jueves, 20 de agosto de 2020

 

Me envían noticias de los robos en los huertos de numerosos campesinos de España; me dicen que llegan y cogen todo cuanto quieren y con sus manos llenas de productos agrarios se marchan para volver al día siguiente,  otros a las pocas horas.  Y los dueños ya ni denuncian porque lo único que consiguen es perder el tiempo entrando y saliendo de los juzgados impotentes ante la injusticia de que las leyes protegen al delincuente.

Me dicen que han visto correr por las mejillas quemadas  por el sol de muchos años lágrimas silenciosas de hombres y mujeres abandonados a la suerte de los ladrones, al espolio de  una propiedad privada saqueada y arruinando a sus dueños legítimos. 

Escucho en los medios de comunicación hablar de los pueblos vacíos; de esa España vaciada de vida con campos estériles y casas derrumbándose porque han sido abandonadas por sus dueños. Y tratan inútilmente de aconsejar a los más jóvenes para que se vayan allí a descubrir la belleza de la naturaleza y las piedras nobles de sus templos y casonas de tapial, adobe y tierra, esas construcciones que proliferan en Francia, Holanda y países europeos donde son llamadas de tierra cruda por ser ecológicas. Allí, donde las cosechas y propiedades son protegidas por leyes justas. Allí donde la riqueza aumenta y los ladrones tienen menos campos para arrasar.

Escucho esa desesperación de las pobres familias campesinas abandonadas, las mismas a las que se les exigen pagar impuestos y se les multa si no cumplen con las leyes.  Nadie quiere trabajar la tierra porque cuando el sudor de los hombres y mujeres la riegan con su esfuerzo llegan otros y sin piedad les roban sus trabajo.

Mal camino lleva la economía. estamos mal, muy mal, pero aún podemos estar en un futuro que está a la vuelta de unos meses mucho peor. Las leyes se hicieron para proteger la honradez y se promulgaron para que los países crecieran y avancen dentro de una sociedad con principios de igualdad y no reinando la anarquía y la delincuencia. Mal camino llevamos cuando a nadie importa las lagrimas de los que sostienen las arcas del Estado.


Natividad Cepeda

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