Se han quedado expuestos a un cono vacío sin el polvo en la tolva de harinas. Yacen sin canciones de aquellas molineras con fama de alegres comadres; picaras y fuertes sin la queja en sus labios en el trato diario con hombres y animales.
El encanto del molino se divisa a lo lejos indicando la altura de cerros en mitad de la grandeza de la inmensa llanura. Castilla retiene en los molinos la paz antigua del trabajo y las cavilaciones del campesino que se acercaba a moler su trigo pensando en lo que se quedaría el molinero. De los dos, ninguno de ellos salía de pobre ni se hacía rico.
Al verlos allá en las distancias con sus precisos contornos de conos blancos y aspas oscuras, cuando les faltan la telas de moler, embarga al viajero un sentimiento de grandeza épica recordando al Caballero de la triste figura. Ese Hidalgo orgulloso de su estirpe, muchas veces con las tripas vacías o no llenas del todo que de nada se quejaba y de todo criticaba en demasía.
Se ven los molinos desde la carretera semejantes a gigantes de piedra inamovibles igual que los vio Don Quijote, recortados y dormidos mientras sueñan con despertar de su quietud. La voz del viento hace susurrar entre sus aspas, sujetas a la pared del cono, para evitar que giren como locas, aquellos ruidos y aquellas voces del pasado que regresan cuando arrecian los aires y no hay más propuestas de visitas que el aire envolviendo en su abrazo a los molinos.
A menudo me olvido de tener fantasías y entonces me convierto en molino de piedra esperando que algún loco me venga a despertar de mi apatía y me haga girar y volar como un pájaro en las sierras vacías de molineros y moliendas. Y entonces escucho el rebuzno lejano de un asno perdido, o puede que yo ande buscando aquél ayer donde los molineros esperaban la llegada de los arrieros con sus sacos de trigo, o de almortas, para volver llevado costales de fina harina para gachas y pan.
Molinos de mi tierra manchega ahora sois poesía en bocas de poetas y aliciente de turistas intentando leer sin libro, aquellas aventuras que escribiera un viejo soldado limitado de su mano izquierda a consecuencia de una vieja batalla de la que hablan crónicas antiguas.
En fin es signo de este tiempo mal vivir del turismo en tiempos de enfermedad pandémica y economías precarias porque al igual que antaño los sueños de los pobres son eso sueños y un costal lleno de miserias.
Natividad Cepeda
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