a los 14 grados.
Ana Palacios, la arquitecta que nos acompaña, mide la profundidad de una cueva que supera los siete metros. Las paredes aún muestran las huellas de los golpes de pico de aquellos hombres que les fueron dando forma en largas jornadas de trabajo. Un trabajo duro que desembocó en las más de dos mil cuevas que se construyeron en la ciudad. La de Natividad y Jesús es otra joya del subsuelo que merece la pena visitar.
Carlos Moreno | viernes, 4 de
Julio del 2025
Reportaje fotográfico de Ana
Palacios
Publicado en el periódico LA VOZ
DETOMELLOSO
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