miércoles, 30 de septiembre de 2020

Las casas sin nadie

 Tomelloso casa adosada calle - Trovit                                                                                                         Se venden las casas, se venden muchas casas y nadie las compra. Paso por las calles de pueblos distantes y veo, que hay letreros de ventas de casas. Se venden las casas llenas de recuerdos con muebles y ropas, con vidas que fueron hermosas. Se venden los rostros de nuestros vecinos, su sueños, sus risas, sus muchos fracasos y su sufrimiento.
Se venden y a veces hay ventanas abiertas que muestran las cosas. Los muebles que fueron cobijo y primor. Cuando cae la noche en las casas esas, al pasar por ellas crujen las paredes y se oyen quebrados lamentos extraños.  Nadie lo confiesa. Quien los escucha se queda callado. Nadie dice nada pero nadie quiere pasar por las noches junto a las viviendas donde nadie hay. 
Yo habité una casa llena de esperanza donde tuve sueños y me hice mayor. Yo habité una casa de bellas estancias con un mirador que alumbraba el sol cuando por el este, el sol se asomaba. Yo habité una casa donde recibía a muchos amigos, donde en navidad  se vestía la mesa con las mejores galas. Allí celebré  muhos cumpleaños, pedidas de mano, y en el gran salón hay fotografías de hermosas muchachas vestidas de novia. En aquella casa de amplias estancias se murió una anciana de dulce recuerdo, de cabello rubio y sonrisa tenue como la alborada. Nadie mas que ella allí se murió. Un día la casa se quedó desierta con todos sus muebles solos, sin personas que los utilizaran. Sola sin la risa ni el llanto de nadie. Sola con los muebles en las habitaciones esperando ellos, los muebles, que todos volvieran  a ocupar las sillas, a hundir los sillones, a encender el fuego de las dos cocinas, a poner los platos de alguna vajilla en alguna mesa de los comedores... A dormir en alguna de esas alcobas de camas que aguardan que alguien se acueste y se duerma en ellas... 
Yo vi que un hombre pedía a gritos regresar a ella, a la casa amada, a la casa suya donde lo enjendraron. Andaba gimiendo, rogando que a ella lo llevaran una noche tragica cuando en Viernes Santo por unas esquinas pasaba Jesús en su cruz clavado: le faltaba poco para a ella llegar, y como a Jesús camino del Gólgota, al hombre le  flaqueó el cuerpo. Un cuerpo cansado de anciano que se resistía a morir lejos de sus casa amada. Siempre hay cirineos... Apoyado en ellos el hombre callaba mientras los tambores de Semana Santa tocaban y el clarín hería la noche de todas las calles cuando Dios pasaba.  Como a Jesucristo, al hombre, una samaritna le dió a beber agua. Mi casa, pedía, llevarme a mi casa. Se quedó la casa esperando su vuelta y el hombre llorando nunca volvió a ella. 
Yo voy a la casa y siento la pena de morir en vida. A nadie lo cuento, a nadie lo digo, pero es tan triste que muero por dentro.
Los pueblos se quedan vacios, en sombras oscuras, con  casas vacias que nadie recorre. Sin pasos, sin risas, sin algún enfado y el beso robado que en ella nació...Todo se ha perdido. Todo pereció. Los pueblos se mueren y ni los fantasmas acuden a ellos. La congoja es tanta que solo el silencio es dueño de ellos.
Cuando amanece un rayo de luz llena los rincones y entonces, solo entonces veo caer lágrimas de  muchos rincones. Y el sol, asustado se va a los campos para no escuchar llorar a las casas vacias de todos los pueblos. A veces yo creo que al despertar abriré los ojos en mi antigua casa, en mi calle amada,allí con aquellos vecinos de antaño que ahora no están. A veces me niego a pasar por aquella calle donde está mi casa con ese letrero donde se reclama que alguien la compre. A veces ignoro si todo es un mal sueño y he de despertar.
A veces, a veces la vida se acaba y nos asomamos a las viejas casas para recordar
 
 
 
Natividad Cepeda

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