miércoles, 28 de abril de 2021

El Día del Libro

                          


El Día del libro ha pasado igual que cualquier otro día  de celebración recordatoria. En las redes informáticas los grupos de creadores de palabras enlazadas se han felicitado (nos hemos felicitado) por esta efemérides. Y dentro de ello se han mostrado libros en presentaciones múltiples, unos en librerías, otros en bibliotecas y, como no se podía dejar de aprovechar dicha efemérides algunos hasta se han rodeado de políticos locales, provinciales y… del momento para presentar en sociedad libros editados con el erario público, aprovechando, como no, darse a conocer rodeados del poder constituido.

En algunos institutos se ha invitado a escritores foráneos de la comunidad  para conferenciar a los estudiantes de autores locales que, casi todos conocen de nombre y muy pocos han leído su obra impresa. En los digitales del lugar no han faltado fotografías y texto dando a conocer la importancia de los actos, y alcaldes y alcaldesas, se han fotografiado para la posteridad quedando así patente de lo mucho que hacen por la cultura.

Curiosamente me sigue sorprendiendo la escasa presencia de mujeres escritoras con bagaje  de publicaciones  escritas en  soledad, que es como se crea cualquier obra literaria, sin otro apoyo que su fidelidad a dedicarse a escribir y el escaso reconocimiento  en muchos casos de ese reconocimiento en sus lugares de nacimiento. Debe  ser que la tan cacareada lucha por la mujer del feminismo activo actual excluye a las escritoras que escriben sin apoyos institucionales o protegidas por grupos políticos afines. O por no rendir pleitesía a las fuerzas locales del lugar y se las omite por ejercer su libertad de escritoras firmando sus obras bien poéticas, periodísticas o de prosa, ensayo y relatos sin venderse a nadie.

Hay casos en los que si son hijas, o hijos,  hermanas… de escritores fallecidos se les asignan ser miembros del jurado literario del pueblo o ciudad, sin otro merito que ser pariente de tal o de cual, dándose la particularidad que esas escritoras jamás han apoyado la localidad, salvo cuando han ido a ella para sacar su propio beneficio.  Lo triste de esta realidad es que se le da pódium y ayudas a muchas firmas que pasados  años o meses nadie vuelve a ellos ni a ellas y a su obra escrita.

Cierto es que el aislamiento de los escritores y escritoras no ayuda a conocer sus obras porque al estar lejos de los focos de tertulias y grupos literarios, casi todos en grandes ciudades, es casi imposible acceder a premios y editoriales de prestigio. Y por si fuera poco ocurre un hecho del que nunca se habla, los escritores se ayudan entre ellos, se respetan y se les brindan abrir puertas. No ocurre lo mismo con mujeres escritoras donde en tantas ocasiones se le ponen zancadillas, las propias mujeres, para impedir que sus obras lleguen a los lectores. El machismo femenino en España existe en demasiados grupos sociales; callados y enmascarados pero eficaces.


Vuelvo al Día del Libro ese 23 de abril que se celebra en España y que ha recorrido fronteras y del que pocos conocen quien fue su promotor. El olvido siempre es triste e injusto y así lo ha sido y sigue siendo para, Vicente Clavel Andrés (1888-1967) España. Escritor, periodista, editor y traductor valenciano, fundador de la Editorial Cervantes y creador de la idea de instituir el Día del Libro. Su obra como escritor y traductor es muy amplia, así como su encomiable labor de promoción de autores hispanoamericanos, sin embargo es más conocido por haber sido el promotor de una idea comercial para incrementar la venta de libros y que se plasmó a través de un Real Decreto (26/02/1926), cuyos quince artículos fueron redactados por él, aprobado con la firma del rey Alfonso XIII.

Busquen en Internet la biografía de este interesante autor y sobre todo lean su biografía porque a veces sin el ingenio y acierto de una idea no tendríamos la celebración por ejemplo, del “Día del Libro”.  Gracias a él, Vicente  Clavél Andrés, se insiste en lo importante que es leer y se reconoce la valía de Miguel de Cervantes  y su obra, “El Ingenioso Don Quijote de la Mancha”, la primera novela de la lengua castellana y la más traducida a numerosos idiomas.

 

 

Natividad Cepeda

 

miércoles, 21 de abril de 2021

El silencio de la tierra y el resurgir de nuestros árboles

                         


Los jóvenes almendros plantados en hileras acarician la mirada de quien los mira. Los hemos traído hasta nosotros buscando no abandonar la tierra que nos tiene que alimentar, incluso en tiempos de peste de pandemia. El viñedo clavado en nuestra sangre no basta para tapar agujeros que anuncian ruina

Los vestigios de los almendros nos han acompañado en cunetas y caminos. En corrales que de ponto brotaban y se dejaban crecer como dádiva venida del cielo. El almendro y la higuera los he visto brotar buscando renacer  en huecos de piedras y areneros. En Tomelloso surgen brotes de higueras espontáneos en el letargo sombrío de las lumbreras de las cuevas. Se asoman buscando la luz para renacer después de muchos años en las que fueron talados sus troncos sin que viéramos ni adivináramos, sus ocultas raíces.

Y es un prodigio ver emerger en la penumbra de las lumbreras, que ya no se encalan porque muchas de esas casas están cerradas, pugnar por asomarse a la luz de la calle los brotes de las hojas de higueras. En el pasado la higuera deba sombra y fruto a las familia y cuando avanzaba el verano y había exceso de cosecha de tomates en las huertas de Tomelloso, el precio se abarataba y en las orzas de barro de los alfares de Mota del Cuervo, de La Solana o Villafranca, compradas en los puestos de cacharros de la feria de finales de agosto, se echaban los tomates en sal, que se cubrían con hojas de higuera y se llenaban con el agua de algún pozo tomellosero que no había sido echado a perder sus aguas por los contaminantes de las filtraciones de las alcoholeras. 

Antaño, las mujeres ancianas con pocos recursos, aconsejaban hervir durante cinco minutos unas hojas de higuera o rezar unos credos y filtrada la infusión tomarla endulzada con miel  para curar las toses tercas y duraderas. También se machacaban en el mortero y se ponían sobre folículos para reventarlos. Con la leche de las higueras aplicadas a las verrugas se eliminaban pasados unos días…Leche de higuera para picaduras de tábanos y mosquitos… 


Enmudezco ante el alma callada de la tierra que aguarda con su gran potestad cuidar las semillas preciosas de los árboles. Y ante esa fuerza emergente, yo, que soy huésped de paso, siento que todo lo que hay a mi alrededor es sagrado. Y lamento que con tanto coloquio expuesto en plataformas de información, se eluda trasmitir lo que más importa, la vida en el conjunto humano con la naturaleza.

Abril por esta alta meseta se abre en verdor de pequeñas hojas temblorosas ante el viento o el calor repentino sin apenas transición del frío al paso suave de la primavera. La tierra a pesar de estar cubierta con capas de asfalto de negro alquitrán, cuando se resquebraja, enseguida empuja semillas depositadas en su seno para que vuelvan a la vida. Antes en las casas había corrales  y patios donde la higuera daba sombra y frutos junto a las parras y los membrillos.  En los mercados y tiendas los sacos llenos de higos secos  se compraban por kilos, los hombres se los llevaban en talegas de tela para la semana en el campo. Eran consumidos por otros oficios masculinos y femeninos por su bajo coste y la energía  que aportaban. Almendras guardadas para cocidas añadirlas al mostillo, a la comida de la pepitoria guisada para bodas y comidas familiares. Con miel se hacían las almendras garrapiñadas y tostadas en sartén con sal se servían en aperitivos.

En Cámaras y alacenas se guardaba el arrope y la carne de membrillo junto al tomate seco y los higos. Todo se aprovechaba y se respetaba a los árboles, no solo a los frutales caseros, también a las encinas y allozos silvestres. En caminos y cunetas, en descampados y montes bajos no había basuras ni botellas ni latas de bebidas. Se nos educó para respetar nuestro entorno. Se nos enseñó la dependencia que tenemos de la naturaleza como legado sagrado que hemos de trasmitir a los que vienen detrás de cada uno de nosotros.

El esparto verde y machacado en manojos era trabajado en los días lluviosos por mis abuelos, de ellos aprendí a entrelazarlo y a distinguirlo. Teníamos una cultura de supervivencia que se ha olvidado. Como se ignora los telares manchegos que hubo trabajado por mujeres. En una de las cámaras familiares descubrí un telar y todos sus enseres, hasta la parafina que se empleaba para el hilo y la lana. Cuánto se ha perdido de esa cultura que respetaba la vida de las plantas y la vida de las personas.

Ahora se vuelve como novedad a los huertos urbanos. Y se abandonan los cultivos por su escasa rentabilidad. Me pregunto, ¿cuántas generaciones  pasarán hasta descubrir que la tierra y nosotros somos un Todo?

 

Natividad Cepeda



El silencio de la tierra y el resurgir de nuestros árboles

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sábado, 10 de abril de 2021

Poesía, camino indefinible de belleza


 


Los continentes, las nebulosas, las cometas, los agujeros negros, el sol que conocemos y aquellos otros que imaginamos en el desconocido infinito y dan vida a otras galaxias: todos fluyen para el escribidor de versos; los poetas, como la brisa nocturna que calma y alivia el negro de la noche.

Hasta el dolor y las lágrimas, la vejez y la muerte transforman el corazón de los poetas haciendo surgir su voz, desconocida incluso para ellos, resaltando en las palabras poéticas aspectos ordinarios que se convierten en únicos, cuando son elevados al plano inviolado de la poesía y se adentran en esa verdad del alma.

Cualquier acontecimiento sirve para el lenguaje poético, y en cualquier pueblo .ciudad o aldea nace entre esa multitud un poeta. Nace pequeño, sin timbales ni trompetas que anuncien su llegada. Vive con la contradicción de parecer igual a los otros aunque sólo él escuche cuando se despereza una flor, bosteza una estrella, se derrama la sangre de seres inocentes que, en la noche la luna recoge mientras llora, y la va dejando gota agota, en la línea azul del horizonte que se vuelve escarlata, cuando ella, ya sin lágrimas se cubre de luto y se marcha.

Todo poeta sabe que siempre estará solo, que en múltiples ocasiones se sentirá  derrotado y que en algún lugar hay un sueño perdido que a ellos, les corresponde recuperar.

Porque las rutas poéticas son infinitas, están sobre las rocas y el valle, sobre el mar y por las simas, despunta con el día y pueden también emerger con la noche. Son rutas de amantes y de apátridas, de desahuciados en camas de hospitales, o de niños perdidos por los campos de guerra...


 

Tal vez en esa frontera de los sueños es cuando los poetas retoman al murmullo exacto de la poesía, como retomamos  las huellas de nuestros antepasados, las huellas del recuerdo o la búsqueda de los primeros símbolos.

Tal vez todo depende de que los devastadores de la belleza no puedan comprar jamás a los poetas por unas cuantas monedas de curso legal. Tal vez la bondad nos depare el regalo de dejar en libertad a la poesía que nos habita por dentro, y así abarcar el corazón humano con el corazón del cosmos.

Si esto sucede nosotros, todos, seguiremos escribiendo poesía a pesar de ser unos soñadores y la poesía será un camino indefinible de belleza.

 

 

Natividad Cepeda.