Empecé hace doce años junto
a Blas Camacho y otros compañeros de viaje a conocer más profundamente el
testimonio de vida dejado después de su muerte de Ismael Molinero Novillo, al
formar parte de la Junta Directiva de la Asociación para la Beatificación y
Canonización de Ismael de Tomelloso, proclamado actualmente Siervo de Dios por
la Iglesia Católica. Un viaje que no busqué y en el que solo Dios sabrá por qué sigo caminando.
Sobre estos años he escrito
algunas vivencias y escuchado testimonios, y sobre todo la fe y el entusiasmo
de su último biógrafo, Blas Camacho Zancada,
impulsor al devolvernos el testimonio de vida de este joven manchego, al
que nunca se le agradecerá lo suficiente
su dedicación constante.
La dimensión de Ismael de Tomelloso me hace peregrinar a su
testimonio de vida para encontrar ese amor universal que él sintió y dio a
todos cuantos le conocieron. Todo en Ismael es amor sin mengua. Es tan joven que parece imposible que un chico que sonríe
con la mirada llena de luz no luche por vivir.
Para Ismael vivir es morir
en Cristo y resucitar en Él. Esa entrega es tan grandiosa que sigue
sorprendiendo en el siglo XXI su
silencio de ermitaño en medio de los que lo rodean por los lugares donde
transcurrió su vida. Ismael personifica en su búsqueda de Dios la castidad
admirada en el medievo entroncada en la pureza
de los santos reconocidos por la iglesia dentro de su doncellez.
Padecer por los otros no es
para él un dilema, es una apuesta
decidida frente al dolor que lo consume y lo rodea en un conocimiento reflexivo
sobre el mal de la guerra. Ismael es testigo de la desconfianza que engendra el
miedo. Un miedo colectivo que separa y humilla sin asomo de piedad alguna como
si lo tenebroso de lo medieval hubiera vuelto en aquella España en guerra,
donde la sangre derramada por doquier sobrepasa y aniquila cuerpos y
almas en ese proceso absurdo y equivocado carente de civilización que es un
conflicto bélico.
En medio de esa tragedia
inhumana surge para él la grandeza de Cristo; comprueba que unos mueren por su
fe, y otros por querer erradicar a Cristo y a los cristianos. Nada nuevo en ese
momento histórico, repetido también hoy en la iglesia perseguida de la que la
mayoría de los medios de comunicación no se hacen eco ignorando esta cruda
realidad.
Dentro de esa anarquía de
espanto se forja la voluntad juvenil de Ismael.
Así, de su cruz, hace su aventura. Porque descubre que la cruz no es un
símbolo artístico plasmado por pintores y cantada por poetas; no, la cruz es el
camino ascendente del alma para encontrar a Dios.
No se puede separar la vida
de Ismael de su despertar juvenil. Porque la juventud es la fuerza arrolladora
de la vida. Ser joven es volar e imaginar el futuro para alcanzar los logros
soñados. Es ante todo el ímpetu de la vida, de ahí la gran importancia de la
inmolación que hizo con su silencio al ofrecerse por la paz. Una paz imposible
de imaginar en el año convulso de 1938 en España. 1938 es un año de espadas
alzadas donde la ceguera colectiva crea héroes y villanos entre los
contendientes.
No existe otro silencio que
el de la muerte. El dolor de las vidas
segadas desconcierta emocionalmente hoy, por la sinrazón fratricida de aquellos
tres años donde el antes y el después siguen vigentes. Ismael es uno más
reclutado por el ejército de la república. Es un número en las filas que
sucumbirá en la batalla de Teruel. Uno de los miles de hombres que murieron en
los campos de batalla.
Porque se puede estar en
desacuerdo con la santidad comprendida desde la dimensión cristiana, pero nadie
puede negar que el testimonio de este joven sea válido como testimonio de
aceptación para cualquier dolor humano. Dolor por enfermedad del cuerpo y del
alma.
Ismael ora entre la fiebre y
el dolor amando a todos. Su congoja es ver el desamor en cualquier sitio, en el pueblo, en el
frente, en el campo de concentración y en el hospital. Pero también conoce que
el amor por los demás es ilimitado por
eso nada pide y nada exige. Todos sus gestos, todo su silencio lo sitúa en lo
más alto de los cerros y collados del espíritu. Ismael ha descubierto que su
cuerpo es la materia que lo lleva a conocer a Dios en el total abandono de su
ser, para entrar en el conocimiento total. El conocimiento de llegar al
Absoluto donde todo queda respondido.
Para Ismael Dios es su
espacio y soporte, el centro total del universo. Ismael no teme a la muerte
porque siente a Dios por encima de todo cuanto le rodea y su entrega está más
allá de las cosas del mundo. Su centro es Jesús Sacramentado y en él
convergen todas sus aspiraciones y acciones. Por ese amor se licua su alma en
el metal precioso de la entrega. Todo su silencio es búsqueda de paz a pesar de la guerra que lo rodea. En el
silencio de la oración encuentra la unidad con los demás: nada pide porque todo
él está lleno de luz. Todo lo sagrado
conduce a la perfección. Es la apertura que Ismael conoció.
Al intentar describir la
espiritualidad del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso, llamado así por la
iglesia católica, no ignoro que sería más comprendido si escribiera sobre
espiritualidad por ejemplo, budista o tibetana, o sobre mente y espíritu para
conocerse a sí mismo, aceptado por infinidad de seguidores y múltiples
publicaciones donde se dan pautas para alcanzar la perfección seguidas y
respetadas actualmente.
Escribir sobre la dimensión
humana de Ismael Molinero un hombre sencillo que murió hace tiempo es clara
señal de que fue alguien extraordinario cuando hoy, nos seguimos preguntando el ¿por qué? de su
silencio. Y sobre todo porque ese
silencio es un camino a seguir por la bondad que al bucear en su testimonio de
vida se nos muestra aun sin comprenderlo.
Nos faltan valores humanos.
Y nos sobran iconos en las pantallas electrónicas de mitos exentos de
cualidades. Y hay muchas antojeras que impiden ver testimonios de vidas
ejemplares como la del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso.
Natividad Cepeda
Resumida biografía
del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso.
Ismael de Tomelloso,
nació el 1 de mayo de 1917. Joven de buen carácter, simpático y muy humano.
Recitaba poesía y organizaba obras teatrales. Católico de profunda vida
espiritual. Estudió con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y Luisa
de Marillac, en el colegio de Tomelloso. En el año1933 integró el primer grupo juvenil
de Acción Católica de Tomelloso con el cargo de tesorero. La Guerra Civil lo
marcó profundamente por el asesinato de
su director espiritual y la quema de iglesias e imágenes en su pueblo, igual
que en toda España. En el año 1937 el ejército republicano lo reclutó y le
obligó a participar en la guerra, pero en la batalla de Teruel decidió arrojar
su fusil al suelo, se aferró a su medalla de la Milagrosa y dejó de luchar.
Fue hecho prisionero
por el ejército nacional y llevado a un
campo de concentración junto a otros prisioneros. El invierno de 1938 fue durísimo
se llegó a marcar 20 grados bajo cero por lo que muchos soldados enfermaron:
Ismael enfermó de pulmonía siendo trasladado al hospital de Zaragoza. Cuando le
preguntaron su nombre y procedencia ocultó pertenecer a Acción Católica para
evitar ser tratado de forma diferente a sus compañeros del campo de
concentración.
"No quiero nada
con el mundo. Soy de Dios y para Dios; si muero seré totalmente de Dios en el
cielo, y si no muero… ¡quiero ser sacerdote!... ¡Hacen falta santos!",
dijo desde su lecho de muerte. Murió el 5 de mayo de 1938, tenía 21 años de
edad.