jueves, 25 de febrero de 2021

Las murallitas de piedra seca del camino

                   


                    Tenía apenas once años cuando descubrí por primera vez un camino que a los dos lados  tenía murallitas de piedra. Por entonces mi padre tenía una moto Derbi de 250cc que decían las fabricaban en Martorell un pueblo de la provincia de Barcelona. En la Derbi me subía atrás y cogida muy fuerte a la cintura de mi padre, pegada a su cuerpo como una calcomanía, imaginaba que volaba en aquella moto que me parecía imponente. Mi mundo tenía esferas diferentes según las estaciones del año. La más importante era el verano porque durante veinte días nos íbamos en el taxi de nuestro vecino Jesús Magro, a los baños del balneario de La Hijosa. Un balneario de aguas medicinales para curar el reuma de mi madre. Tenía dos piscinas un para los niños y otra para los adultos. Allí aprendí a nadar. Pero de esos veranos escribiré otro día.

Pertenezco a familias  agricultoras que han amado la tierra que labraron más que  a su propia vida. No recuerdo muy bien la fecha de cuando mis padres adquirieron unas tierras en el paraje llamado de Las tres casas, situadas junto a la finca de Las Perdigueras, junto al pueblo de Cinco Casas; debió de ser a finales de primavera. Para ver aquella nueva tierra fuimos toda la familia en un carrito entoldado de Nicanor Romero, que era como de la familia, ya que trabajaba con mi abuelo paterno. Fue una una experiencia maravillosa porque hasta entonces yo jamás había viajado en un carro parecido a una tartana.

El camino se me hizo muy largo y como eso de la genética no se pierde pues yo me solía marear, igual que mi abuela materna, en todos los coches, menos en las motos. Cuando accedimos al camino que nos llevaría a la nueva tierra mi cabeza empezó a dar vueltas y solicite permiso para ir andando junto al carro, mi padre se bajó y los dos cogidos de la mano fuimos haciendo el camino. De pronto empezaron a aparecer a los lados del camino murallitas de piedra y  empecé a subir y bajar por ellas igual que un gato montés, dijo mi madre. No son murallas me dijeron, son pedrizas y aquel nombre empezó a formar parte de mi vida.

La tierra adquirida  tenía dos bombos y una casa, majanos y pedrizas dando guardia al camino que llevaba a la casa. En la parte delantera de la casa en lo que suele llamarse, paraor, todo él estaba guardado por una pedriza en forma de media esfera El paraor es una parcela grande destinada a dejar en ella aperos de labranza, y por entonces, años sesenta del siglo pasado, lugar de esparcimiento después de la jornada de trabajo. En las pedrizas y majanos los conejos hacían sus madrigueras y las perdices  en las oquedades recubiertas de tierra y hierba seca semi escondidas, hacían sus nidos. También había culebras que mudaban su piel en el verano quedando sus “camisas” resecas junto a las pedrizas.

Los arados al remover la tierra sacaban nuevas piedras por lo que durante años mi padre empezó la ingente labor de sacar las piedras y en uno de los bombos, de piedra seca, que los cazadores desde años atrás habían utilizado para sus puestos de caza, con oquedades grandes y una parte trasera hundida, reunir allí todas las pedrizas del camino de su propiedad. Las piedras por su color  nos delataban su edad de permanencia al exterior. Los hombres y mujeres que trabajaban con nosotros me enseñaron lo que no está escrito en los libros.

Fueron todos ellos los que aseguraron que el bombo de los cazadores era peligroso por su posible derrumbe y porque podía ocurrir un peligroso accidente a los cazadores domingueros. Hasta entonces los niños nos íbamos a jugar entre sus piedras desobedeciendo la prohibición de no acercarnos al bombo.

Piedras secas negras y blanquecinas por la exposición al sol. Piedras con las que hacían las mujeres, en las noches de verano, un hoyo en el suelo, rodeándolo de piedras pequeñas escogidas para encender fuego y asar viandas en las noches de verano y así evitar incendios de mieses. Con piedras, mi padre empedró la era en el paraor  del otro bombo, que él mismo construyo, ayudado de José María, su ayudante en el campo y estrenamos la trilla y por primera vez nos subimos en ella.

Conocí las caleras  hechas en otros parajes. Me contaron como se hacían los neveros con piedra y paja. También las paredes  de las casas se levantaban primero de piedra y después con la tierra comprimida del tapial. Piedra caliza y lascas de esmeril  para la trilla. Pedrizas con historias de amor en las vendimias. Pedrizas que taparon cuevas  de las que nadie hablaba. Piedras para mojones y para sentarse. Murallitas de piedra seca de los caminos de muchas latitudes.  Piedras sellando las tumbas de los muertos. Piedras fijas en el recuerdo de los bombos y chozos de nuestros orígenes: molinos y batanes… Motillas al aire de los siglos y de los milenios olvidados.

 

                                           Natividad Cepeda

 

 

 




 


sábado, 20 de febrero de 2021

¿Adónde vamos con tanto descalabro?


Desde hace días las manifestaciones en contra de la condena por exaltación de terrorismo a un rapero se han sucedido, mayoritariamente en Barcelona, también en Madrid  y en algunas otras ciudades, en mayor número en Cataluña.

Los violentos han destruido y quemado contenedores, apedreado a los cuerpos de seguridad, arrancados adoquines con picos, destrozados escaparates de tiendas, asaltando tiendas con pillaje incluido, destrozando mobiliario urbano, agrediendo a personas que  circulaban por las calles en esos momentos y una serie de hechos salvajes de anarquía y desgobierno tal que nos tienen confundidos y hasta atemorizados ante la fuerza agresiva y destructora de los grupos violentos.

En medios de comunicación se ha denunciado los altercados  de los activistas y la participación alentada por miembros del Partido Unidas Podemos,  y también sobre  los silencios  del Presidente Sánchez en las primeras horas   y las 24 horas que el Ministro Marlasca tardó en salir a defender a la policía.

La sociedad se pregunta ¿quién pagará los daños sufridos por los violentos radicales que dejan tras de sí coches quemados, y tiendas saqueadas y rotas sumando todo esto a la ruina ocasionada por la pandemia del coronavirus?

La pregunta que se hace y se plantea  en grupos sociales y familiares es ¿porque se consienten las barricadas y los cortes de autovías en claro ataque a la sociedad que sostiene la exigua economía actual?

En el Diario de El País se ha podido leer lo siguiente “La fractura entre el PSOE y Unidas Podemos dentro del Gobierno se extendió el pasado jueves al área de la seguridad ciudadana y al Ministerio del Interior al cuestionar la formación que lidera Pablo Iglesias la actuación policial ante las protestas violentas tras la detención del rapero Pablo Hasél y al eludir ese partido la condena de los disturbios”

El Ministerio del Interior respondió con un tuit oficial: “Nuestro reconocimiento a la labor de la @policia y del resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad garantizando la seguridad de todos frente a los altercados provocados por una minoría de violentos. Deseamos la pronta recuperación de los agentes heridos.


Algo se está rompiendo a nuestro alrededor y es la falta de confianza en nuestros políticos. Se siente por todos lados que hay un cansancio psicológico enorme. Conocemos demasiado dolor de propios y extraños y nos preguntamos ¿a quién acudir y adónde mirar para no caer en la desesperanza? Porque las conductas de los violentos, tan terriblemente agresivas, reflejan sus personalidades frustradas llenas de insatisfacciones y no es justo que los demás las suframos y paguemos.

La gente de bien quiere trabajar y vivir. Vivir en paz incluso ahora en medio de enfermedad y muerte.

¿Adónde vamos con tanto descalabro? Es una pregunta sin respuesta.

 

Natividad Cepeda

 

 

 

 

 

jueves, 11 de febrero de 2021

A las diez de la noche toque de queda


Al caer la tarde la gente sale a la calle y se la ve yendo de aquí para allá sumergida en unos pasos sin prisa como queriendo alargar las horas. A las nueve de la noche todavía están las tiendas abiertas en espera de que se venda algo porque la pandemia ha enfriado las compras.

En las calles principales, como son las calles  Socuéllamos, de Don Víctor Peñasco, Doña Crisanta Moreno, paseo de Don Antonio Huertas y Avenida Juan Carlos I, hay viandantes paseando o haciendo la llamada ruta del colesterol, para quemar calorías, porque hasta los gimnasios están cerrados y también las piscinas y los bares, restaurantes, casinos…Solo las iglesias con un aforo del treinta o el cuarenta por cien están abiertas y se ofician misas y los asistentes son pocos y escasos. La última eucaristía  es la de la Plaza de España en la Iglesia de los siglos XVI bajo la advocación de la Asunción de Nuestra Señora, que es a las ocho de la tarde. En el templo es normal una asistencia de setenta personas a diario. Cuando la gente sale de misa parece que todo estuviera concluido y cuando en el reloj del ayuntamiento  dan las nueve, somos pocos los que quedamos en la plaza ay en las calles. 


El toque de queda. por culpa de la pandemia es hasta las diez de la noche y nos apresuramos a regresar a nuestros hogares por si nos multan o nos quedamos solos en mitad de las calles desiertas y solitarias. El gran pueblo con sus cuarenta mil habitantes al ir pasando por sus calles parece que está deshabitado.  Cuando llego a casa después de hacerme unos cuantos kilómetros compruebo que casi todas las ventanas y balcones tienen las persianas echadas, y en al ambiente flota una sensación de soledad y tristeza difícil de digerir.

Nadie dice que esta triste y acobardado. Nadie se queja pero se capta en el ambiente una angustia desmedida como si faltara esperanza para soportar tantas muertes y tanto dolor en este último año. Los dueños de los restaurantes, bares y agencias de viaje se han arruinado.  Y el porvenir, al igual que en el resto de España lo percibimos negro. Nos duelen los adolescentes y jóvenes que crecerán y maduraran arrastrando esta ruina y la deuda contraída para que ellos la vayan pagando. Y nos faltan tantos amigos fallecidos que acudir a los funerales nos encoge el corazón de pena y desaliento.

      


Ando por las calles y sigo andando para respirar el aire embotado en la mascarilla que me asfixia porque si no saliera a sentir moverse mis pies, y sentir el aire en mi cara, pareciera que no existiera. Me niego a rendirme pero pesa demasiado tanta desazón encima de mis hombros.  Andamos, y al cruzarnos unos con otros, nos desconocemos por estas mascarillas que no ocultan la sonrisa y tantos besos que no podemos darnos unos a otros. Es lo que hay y luchamos contra el desánimo porque la vida es tan importante que nos aferramos e ella por encima de mentiras y fraudes de tantos cínicos que nos manipulan y gobiernan a lo ancho y largo del mundo conocido.

Hoy  jueves, 11 febrero 2021 en el Diario El Mundo se ha publicado  un manifiesto firmado por ex dirigentes socialistas que  piden la destitución de Pablo Iglesias

La carta difundida por la plataforma "La España que reúne" acusa al vicepresidente de "socavar la imagen de nuestro país" Varios ex dirigentes de diversos partidos, entre ellos destacadas figuras socialistas, han difundido este jueves un manifiesto en el que se exige el "inmediato cese" del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, por "no creer en la dignidad democrática" de España y "socavar la imagen de nuestro país" en el extranjero. Publicada por la plataforma constitucionalista La España que reúne, el manifiesto cuenta con un total de 196 firmantes, entre los que se encuentran los ex dirigentes socialistas Joaquín Leguina, quien fuera presidente de la Comunidad de Madrid, y Nicolás Redondo Terreros, ex líder del partido en el  País Vasco.

196 firmas son escasas para lo que se escucha en contra del vicepresidente segundo del gobierno, hubiera muchas más de haberlas pedido.

Los confinamientos siguen siendo necesarios por lo que es un grave problema para la economía, aunque muchos piensan que si se les hiciera un PCR por ser una prueba optima, en seguida que se les confinan, los resultados serían un gran avance para seguir con las actividades en colegios, bares evitando tantos confinamientos durante días y días. Pero no es así y la tragedia se masca y se adentra en el alma.

A diario escucho el toque de campanas en su tañer doloroso anunciando que otro vecino más se nos ha ido. No nos quedan llantos, solo silencio y esperanzas rotas.

 

                                                                                                                        Natividad Cepeda