martes, 23 de marzo de 2021

El regalo sencillo de la vida

                                                     


El sol calentó la mañana tibiamente sin el aire feroz de la tarde anterior donde pareció en algunos momentos que se troncharían las ramas sin hojas de los árboles. El teléfono me trajo la voz de mi hermana  y dialogamos sobre el estado crítico del único hermano de nuestro padre ingresado en el hospital.  El sonido del móvil me unió a mi hija residente en tierras berlinesas y con su ayuda  realicé las últimas actualizaciones del ordenador. Por la tarde abrigada con mi abrigo de estilo ruso gris oscuro con piel en el cuello y mangas, paso a paso me dirigí hasta la residencia de Mayores de San Víctor de Tomelloso que el pasado 27 de  enero celebró los 148 años de la Fundación, de la Congregación  de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Los Fundadores de la Congregación fueron el venerable Don Saturnino López Novoa, nacido en Sigüenza en 1830 y fallecido en Huesca en 1905, y Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibar, nacida en Aitona (Lérida) murió en Liria (Valencia) el 26 de agosto de 1897. Fue beatificada por Pío XII el 27 de abril de 1958 y canonizada el 27 de enero de 1974 por Pablo VI.

 

La benefactora  para esa casa de acogida desde hace más de un siglo fue doña Crisanta Moreno, nacida en Tomelloso y fallecida en Madrid en 1901. Nacida en el seno de una familia humilde se esforzó en aprender y ascender hasta la clase social pudiente en influyente en Madrid,  lo que no le hizo olvidada su lugar de nacimiento para ello compró en 1892 y donó, unos terrenos para la construcción  del Hospital y Asilo de Tomelloso. Después de construido se hicieron cargo las Hermanitas de los Ancianos Desamparados  que lo regentan hasta hoy. . Ayudo a la realización de la entrada de la primera línea de telégrafos y telefonía en Tomelloso y en  el  Ayuntamiento y en agradecimiento una calle principal de Tomelloso lleva su nombre.


  Se olvida que en el siglo pasado, y en anteriores, los ancianos que carecían de fortuna se veían en muchas ocasiones obligados a mendigar cuando no podían trabajar y sus hijos y familiares no les atendían. Es por eso que la construcción del Asilo para los ancianos fue una gran obra de humanidad. A su mantenimiento ayudaron las familias del pueblo muchas de ellas con cuotas mensuales  y anuales. Además de aportar en tiempo de recolecciones todos los productos agrarios que cosechaban como uvas vino, trigo, harina, leña… Siendo la comunidad de religiosas respetadas y admiradas hasta hoy. En la actualidad las antiguas dependencias se destruyeron por otras más confortables y con todos los servicios actuales siendo en su momento importantísima la ayuda del Excelentísimo Don Blas Camacho Zancada, diputado de la transición por la provincia de Ciudad Real (1977-1992) Y gran impulsor y fundador de la Asociación para la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso que en la actualidad era el Presidente  de Honor: fallecido  en Madrid el 27 de enero de 2021; para la nueva iglesia y edificio, por conseguir para la Residencia del Hospital Asilo de San Víctor importante aportación económica para su construcción.

Dentro de eso muros hay sencillas historias de vidas  que a casi nadie interesan. Vidas con un bagaje mucho más interesante que las y los influences que se pasean  y airean sus vidas en los  portales de internet, cadenas televisivas  y revistas mal llamadas, del corazón, donde lo exclusivo es mostrar lujo y poder sin un testimonio y ejemplar  donde  niños y jóvenes se quieren parecer. Vidas muchas veces rotas y vacías de amor y generosidad, de trabajo y constancia que es con lo que se labra todo futuro.

       Fue una visita rápida, dialogué con la Madre Elisabeth y con Sor Teresa contemplando sus sonrisas y alegría  sin escuchar una sola queja de sus labios. Si el pesar por los fallecidos a causa de esta peste del siglo XXI y la satisfacción por haber sido todos vacunados y no haber habido problema alguno hasta hoy.

De regreso sintiendo el aire despeinar mi pelo sentía tristeza por ese abandono de las personas cuando llegan a no poder valerse por sí mismas, a la temida vejez, por parte de sus hijos…En las colmenas humanas, con sus celdillas de diseño algunas, y otras viviendas con el confort  adecuado y preciso para sentirse dueños del mundo… Pensaba que al dejarlos en esas dependencias  se pierden el regalo sencillo de la vida de  escuchar sus pequeñas historias que no dudo son más edificantes que esas otras que sin oficio alguna viven en los platós televisivos de contar intimidades  absurdas y calumnias,  muchas de ellas de sus familias, parejas y exparejas  y de sus amigos. Pan y circo de esta globalización manipulada y escasa de personalidad y valentía para luchar y exigir por las cosas importantes de la vida, no otra cosa es vivir codo a codo, los unos con los otros, con mascarillas y cuando podamos sin ellas.

El regalo de la vida es ese, trasmitir experiencia y vivir en comunidad sin destrozar la cedula más importante de toda sociedad que es, la familia. Familia con niños y  abuelos, con jóvenes y viejos si vivir en guetos apartados de los nuestros.¿ Quien romperá esta forma de vida? Lo ignoro. Pero sé que éste camino no es el mejor.

 

Natividad Cepeda

 

 

 

 

jueves, 11 de marzo de 2021

La eclosión de marzo


Es marzo eclosión  de la naturaleza llamando con su fuerza a la vida. Luz diáfana estallando por patios y ventanas, adentrándose  en las vidrieras de los templos. y en los patios que todavía existen por aquí.

En marzo la diosa primavera nos visita con su túnica de sonidos y colores removiendo la sangre en sus meandros. Llegan hasta nosotros vencejos que se instalan en los pueblos, anunciando que después llegarán las golondrinas chillando y alegrando las calles con sus vuelos rápidos y veloces.

Antes han llegado cigüeñas y los milanos negros. Todos vienen a devolver vida por vida. Nos alegran generosamente los días con su canto los verdecillos que ignoramos, anidando en cipreses y árboles urbanos, junto a los gorriones y jilgueros, a los que gustan muchas semillas de nuestros cardos manchegos.

Nos faltan gorriones: nos vienen faltando desde que las palomas hicieron de pueblos y ciudades su hábitat, ahora ya lo han proclamado las frías estadísticas que en España se han perdido la mitad de los gorriones; lástima que sólo unos pocos nos diéramos cuenta de que nos faltaban.

Son tan pequeños que a casi nadie importan. Notaba su falta porque no bajaban a las aceras buscando su alimento, y porque en la plaza de mi pueblo, desde que se plantaron árboles pequeños, perdimos sus sonidos y su presencia.

Pequeños gorriones la primavera os reclama y yo también con vuestros sonidos y canciones. Hemos debido envenenar el ambiente y perderos es  una llamada de atención muy importante.

La gente toda corre de aquí para allá sin percatarse de lo pequeño que es nuestro espacio de vida. La pierde enfrascada en buscar en teléfonos móviles noticias de otros sitios. Busca noticias de otras gentes desconocidas y así, ignora lo hermoso que nos rodea.


Marzo ha cubierto de blanco almendros y frutales de flores rosadas como si un manto de delicado encaje  hubieran tejido manos etéreas de hadas. En los campos verdea la siembra dejando alfombras frescas y lozanas más nadie las mira, salvo el campesino que las sembró y cuida.

He visitado estos días los hospitales y a pesar de llevar todos las mascarillas, estos molestos bozales que nos salvan de contagios, eso nos dicen… La gente habla y habla sin reparar en los carteles que nos dicen que hay que guardar silencio. Los médicos atienden saturados de pacientes y la muerte se pasea por pasillos solitarios y también por salas de espera atestadas de gente.

No hay tiempo para en los espacios exteriores contemplar  la vida que emerge. Vuelan pájaros y cantan sin que los orgullosos e ignorantes humanos los escuchen.

A veces siento que no pertenezco a este tumulto de sociedad frenética tan ociosa y a la vez tan pérdida en bagatelas absurdas. Por si fuera poco los políticos  anuncian nuevas elecciones en Madrid a causa de  traiciones y ruptura de pactos anteriores. Y nosotros, el pueblo, nos hundimos en la ruina de una economía rota y día día nos morimos sin darnos cuenta de que nada de lo que ocurre es normal. Nada, excepto la eclosión de marzo en su cuadro rebosante de vida y belleza.

 

Natividad Cepeda  

                                            

 

 

martes, 2 de marzo de 2021

Poema para el mes de marzo de 2021

          

 Hoy  el día está nublado y no hay clamor

de lluvia y si lo hay de voces repetidas

hablando de vacunas y fin de restricciones

para salir del pueblo y también abrir

puertas de bares y cafeterías.

 

Las voces se multiplican en tertulias y vídeos

aunque en las tiendas de ropas

y complementos apenas si hay clientes.

 

Tampoco se supera el paro masivo

que suma millones de parados;

dicen que sobre todo de mujeres y jóvenes.

 

Por las compuertas de los grupos  de Whatsapp

se repiten hasta el infinito consignas

de libertad manipulada, a favor unos y otros

de  políticos que hurgan en el intelecto

colectivo  para, acusándose, los unos y los otros

llenar sus bolsas de sumisos votantes

y seguidores fieles.

 

Son puertas de atrás y de servicio 

para los que sin verjas ni guardianes

en sus casas tiene que servir al señor

de turno, tan déspotas y barbaros

como aquellos de antaño a los que nada

importaba la vida de los inferiores.

 

Soportamos estos días vándalos callejeros

jaleados por el poder constituido

que dejan que la anarquía campe a su placer

en ciudades  desprovistas de quienes les defiendan

porque a ellos, los poderosos políticos,

no están expuestos a su brutal hazaña

de destrucción masiva.

 

Marzo ha llegado con la misma inclemencia

de hace unos días, unos meses, un año…

Con el  desamparo que nos deja la muerte

de la maldita pandemia del coronavirus

que es la peste del siglo veintiuno

sin cantos gregorianos, sin besos ni abrazos.

 

Y poco importan los poetas que se afanan

por las  callejuelas del mundo

en recitar sus poemas y presentar sus libros

para apaciguar tanta tristeza marcada

en la comisura de los labios.

 

Un año llevamos arrastrando este amargo

trago de morirnos  con el fantasma

del miedo en las almas.

Nos hemos convertido en sauces llorones

sin lágrimas en esta primavera enfangados,

ahora, en la celebración de ese 8 de marzo

que resuena a podrido mensaje

en favor de millones y millones de desamparadas 

mujeres a lo largo y ancho de aldeas y ciudades,

de grandes urbes y escondidos reductos

donde todavía se venden niñas

y se  explota a niños en inmundos trabajos

sin que les importe a nadie; sin nadie,

absolutamente sin nadie  que los defiendan.

 

Y mi cabeza de poeta y de mujer

no comprende ya nada porque apenas

hemos avanzado en la justicia humana

tan cacareada con días  señalados en los inútiles

calendarios de nuestra sociedad

vacía de valores auténticos.

 

Un año llevamos viendo en nuestra mesa

sitios vacíos, puertas cerradas,

zapatos y calcetines sin pies para usarlos,

vestidos sin mujeres a quien ponérselos.

 

Un año subiendo por estos meses

con la boca tapada con mascarillas

y sin palabras para delatar y denunciar

el horror que nos ha convertido en muñecos

de viejo cartón abandonados a nuestra escasa

 suerte de parias pagadores de tributos.

 

¿Para qué reunirnos en esa marcha

reivindicativa del 8 de marzo?

¿Para qué?

No tenemos ni tiempo ni fuerzas para marchar

en pos de nada.

 

Yo escribo un poema al abrigo de mis paredes

sin ignorar que de nada sirve

porque hasta por ser mujer mi poema

no será valorado como el de un poeta hombre.

 

Escribo en soledad y no me rindo

a pesar de haber cumplido muchos marzos

y de saber que mi poema no tendrá repercusión

en sagrados ámbitos  culturales.

 

Ahí donde las computadoras del saber

apenas si apuestan por la mujer, también ahora.

 

Contemplo la vaguedad

de tantas sombras que trae la primavera

y  continuo escribiendo sin que nadie me pague

por ser juglar y escribidora de versos.

 

Hoy está nublado y no llueve,

que tristeza tiene el viento soplando en los tejados.

 

Enfrente de mis ojos han cruzado bandadas

de palomas y por un instante quiero

tener alas y volar  y volar en libertad

para perderme en ese cielo nublado de marzo

que presagia lluvia y no llueve.

 

Pienso, si este largo  poema  verá la luz

de otras miradas desdoblándose 

en las mañanas de marzo sin necesidad

de taponar su palabra con bozales de miedo…

Pienso…

Lo dejo  caminar  en marzo a pesar de la pandemia

y de ser una mujer  quien lo firma y escribe.

 

 

Natividad Cepeda

 

Fotografía realizada por el fotógrafo Pepe J. Galanes.