sábado, 14 de noviembre de 2015

Llora París y con toda la Francia, llora Europa


                                   Llora París y con toda la Francia, llora Europa

Me han llegado correos de amigos que tienen hijos emigrados en Francia. Me han instado a que lea los periódicos franceses y a ver los videos colgados durante toda la noche en las redes sociales  con las manifestaciones del presidente, François Hollande, y las imágenes de la sala de  conciertos de Bataclan, envuelta en la horrorosa masacre que dejaron los disparos de los  fusiles Kalashnikov.
He contemplado las imágenes con el dolor de la impotencia y la terrible sensación de aquello que se ha venido advirtiendo por algunas voces, no escuchadas, acerca de la proliferación de mezquitas en las ciudades europeas, ha sido un error que Europa pagará muy caro.
He visualizado y escuchado los gritos y llantos de los franceses, y he regresado al ayer de aquél 11 de marzo, donde se masacró a unos españoles en los trenes de la muerte, quedando en todos nosotros una niebla de incertidumbre que persiste a través del tiempo. 
Y he admirado al presidente francés al decretar el cierre de fronteras y aconsejar a los ciudadanos a quedarse en sus domicilios, sin miedos a ser llamado xenófobo, racista… y todos los adjetivos que sobran cuando se atenta contra la vida y la libertad de un país, olvidando la libertad en las que  las  democracias europeas se sustentan.  Y gracias a esa libertad, nacida en  Francia, hace siglos, los emigrantes de cualquier nacionalidad van y vienen por cualquiera de nuestros estados.   De tal manera que por esa razón en Europa hay  residiendo unos 19 millones de musulmanes en este año 2015.  Diferentes medios y estudios realizados aseguran que la mayoría de emigrantes no se integran por conservar su  cultura y no aceptar la cultura de la sociedad donde residen.
También hay voces, denunciando en medios de comunicación diversos, y con estadísticas reales, que una gran parte de esas comunidades musulmanas se benefician de las ayudas sociales sin aportar nada a los países de acogida, lo que ha creado paulatinamente, un rechazo soterrado que, temo, se radicalice ante los atentados que sufre Europa por los radicales islamistas.
Hay anécdotas que no trascienden a los medios públicos, pero que sí se cuentan en reuniones familiares y de tertulias con  encuentros de amigos; entre ellas escuché el verano pasado, que a las personas de pelo negro y piel morena que viajaban, desde hace años, al Reino Unido, bilingües y totalmente acompañadas por familias inglesas, conocidas desde años atrás, se miraba con desconfianza en los pub y clubes privados, a las personas morenas.  Y esta actitud se repite en otros países europeos,  creando un rechazo total a todos aquellos que se distinguen por su forma de no vestir a lo occidental.  En España ha habido diferentes problemas de convivencia en colegios mistos donde algunas familias musulmanas han exigido  menús diferentes en los colegios escolares, y protestas en trabajos sociales de ayuntamientos y Cáritas, como si todos ellos, tuvieran privilegios por ser diferentes, olvidando, que viven gracias a las ayudas sociales. Temas todos estos acallados frente a la sociedad en general para no ser llamados xenófobos y racistas, pero vivo y latente,  en un número elevado de la población española.
Hoy lloramos con París, sin comprender  tanto horror,  y sentimos en lo profundo de nosotros,  ese temor hacia los que representan terror y muerte. Y nos sentimos occidentales  y libres albergando en nuestra cultura el legado de Francia donde las libertades son amparadas y respetadas como en ningún otro país, y por eso no comprendemos tanta masacre y tanto dolor.
Lloramos y admiramos el coraje francés al decretar las medidas oportunas sin complejo alguno ante los asesinatos perpetrados. Pedimos, calladamente, para no  ser violentados por opiniones enfundadas en falsos mensajes de convivencia, que el tráfico de emigrantes se regule, incluso si hay que volver a cerrar fronteras, exigiendo identidades auténticas a quienes piden asilo político, además de trabajo.
Y no queremos olvidar de donde proceden  y salieron las bestias asesinas, ¿quiénes le dieron pasaporte para erigirse en ejecutores de nosotros? Y sobre todo  nadie les impide inmolarse en nombre de quienes quieran, pero sin inmolar con ellos a los inocentes que creyeron que al estar conviviendo con  ellos, también eran franceses y europeos.
Las muertes  de París cerrará puertas; las puertas donde se  hacen proclamas y mandatos en contra de la sociedad occidental, porque una vez más han teñido la convivencia  de inseguridad desabrochando un Apocalipsis  injusto.
París velará a sus muertos,  rezará por  ellos, sin obligar  a hacerlo a nadie que no lo desee, sin empuñar  fusiles ni bombas por plazas, calles y restaurantes: esta es nuestra forma de convivir. Saber que el respeto, es convivir respetando todo lo que nos rodea. O dicho en Román paladino; donde fueras has lo que vieras.
Siento  un vació interior por tanto terror, vuelco mi  llanto por todos los muertos ejecutados en cualquier lugar de nuestro mundo, porque es tiempo de llorar y dejar correr  las lágrimas.


                                                                                                     Natividad Cepeda





 Fotografía tomada del web

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