miércoles, 30 de diciembre de 2020


 
 
 
 
 
 
 
 
Se cierran los días de  diciembre,

exhaustos de lágrimas  en la cruz

que ha dejado la niebla de los meses.

 

Mojados de tristeza  hay bagaje  

de adioses en la Historia de dos mil veinte

quedando en el espejo de los días

el peaje pagado a las tinieblas.

 

A pesar  de las lágrimas no perdimos

el abrazo del sol y de su luz;

alucinadamente hermosa  iluminó 

con su candil nuestra  negrura.

 

La  madre tierra, amada

y a la vez  destruida, es milagro de sueño

y permanencia cuando todo es ceniza.

 

En el vasar  desglosamos  hojas

de calendarios, escanciamos vino de hogaño

y por el año nuevo, brindamos.

 

 

 

 

Con mi deseo  para el 2021  de  bonanza  en salud, respeto y economía para la convivencia de todas las personas.

 

Natividad Cepeda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 25 de diciembre de 2020

Triste Navidad sin villancicos

    Por los caminos de Occidente  llega María de Nazaret llevando a Dios en sus entrañas. María es una mujer que acepto ser madre desplegando para ello su fe inquebrantable en Dios. Es la Historia de la maternidad  asumida  sin rechazo ni pesadumbre. Nuestra Era está marcada por su maternidad, con la garantía de la protección de Dios nacido bajo el techo de una cuadra, y el regocijo del amor de su padre y de su madre, con el calor de los animales; una mula y un buey, según nuestra tradición belenista. El pesebre, para las generaciones de un ayer cercano, era tan familiar que, ver al Niño Jesús, envuelto en un pañal encima de unas pajas, nos lo hacía más nuestro, más cercano y mucho más humano, también. Cuando llegaba diciembre  los villancicos se escuchaban por todos los rincones de pueblos grandes y pequeños. La música popular del villancico de las diferentes regiones de España la retrasmitían cadenas de radio y televisión y la megafonía de tiendas y ayuntamientos inundaba las calles y plazas, creando un ambiente de alegría compartida entre los transeúntes, con la conciencia de que el villancico era tan nuestro que no molestaba a nadie.

La luz de la Navidad era esa alegría sencilla en el asfalto sin complejos ni radicalidad de opciones enredadas en mensajes contradictorios que han  apagando la alegría urbana de la Navidad. El villancico era nuestra oración nacida en las pobres villas y aldeas sin instrumentos. Las voces cantaban y el almirez, la botellas de cristal vacía de anís y la zambomba, sonaban acompañando al villancico rustico y villano. Los villanos, fueron llamados así porque habitaban en una villa. Fueron el eslabón  de clase inferior, aglutinando a campesinos y artesanos de oficios rudimentarios, básico para vivir y alimentarse, carentes de nobleza y fortuna. De esa sociedad viene el nombre de villancico por ser música cantada por los lugareños de villas y aldeas con un recorrido muy interesante  desde las cantigas  al zéjel y las evoluciones posteriores como es el villancico religioso y loa canciones navideñas  en los idiomas europeos. La Navidad tiene un mensaje sin fronteras ni caducidad, es el mensaje del Evangelio de San Lucas sobre el nacimiento de Jesús al narrar su nacimiento en el masaje a los pastores …

 Cerca de Belén había unos pastores que pasaban la noche en el campo cuidando sus ovejas. De pronto se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor brilló alrededor de ellos; y tuvieron mucho miedo. Pero el ángel les dijo: «No tengáis miedo, porque os traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría. Hoy  ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrareis al niño envuelto en pañales y acostado en un establo.  Y en aquel momento aparecieron, junto al ángel, muchos otros ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: “¡Gloria a Dios en los cielos y en la Tierra paz a los hombres que gozan de buena voluntad

Nos falta esperanza y nos sobran complejos en esta Navidad repleta de tristezas queriendo tapar el espíritu sagrado de estas fechas. Para eso se ha desalojado de la calle la música del villancico, alegre, festivo; maravillosamente ingenuo en ese intento de taponar la creencia de Dios nacido en Nochebuena. Sin el nacimiento de Jesús en su representación de niño desvalido envuelto en un pañal encima de un pesebre, no tendríamos ni tan siquiera la palabra NAVIDAD. Y aunque se le quiere mutilar y ocultar envuelto en una fantasía de luces de colores y mensajes exentos de sentido religioso en el lecho de paja sigue naciendo un divino niño al que unos amamos y a otros tanto molesta.

Días pasados escuché decir a unos preadolescentes que ya no se cantaban villancicos  por miedo al contagio y que por eso  no los ponían en los altavoces de la plaza del ayuntamiento. El que lo explicaba  al terminar respiró fuerte y alzo ufano la cabeza por estar en posesión de la noticia, mientras tiraba de su carrito escolar y los demás lo seguían cabizbajos, asumiendo esa triste realidad. Cuando salgo a la calle compruebo que no hay sitio para esa música, tampoco en las emisoras de radio, sí en las películas extranjeras realizadas sobre la Navidad: sin complejos ni temor a que les tilden de retrógrados o con otros adjetivos de peor calibre. Se ha perdido la inocencia de la fiesta y en cambio se nos incita y anima a consumir regalos innecesarios mostrados como iconos de felicidad. Dios no existe, a cambio nos devora un consumismo atroz. Desconozco quienes sutilmente alimentan eliminar el espíritu navideño a cambio de ofrecernos luces eléctricas que en poco o nada ayudan al espíritu. Nos guarecemos del belén y su mensaje de paz y amor  a cambio de instar a ser felices comprando y, cuando no podemos comprar  lo que nos muestran, entonces nos morimos de pena sin que nadie lo note. Diciembre sin villancicos es mucho más triste todavía. En la plaza del pueblo al ir llegando suena música de piano que todos ignoramos. Necesitamos la música que nos levanta el ánimo, la que han cantado  padres y abuelos junto a niños desafinando y voceando esos villancicos generaciones de niños entre risas, al son de panderetas, porque hace años que también dejo de oírse el zumbido navideño de las zambombas.

 

                                          Natividad Cepeda

 

viernes, 18 de diciembre de 2020

El pensamiento intelectual sobre la defensa de la muerte omitiendo la vida

La vida es la que va delante de la muerte; es la que en nuestro caminar nos asombra al descubrir la desmedida belleza que nos muestra. Desde hace miles de años  la vida de los seres humanos ha supuesto el conocimiento de unas generaciones trasmitidas a las otras sobre las ideas y sus consecuencias. De esa herencia y origen estamos aquí, desterrando aquello que nos hacía esclavos de leyes tiránicas y de los gobernantes con poder ilimitado que abusando de su poder han masacrado seres humanos amparados en su abuso y en su  falta total de humanidad.

La voracidad sospechosa  de introducir leyes en contra de la vida en estos momentos tristísimos de la pandemia abatida sobre nuestro mundo hay que interpretarla como un movimiento ruin e indigno, sobre cada uno de nosotros. Sobre todo, cuando se habla de libertad y progreso en medio del calvario actual de enfermedad, desempleo y muertes a diario. Experimentar que el Hombre  legisla en contra del Hombre, es regresar a los denunciados Gulag soviéticos y a los campos de exterminios del nazismo del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler del pasado; presente. en nuestra memoria escrita y filmada en películas y posteriormente en documentales.  Por lo que volver a recobrar esa memoria y datos  es necesario para la no justificación de la ley aprobada de la eutanasia en España.

El pensamiento que se nos está introduciendo en la cultura actual es la de mirar hacia otro lado, pensando que ese problema  no existe para cada uno de nosotros. Además de alimentar  el rechazo y aversión hacia la enfermedad y la vejez en su abandono, con lenguaje  engañoso, haciendo creer a la ciudadanía que  es beneficioso, en vez de inmoral y cruel.

La conciencia, nuestra conciencia, es ser responsable de situaciones  donde hay que reflexionar sobre el bien o el mal que determina la vida a nuestro alrededor, frente a instaurar formas cívicas de gobernar que atenten contra los más débiles de nuestra sociedad, instando a la normalidad de esa práctica con rapidez, como si en la actualidad no hubiera otras prioridades a favor de la vida, en contra de ensalzar a la muerte, haciéndola patente como un bien colectivo. Provocar e incitar a la muerte  en los más indefensos es viejo y caduco, al contrario de lo que se esgrime como progresivo y avanzado y se nos infiltra por elaborados y fríos poderes que giran a nuestro lado, con mensajes subliminales, que llegan a los cerebros implícitamente elaborados y sugeridos para eliminar la conciencia individual en favor de la eutanasia.

Somos tripulante de una misma nave, la vida, en ella surcamos mares diferentes y playas con tormentas barridas por emociones y sentimientos y en esa nave y puertos, está la aventura de vivir. Vivir es apasionante con todo el equipaje a bordo que portamos sin olvidar que la muerte natural nos llegará cuando Dios quiera transportándonos a esa trascendencia que todos ignoramos. Es por ello que no es necesario atraer la guadaña de la muerte en este histórico momento del coronavirus donde tantas muertes sufrimos a diario.

La persona, toda persona, es un valor único y absoluto, total y único que no debe denigrarse  ni agraviar la vida que le ha sido concedida, por lo que trivializar con los valores de la vida, destruyéndola, es una aberración depravada, mucho más si es programada por leyes que retroceden en su legislación al no proteger la vida, ni del no nacido, ni tampoco de los indefensos de la sociedad. Alentar el mal es volver a la brutalidad y al olvido de la conciencia universal de protección de los seres vivos.

La cultura debe ser cultura de conocimiento y esperanza y en ese estado alcanzable, los intelectuales, no deben naufragar  por temor a mandatarios del momento, porque corremos el riesgo de que la propiedad de la vida pase a ser propiedad de los amos del mundo globalizado.  Esa es la mayor esclavitud a la que podemos caminar si los efectos en contra de la vida se sostienen como un progreso mal entendido, materializado en la ausencia de valores esenciales para el respeto de la vida con total ausencia de amor por el otro: ese prójimo anónimo de los pueblos del mundo, olvidados hoy en medio de hambre, enfermedades y sufrimientos donde la muerte reina sin necesidad de leyes que la protejan y ensalcen.

 

 

                                                                             Natividad Cepeda

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Navidad por las esquinas de todos los países

 

 Dios por diciembre es llanto y sonrisa

al amor  del niño bendito de Belén.

Esperanza en el corazón del enfermo.

Llanto de los niños en campos de guerra.

Mirada desahuciada sin huida del hambre.

Protección del no nacido a su amparo.

 

Diciembre es regazo de madre, fulgor

de cometa en los cielos, coro de ángeles

en las alturas, pastores con regalo de queso.

 

El invierno por diciembre es techumbre

de amor por los caminos de la tierra.

Tienda de campaña para la orfandad

de los refugiados necesitados de ternura.

Diciembre es muchedumbre  mendigando

amor por las esquinas de todos los países.

 

María, madre del Mesías, te pedimos paz

y salud en  Nochebuena tan llena de dolor

por la pandemia. Gloria a Dios, repetimos,

nos aguarda tu niño en el pesebre, es Navidad.

Para tu Hijo todos los besos que están sin dar.

 

 

 

                                                                  Natividad Cepeda

 

 

 

Tomelloso, 15 de diciembre de 2020

 

 

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

El silencio ermitaño del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso

Empecé hace doce años junto a Blas Camacho y otros compañeros de viaje a conocer más profundamente el testimonio de vida dejado después de su muerte de Ismael Molinero Novillo, al formar parte de la Junta Directiva de la Asociación para la Beatificación y Canonización de Ismael de Tomelloso, proclamado actualmente Siervo de Dios por la Iglesia Católica. Un viaje que no busqué y en el que solo Dios sabrá  por qué sigo caminando.

Sobre estos años he escrito algunas vivencias y escuchado testimonios, y sobre todo la fe y el entusiasmo de su último biógrafo, Blas Camacho Zancada,  impulsor al devolvernos el testimonio de vida de este joven manchego, al que nunca  se le agradecerá lo suficiente su dedicación constante.

La dimensión de Ismael  de Tomelloso me hace peregrinar a su testimonio de vida para encontrar ese amor universal que él sintió y dio a todos cuantos le conocieron. Todo en Ismael es amor sin mengua. Es tan joven  que parece imposible que un chico que sonríe con la mirada llena de luz no luche por vivir.

Para Ismael vivir es morir en Cristo y resucitar en Él. Esa entrega es tan grandiosa que sigue sorprendiendo en el siglo XXI  su silencio de ermitaño en medio de los que lo rodean por los lugares donde transcurrió su vida. Ismael personifica en su búsqueda de Dios la castidad admirada en el medievo entroncada en la pureza  de los santos reconocidos por la iglesia dentro de su doncellez.

Padecer por los otros no es para él  un dilema, es una apuesta decidida frente al dolor que lo consume y lo rodea en un conocimiento reflexivo sobre el mal de la guerra. Ismael es testigo de la desconfianza que engendra el miedo. Un miedo colectivo que separa y humilla sin asomo de piedad alguna como si lo tenebroso de lo medieval hubiera vuelto en aquella España en guerra, donde  la sangre derramada  por doquier sobrepasa y aniquila cuerpos y almas en ese proceso absurdo y equivocado carente de civilización que es un conflicto bélico.

En medio de esa tragedia inhumana surge para él la grandeza de Cristo; comprueba que unos mueren por su fe, y otros por querer erradicar a Cristo y a los cristianos. Nada nuevo en ese momento histórico, repetido también hoy en la iglesia perseguida de la que la mayoría de los medios de comunicación no se hacen eco ignorando esta cruda realidad.

Dentro de esa anarquía de espanto se forja la voluntad juvenil de Ismael.  Así, de su cruz, hace su aventura. Porque descubre que la cruz no es un símbolo artístico plasmado por pintores y cantada por poetas; no, la cruz es el camino ascendente del alma para encontrar a Dios.

 No se puede separar la vida de Ismael de su despertar juvenil. Porque la juventud es la fuerza arrolladora de la vida. Ser joven es volar e imaginar el futuro para alcanzar los logros soñados. Es ante todo el ímpetu de la vida, de ahí la gran importancia de la inmolación que hizo con su silencio al ofrecerse por la paz. Una paz imposible de imaginar en el año convulso de 1938 en España. 1938 es un año de espadas alzadas donde la ceguera colectiva crea héroes y villanos entre los contendientes.

No existe otro silencio que el de la muerte. El dolor  de las vidas segadas desconcierta emocionalmente hoy, por la sinrazón fratricida de aquellos tres años donde el antes y el después siguen vigentes. Ismael es uno más reclutado por el ejército de la república. Es un número en las filas que sucumbirá en la batalla de Teruel. Uno de los miles de hombres que murieron en los campos de batalla.

Porque se puede estar en desacuerdo con la santidad comprendida desde la dimensión cristiana, pero nadie puede negar que el testimonio de este joven sea válido como testimonio de aceptación para cualquier dolor humano. Dolor por enfermedad del cuerpo y del alma.

Ismael ora entre la fiebre y el dolor amando a todos. Su congoja es ver el desamor  en cualquier sitio, en el pueblo, en el frente, en el campo de concentración y en el hospital. Pero también conoce que el amor  por los demás es ilimitado por eso nada pide y nada exige. Todos sus gestos, todo su silencio lo sitúa en lo más alto de los cerros y collados del espíritu. Ismael ha descubierto que su cuerpo es la materia que lo lleva a conocer a Dios en el total abandono de su ser, para entrar en el conocimiento total. El conocimiento de llegar al Absoluto donde todo queda respondido.

Para Ismael Dios es su espacio y soporte, el centro total del universo. Ismael no teme a la muerte porque siente a Dios por encima de todo cuanto le rodea y su entrega está más allá  de las cosas del mundo. Su  centro es Jesús Sacramentado y en él convergen todas sus aspiraciones y acciones. Por ese amor se licua su alma en el metal precioso de la entrega. Todo su silencio es búsqueda de paz  a pesar de la guerra que lo rodea. En el silencio de la oración encuentra la unidad con los demás: nada pide porque todo él está lleno de luz.  Todo lo sagrado conduce a la perfección. Es la apertura que Ismael conoció.

Al intentar describir la espiritualidad del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso, llamado así por la iglesia católica, no ignoro que sería más comprendido si escribiera sobre espiritualidad por ejemplo, budista o tibetana, o sobre mente y espíritu para conocerse a sí mismo, aceptado por infinidad de seguidores y múltiples publicaciones donde se dan pautas para alcanzar la perfección seguidas y respetadas actualmente.

Escribir sobre la dimensión humana de Ismael Molinero un hombre sencillo que murió hace tiempo es clara señal de que fue alguien extraordinario cuando hoy,  nos seguimos preguntando el ¿por qué? de su silencio.  Y sobre todo porque ese silencio es un camino a seguir por la bondad que al bucear en su testimonio de vida se nos muestra aun sin comprenderlo.

Nos faltan valores humanos. Y nos sobran iconos en las pantallas electrónicas de mitos exentos de cualidades. Y hay muchas antojeras que impiden ver testimonios de vidas ejemplares como la del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso.

 

Natividad Cepeda

 

Resumida biografía del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso.

Ismael de Tomelloso, nació el 1 de mayo de 1917. Joven de buen carácter, simpático y muy humano. Recitaba poesía y organizaba obras teatrales. Católico de profunda vida espiritual. Estudió con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, en el colegio de Tomelloso.  En el año1933 integró el primer grupo juvenil de Acción Católica de Tomelloso con el cargo de tesorero. La Guerra Civil lo marcó profundamente por el  asesinato de su director espiritual y la quema de iglesias e imágenes en su pueblo, igual que en toda España. En el año 1937 el ejército republicano lo reclutó y le obligó a participar en la guerra, pero en la batalla de Teruel decidió arrojar su fusil al suelo, se aferró a su medalla de la Milagrosa y dejó de luchar.

Fue hecho prisionero por el ejército nacional  y llevado a un campo de concentración junto a otros prisioneros. El invierno de 1938 fue durísimo se llegó a marcar 20 grados bajo cero por lo que muchos soldados enfermaron: Ismael enfermó de pulmonía siendo trasladado al hospital de Zaragoza. Cuando le preguntaron su nombre y procedencia ocultó pertenecer a Acción Católica para evitar ser tratado de forma diferente a sus compañeros del campo de concentración. 

"No quiero nada con el mundo. Soy de Dios y para Dios; si muero seré totalmente de Dios en el cielo, y si no muero… ¡quiero ser sacerdote!... ¡Hacen falta santos!", dijo desde su lecho de muerte. Murió el 5 de mayo de 1938, tenía 21 años de edad.

 

jueves, 10 de diciembre de 2020

Penuria del año que termina

 Si en el año que va terminando escucháramos el gemido de los enfermos por el coronavirus, su grabación nos haría realizar un examen de conciencia que evitaría imprudencias constantes  en todas las ciudades.

Si de pronto se nos mostraran los miles de ataúdes  que han vendido las funerarias junto con el llanto de las miles y miles de familias que los lloran y echan de menos en sus hogares, en los puestos de trabajo, en las reuniones familiares y de amigos probablemente no nos tomaríamos a la ligera  tanto dolor esparcido en el mundo.

Si nos faltara dinero para comprar el sustento diario, pagar electricidad e impuestos, gasolina para el coche y los regalos de Navidad como les falta a tantos miles de personas actualmente, no protestaríamos por no poder viajar.

Si los ecos de tristeza del corazón fueran visibles  ante tanta tragedia, seguramente el vacío existencial de nuestra sociedad hedonista no se multiplicaría.

 Si me concedieran un deseo, pediría que los políticos corruptos ocuparan los puestos de los parados, comieran en comedores de caridad, esperaran  meses en la lista de la Seguridad Social de España, y desaparecieran sus ingresos adquiridos con malas artes de cualquier cuenta bancaria de los paraísos oscuros y privados. Porque cuando se obra en contra del bien común es un mal augurio, no solo para hoy, en este triste presente, también para el futuro inmediato.

 No queremos conocer los niños explotados en nuestra sociedad global, tampoco las cifras de los hambrientos y los miles que carecen de techo. Nos manipulan los negocios vergonzantes de las mafias que acercan a los emigrantes prometiéndoles un mundo soñado y cuando llegan, de pronto, aparecen por calles de ciudades y pueblos vagando sin destino, sin papeles ni techo… Todos nos tememos  y la desconfianza cierra puertas y mata la esperanza. 

  Se habla en  pequeños grupos del desastre económico, de la inseguridad creciente, del tráfico de mujeres que no cesa… La desigualdad marca la diferencia creciendo los pobres y siendo los ricos, más ricos. Crece el atrevimiento de pisotear la libertad al legislar leyes con abuso bajo la potestad del poder. Se ataca la libertad religiosa y civil asfixiando  colegios concertados, y centros de educación especial. Se denigra el idioma español desde donde nació. Se olvida la raíz de Occidente basado en el cristianismo.  Contamos los siglos desde el nacimiento de Cristo. Es nuestra cultura. Y se juega a masacrar la vida desde el principio mismo de la vida y la aberración de adelantar la muerte.

Fracasamos y la vieja Europa languidece olvidando valores esenciales. Diciembre se ilumina de luces multicolores por plazas y calles pero la enfermedad y la miseria se va adentrando imparable.

El virus de la pandemia nos tiene acorralados y queremos olvidarnos de los muertos para engañosamente olvidar la proximidad de la muerte.

De poco sirven los triunfos del pasado si retrocedemos en el presente. Y eso es lo que piensa una gran mayoría. Cerrados cafés y restaurantes, tiendas arruinadas con el cierre porque el autónomo no puede digerir los impuestos… Debajo de las luces brillantes este diciembre esconde demasiadas lágrimas.

 

 

Natividad Cepeda